texto
de Hector Pedro Blomberg
Era una flor de tragedia, con sus claras pupilas
y su pálido rostro sin luz de juventud;
la amaban en noches siniestras e intranquilas
los ásperos jasones de la dársena Sud.
Era flor de lujuria en el antro del puerto,
al resplandor extraño, sangriento del farol;
al alba enmudecían en el patio desierto
los roncos acordeones, los cánticos de alcohol.
Andaba su recuerdo por el mar. Los errantes
soñaban con sus claras pupilas inquietantes;
más de uno la maldijo y más de uno la amó.
Y ella siguó en el antro de la ribera
-jadeando su espasmo la turba marinera-
hasta que un fogonero borracho la mató.