ODA EL DICCIONARIO

texto

de Pablo Neruda

Lomo de buey, pesado 
cargador, sistemático 
libro espeso: 
de joven 
te ignoré, me vistió 
la suficiencia 
y me creí repleto, 
y orondo como un 
melancólico sapo 
dictaminé: "Recibo 
las palabras 
directamente 
del Sinaí bramante. 
Reduciré 
las formas a la alquimia. 
Soy mago".

El gran mago callaba.

El Diccionario, 
viejo y pesado, con su chaquetón 
de pellejo gastado, 
se quedó silencioso 
sin mostrar sus probetas.

Pero un día, 
después de haberlo usado 
y desusado, 
después 
de declararlo 
inútil y anacrónico camello, 
cuando por largos meses, sin protesta, 
me sirvió de sillón 
y de almohada, 
se rebeló y plantándose 
en mi puerta 
creció, movió sus hojas 
y sus nidos, 
movió la elevación de su follaje: 
árbol 
era, 
natural, 
generoso 
manzano, manzanar o manzanero, 
y las palabras, 
brillaban en su copa inagotable, 
opacas o sonoras 
fecundas en la fronda del lenguaje, 
cargadas de verdad y de sonido.

Aparto una 
sola de 
sus 
páginas: 
Caporal 
Capuchón 
qué maravilla 
pronunciar estas sílabas 
con aire, 
y más abajo 
Cápsula 
hueca, esperando aceite o ambrosía, 
y junto a ellas 
Captura Capucete Capuchina 
Caprario Captatorio 
palabras 
que se deslizan como suaves uvas 
o que a la luz estallan 
como gérmenes ciegos que esperaron 
en las bodegas del vocabulario 
y viven otra vez y dan la vida: 
una vez más el corazón las quema.

Diccionario, no eres 
tumba, sepulcro, féretro, 
túmulo, mausoleo, 
sino preservación, 
fuego escondido, 
plantación de rubíes, 
perpetuidad viviente 
de la esencia, 
granero del idioma. 
Y es hermoso 
recoger en tus filas 
la palabra 
de estirpe, 
la severa 
y olvidada 
sentencia, 
hija de España, 
endurecida 
como reja de arado, 
fija en su límite 
de anticuada herramienta, 
preservada 
con su hermosura exacta 
y su dureza de medalla. 
O la otra 
palabra 
que allí vimos perdida 
entre renglones 
y que de pronto 
se hizo sabrosa y lisa en nuestra boca 
como una almendra 
o tierna como un higo.

Diccionario, una mano 
de tus mil manos, una 
de tus mil esmeraldas, 
una 
sola 
gota 
de tus vertientes virginales, 
un grano 
de 
tus 
magnánimos graneros 
en el momento 
justo 
a mis labios conduce, 
al hilo de mi pluma, 
a mi tintero. 
De tu espesa y sonora 
profundidad de selva, 
dame, 
cuando lo necesite, 
un solo trino, el lujo 
de una abeja, 
un fragmento caído 
de tu antigua madera perfumada 
por una eternidad de jazmineros, 
una 
sílaba, 
un temblor, un sonido, 
una semilla: 
de tierra soy y con palabras canto
.