texto
de Juan Gustavo Cobo Borda
Manchó con sus zapatos de arena
los escalones del templo.
Profanó la mujer ajena.
Sustrajo el óbolo de la fe.
Y cometió 108 pecados distintos.
El mayor: la impaciencia.
Buda sonriente: escucha al impío.
Permítele contemplar
la suave lealtad
con que los cerezos vuelven cada año.
Dale a saborear
la gloria de una mandarina.
Con 108 golpes de campana
ahuyenta sus cuervos
y ensordese cualquier alimaña.
Buda sonriente: lava su faz.
Con ella se inclinó
ante la belleza pacífica
y armó, con delicadeza,
el feroz nudo rojo del amor.
Que el bronce eterno
del gran Buda verde de Kamakura,
y sobre todo la arboleda que lo circunda,
le enseñen la amarga delicia:
lo poco que queda,
lo mucho que se esfuma.