EL DÍA SILENCIOSO

texto

de Luis G. Urbina

El mar, pulido y claro, 
parece una turquesa:
añil en la distancia, 
cristal junto a la orilla.
El sol, que suavemente, 
los horizontes besa
como un vaho de oro, 
sobre las aguas brilla.

A impulsos de los remos, 
la barca va traviesa;
con un lampo de plata, 
la superficie astilla;
y luce, al pie del monte, 
que un verde seco espesa
la playa que se tiende, 
radiante y amarilla.

Un alcatraz que llega, 
con desmayado vuelo
en la ola, como un rico 
tapiz de terciopelo,
la punta de las alas 
extiende y abre en cruz.
Ni un ruido, ni una queja, 
ni un ansia, ni un anhelo;
la vida, enamorada, 
del ópalo del cielo,
se place en el letargo 
de una embriaguez de luz.