texto
de Juana de Ibarbourou
La Luna estampa en el cielo
su faz de moneda nueva.
Sobre el trigal amarillo
hay parpadear de candelas.
Los pinos son misteriosos
en esta noche tan clara,
y hasta el ladrar de los perros
trae emoción a mi alma.
Junto al pozo, que está en ruinas
florece una madreselva.
En la polea gastada
un joven gajo se enreda.
Y no se escucha un murmullo
ni se oye un rumor de agua,
¡parece que el ruido duerme
o que el silencio soñara!
pasa un muchacho cargado
con un haz de alfalfa tierna.
¡hasta el alma se me filtra
este buen olor a hierba!
y es tan serena la noche
y es tan intensa la calma,
que se adormece mi angustia
y se evaporan mis lágrimas.