Es una Teoría Económica General elaborada y propuesta por Luis Razeto, quien la identifica en los siguientes términos: “La ‘economía comprensiva’ busca, precisamente, comprender la economía. Entenderla en su complejidad, en la pluralidad de sus componentes, y en la diversidad de sus formas. Por eso no se limita, como hacen las distintas corrientes de pensamiento económico moderno, a considerar una de sus formas particulares - la economía de mercado, o la economía de planificación central, o alguna modalidad de economía mixta - y proponerla como expresión de la racionalidad económica general, sino que examina cada una de las formas que han asumido la producción, la distribución, el consumo y la acumulación a lo largo de la historia y en el presente, considerando a cada una de ellas como una racionalidad económica particular, constitutiva de una parte o de un sector de la economía general, y siendo en consecuencia necesario entender sus interacciones y relaciones recíprocas con los otros sectores, los que en su conjunto configuran las estructuras y los procesos de la economía real.
Economía ‘comprensiva’, entonces, en la doble acepción de la palabra comprender: en cuanto comprende, o sea, incluye e integra todas las formas y modos de la economía, y en cuanto no se queda en la descripción, cuantificación y análisis de las interrelaciones entre las variables económicas, sino que va más al fondo, para identificar las estructuras y los procesos económicos en su complejidad, buscando identificar sus causas y procesos configurantes a partir de sus actores, de las actividades que estos realizan, de sus objetivos, intereses, conocimientos, proyectos y comportamientos.
Para tal comprensión integral de la economía se requiere un paradigma epistemológico muy distinto al que, fundado en el cientismo positivista, ha caracterizado a la disciplina económica moderna en sus diversas corrientes. La
nueva estructura del conociento que funda la economía comprensiva parte de la conciencia de que la historia, y la economía, y la política y la cultura, las hacemos y las guiamos los individuos, las organizaciones y los grupos humanos, y de ello tomamos conciencia real sólo cuando nos sabemos protagonistas y actores autónomos de la historia. Entonces nos es posible comprender que las ciencias de la economía, de la política y de la cultura no pueden ser disciplinas que conciban la realidad como procesos naturales y objetivos, independientes de la conciencia, de la voluntad, de las emociones, de las éticas y de los valores propios de quienes sean los organizadores, protagonistas y guías de esa economía, política y cultura.
La creencia en la objetividad de la ciencia económica se funda en una concepción positivista y naturalista de la realidad social, que por un lado es un error teórico y filosófico, y por otro lado es un ardid de las clases dominantes y de los sectores dirigentes, que de hecho dominan y dirigen conscientemente la economía, pero que la presentan como si lo que ellos han organizado fuera una ‘necesidad’ histórica, un proceso objetivo e ineludible, expresión de ‘la’ racionalidad, como si el actual estado de la economía fuera independiente de sus propios intereses y objetivos.
Los dominados y subordinados, incluyendo entre ellos a los economistas, adoptan fácilmente dicho paradigma naturalista puesto que ellos experimentan pasivamente las condiciones históricas, económicas y políticas, y no son actores de los procesos, que los conduzcan con su conciencia y su voluntad.
Incluso el marxismo, crítico de la dominación y postulador de transformaciones revolucionarias, incurre en el mismo error de suponer una economía naturalizada, sujeta a leyes objetivas e independientes de la voluntad de los hombres. Cae en el error porque teóricamente no logra superar el horizonte teórico del positivismo y del naturalismo materialista. Y cae en el error porque no llega a concebir a los individuos humanos como hacedores de la historia, proponiendo en cambio que ellos deben simplemente sumarse a fuerzas supuestamente objetivas, parteras de la historia, que actuarían conforme a dichas leyes objetivas, a aquella necesidad
histórica. Esto incluso es teorizado en la idea de que la libertad no es sino la
conciencia de la necesidad, esto es, actuar conforme a un supuesto dinamismo
objetivo inherente a la historia, e independiente de la conciencia y de la voluntad, de las decisiones y de las opciones que puedan realizar los individuos y los grupos.
Pero los iniciadores de la economía solidaria, enmarcados en el proyecto de creación de una nueva civilización superior, estando liberados de la subordinación a los poderes y a los modos consolidados de hacer las cosas, conquistada la propia autonomía en base a la cual cada uno es guía de sí mismo y, junto con los demás, creador de cultura, de economía y de política, estamos en condiciones de superar el naturalismo y el positivismo en el conocimiento. Para los creadores de cultura, que la construyen consciente y libremente, las ciencias y las artes y la cultura toda, ya no son mera superestructura determinada por estructuras supuestamente objetivas, necesarias y que proceden conforme a leyes ineluctables.
Entonces, abandonamos la idea de una disciplina económica objetiva, porque
hemos descubierto que toda la realidad histórica, económica y social, es realidad concebida, construida, guiada y coordinada por personas y grupos humanos.
Personas y grupos que las crean y organizan, y que al crearlas y organizarlas ponen en esa realidad que construyen, su propia subjetividad, sus valores, sus éticas, sus objetivos, sus ideales, y también sus engaños, sus ambiciones, sus intereses, sus maldades, sus contravalores. Todo eso es parte de la realidad, y por tanto, todo eso debe ser comprendido por la ciencia de la economía, y reconocido como parte esencial de la explicación de los procesos históricos.” (Luis Razeto Migliaro, en Tópicos de Economía Comprensiva).