ESTACIÓN TREINTA Y OCHO - EL PROYECTO DE THOMAS MORO

ESTACIÓN TREINTA Y OCHO

EL PROYECTO DE THOMAS MORO

 

Después de reflexionar un momento expuse la pregunta que representaba mejor lo que me interesaba saber, considerando el escaso tiempo disponible y el hecho de que los maestros no podían ir más allá de lo que habían pensado y escrito mientras vivieron.

Como conviene siempre centrarse en lo principal, les solicito que me indiquen dos ideas o propuestas que cada uno de ustedes considera las más importantes, en cuanto influyen profunda y ampliamente en la creación de un orden social que favorezca el desarrollo humano y la felicidad de las personas.

El primero en tomar la palabra fue Thomas Moro.

No podrías habernos hecho una pregunta mejor que esa, que es también muy difícil para mí responder. Pero trataré de hacerlo lo mejor posible, aludiendo a lo que describí que sucedía en Utopía, la ciudad de mis sueños y de mis desvelos.

 

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El primer elemento que destaco es que en Utopía el ordenamiento político se constituye desde las personas y las familias hacia arriba, y los cargos de representación y autoridad se renuevan todos los años.

Así los Utopianos impiden que el poder se concentre, que se imponga sin consideración de los deseos del pueblo, y que se consolide una sociedad política separada y por encima de la sociedad civil.

Cada conjunto de familias que habitan un lugar, eligen cada año un magistrado, que llaman Filarca, y por cada diez Filarcas con sus correspondientes familias, eligen otro magistrado, llamado Archifilarca.

Todos los Filarcas, que en Utopía eran doscientos pero que serán más o menos según el tamaño del país, eligen al Príncipe, de una lista de cuatro candidatos, designados por los habitantes de cuatro sectores en que se organiza la ciudad, previo juramento de que han de optar por aquél que consideran el más apto para el cargo.

El voto es secreto, nadie sabe a quién otro da su sufragio.

El Príncipe permanece en el cargo hasta que se lo destituya por sospecharse que piensa erigirse en tirano. Los Archifilarcas son elegidos anualmente, pero pueden conservar sus cargos mientras sean reelectos. En cambio, todos los Filarcas deben cesar en sus funciones al cabo de un año, de manera que los ciudadanos van rotando en esta responsabilidad de representar a sus familias.

Cada tres días, y con frecuencia mayor si hace falta, los Archifilarcas se reúnen con el Príncipe, para tratar acerca de los asuntos del Estado en general, o diferencias particulares que surgen a veces entre las personas, cosa que en Utopía no es frecuente porque allá se dialoga hasta encontrar acuerdos.

Cada vez que se reúne el Senado que forman los Archifilarcas, asisten dos Filarcas, distintos en cada ocasión, de manera que los de abajo siguen, vigilan y se informan de lo que hacen sus representantes.

Es norma fundamental de ese gobierno no adoptar decisión alguna, en asuntos de interés público, sin haberla debatido al menos en tres días distintos en el Senado”.

Yo miré a Dante y noté que se sorprendía de que fuera posible un sistema de gobierno tan democrático y participativo, pues él había propuesto un gobierno regido por un Monarca sabio, prudente y bueno.

Me sorprendió Thomas Moro porque, como si hubiera penetrado en mis pensamientos, se refirió al punto.

 

Utopía

 

 

La razón por la que no me pareció óptima la solución de concentrar el gobierno del país en un sabio bueno, prudente y desinteresado, o en un grupo de personas excelentes, como pensaron Platón, Aristóteles e incluso mi amigo Campanella aquí presente, es que si bien ese gobierno puede adoptar decisiones correctas y apropiadas, el pueblo se desentiende de los asuntos comunitarios y no desarrolla sus propias capacidades de pensarlos, tomar decisiones y resolverlos.

Si todos participan, analizan, discuten y conversan para llegar a una buena decisión, todos se irán convirtiendo en personas sabias, buenas y prudentes”.

Miré de reojo a Dante para ver cómo reaccionaba ante tal explicación; pero se limitó a susurrarme al oído: “Interesante punto de vista, que por primera vez escucho”.

Thomas Moro continuó respondiendo mi pregunta:

Un segundo elemento esencial de un óptimo orden social que favorezca el desarrollo pleno de las personas y de la sociedad, lo observé también en Utopía. Consiste en no sólo permitir sino también facilitar la más amplia libertad de los individuos.

Aparte del tiempo consagrado a trabajar, que es obligación entre cuatro a seis horas al día, el resto del tiempo queda a discreción de cada uno según sus inclinaciones individuales, si bien no se admiten excesos.

La mayoría dedica mucho tiempo a la lectura, en privado o en sesiones públicas que no son obligatorias. Otros, menos propensos a la vida contemplativa, prefieren consagrar sus horas de descanso al trabajo de su especialidad o al esparcimiento, al deporte, al juego, al ocio, a la música o a la conversación.

En Utopía existen muchas religiones, filosofías e ideologías, pero ninguna es oficial. Unos rinden culto al Sol, a la Luna, o a alguna estrella errante; otros, en cambio, siguen a hombres que descollaron en otro tiempo por su virtud o su gloria.

Pero la mayor parte de los Utopianos rinde culto a una deidad eterna, invisible, infinita e incomprensible, que está más allá de lo que podemos conocer y se difunde por todo el universo.

Consideran impropio determinar a la ligera qué es verdad en religión, pues acaso los distintos credos sean todos inspirados por Dios, que llega a los hombres en diferentes formas y se complace en tal diversidad, siendo por tanto indecente y demencial que unos amenacen y aterroricen a otros para hacerles creer en algo que no les parece cierto."

Thomas Moro guardó silencio, dando a entender que era el turno de que tomara la palabra alguno de sus compañeros.

 

Luis Razeto

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