ESTACIÓN OCHO
AMISTOSAS CONFESIONES
En cierto momento en que el sendero por donde bajábamos se abrió un poco dejando un espacio para descansar, mi guía se detuvo, se sentó sobre una piedra y me invitó a imitarlo. Me miró a los ojos y pude ver tristeza en los suyos. Me dijo:
“Yo mantengo cierta consideración por estas gentes que aquí se encuentran sufriendo a consecuencia de la corrupción moral a que fueron llevadas, casi sin darse cuenta, por su participación en la política.
“Muchos entran en las luchas partidistas movidos por la ambición de poder. Pero muchos otros lo hacen por motivos que ni ellos mismos entienden. De éstos últimos me compadezco – me confidenció Dante – porque en mi juventud yo mismo fui uno de ellos, y participé activamente en la política de Florencia, la ciudad de mis amores.
“En períodos históricos convulsos y de grandes pasiones populares, es muy difícil que personas sensibles y deseosas de promover el bien en la comunidad de la que forman parte, se sustraigan de participar en las luchas políticas.
“Puede incluso decirse que toman partido ya al nacer en una clase social, en una religión, en una familia, que mantienen tradiciones y compromisos con una u otra causa.
“Se forma parte de partidos y facciones movidos por fuerzas sociales, psicológicas e incluso inconscientes, con muy poca reflexión personal sobre lo que realmente está en juego.
“Así fue que me encontré yo mismo envuelto en el conflicto entre los Güelfos y los Gibelinos que se disputaban el poder en Florencia.
“Después de conocer algunas victorias, me tocó encontrarme en el campo de los derrotados, lo que significó que fui exiliado y no pude regresar a mi amada Florencia por el resto de mi vida.
“Al comienzo y por muchos años viví el exilio como una tragedia; pero finalmente comprendí que aquella derrota política y el largo exilio con que me castigaron, fueron en verdad mi salvación, porque me llevaron a dejar la política partidista y a dedicar mi tiempo, mis energías y mi espíritu, a las más nobles actividades del pensamiento y la poesía, que constituyen el verdadero aporte que realicé a la humanidad.”
Mientras Dante me narraba su experiencia y pensamiento, sentí que algo profundo nos unía, porque también yo en mi juventud milité en un partido, fui derrotado y viví el exilio, luego de lo cual abandoné la política y me dediqué a desarrollar el conocimiento y a impulsar procesos sociales, económicos y culturales no partidistas.
Me pareció justo confidenciarle de qué modo la derrota y el exilio también a mí me salvaron. Cuando terminé mi relato Dante se alzó, me tomó fraternalmente de la mano y continuamos conversando hermanados.
– Haber dejado la política – le dije – no significa que me desentendiera de las grandes cuestiones que afectan a la sociedad. Ver y comprobar constantemente las injusticias y las opresiones que los gobernantes hacen padecer a los ciudadanos, siempre me ha indignado, y nunca me he resignado ni mantenido indiferente y neutral en las luchas sociales. Al contrario, busqué nuevos modos de acción tendientes a transformar las estructuras, no basados en la lucha política por el poder.
“Si uno quiere cambiar el mundo – comentó mi Maestro –, lo primero es convertirse internamente uno mismo. No podemos renovar ni hacer nuevas las cosas, sin renovarse y hacerse nuevo uno mismo.
“Quién está conforme y adaptado al mundo tal como es, sólo puede reproducir y reforzar el estado de cosas existente.
“Por eso, para transformar la sociedad, hay que cambiar y convertir antes a las personas que han de ser protagonistas de los cambios”.
– Pero – pregunté –, ¿puede uno arrogarse el derecho de cambiar a los demás?
“El problema de la política – acotó Dante –, es que pretende cambiar a las personas y a la sociedad empleando el poder. Pero esto implica inevitablemente una forma de dominio. ¿Liberar limitando la libertad?
– Sin embargo, educar, persuadir, parece legítimo – repliqué.
“Vi a los nobles y al clero inculcando creencias y comportamientos a los vasallos, para que continuaran sirviéndolos como súbditos y siguiéndolos como fieles” – aseveró mi Maestro con un gesto de disgusto.
– Lo mismo ocurre hoy con la educación pública y con el proselitismo ideológico y religioso – comenté. – Tienes razón, uno no tiene el derecho de imponer a otros su propio modo de pensar, de sentir, de actuar.
– Por lo cual me parece que lo único legítimo es mostrar lo que uno piensa, lo que uno siente, lo que uno cree, lo que uno hace, lo que uno vive, y que cada persona tome o deje de todo aquello, lo que le parezca.
“¡Las obras!, querido amigo – afirmó Dante enfáticamente – ¡Crear obras y echarlas al mundo! Sólo las obras pueden transformar a las personas y a la sociedad. Obras son, una idea, un conocimiento, una conversación, una conferencia, una clase, un poema, un libro, un invento.
“Cuando uno se ha dejado poseer por el espíritu de la belleza, del conocimiento, del bien, las obras brotan con facilidad de la mente, de la imaginación, del intelecto, de las manos.
“Y las obras que nacen del espíritu actúan por sí mismas. Si una obra es verdadera, buena, bella, hará que las personas y el mundo sean más verdaderos, más buenos, más bellos. Y al revés sucede cuando las obras son dañinas, como lo estás comprobando en este viaje.
“Hay un nexo íntimo entre lo bello, lo bueno y lo verdadero. Pero son cualidades diferentes, que en las actividades y obras de los hombres dependen del desarrollo de distintas facultades: estética, ética e intelectiva.
“Cuando lo bello, lo bueno y lo verdadero se dan juntos y en un alto nivel, sea en una obra de arte, en un poema, en una actividad social, en una investigación intelectual, en una clase en aula, entonces estamos en presencia de algo sublime, que impacta en profundidad y que trasciende el tiempo y el espacio.
“Fue para cambiar el mundo que me recluí en el aposento y compuse La Comedia. La escribí suponiendo y esperando que quienes la leyeran, la estudiaran y gozaran con ella, se cambiarían a sí mismos al integrar a su mente y a su espíritu la belleza, bondad y verdad que la obra contiene”.
– Puedo asegurarte que tu sublime obra ha iluminado a millones de personas, yo entre ellas, y que ha animado a una civilización entera.
Dante me miró, sonrió, y agregó:
“Pero ¿sabes? La Comedia, mientras fue brotando de mi espíritu y convirtiéndose en texto, me iba transformando a mí mismo. El primero que resulta transformado por una obra es el que la crea”.
Así, sintiendo a mi Maestro como un hermano mayor, continuamos el viaje.
Luis Razeto
SI QUIERES EL LIBRO COMPLETO, EN DIGITAL O IMPRESO EN PAPEL, LO ENCUENTRAS EN EL SIGUIENTE ENLACE:
www.amazon.com/dp/B08FNMPC7T