LO QUE HACE EL TIEMPO

texto

de Ramón de Campoamor

A Blanca Rosa de Osma

Con mis coplas, Blanca Rosa,
tal vez te cause cuidados
            por cantar
con la voz ya temblorosa,
y los ojos ya cansados
            de llorar.

Hoy para ti sólo hay glorias,
y danzas y flores bellas;
            mas después,
se alzarán tristes memorias,
hasta de las mismas huellas
            de tus pies.

En tus fiestas seductoras
¿no oyes del alma en lo interno
            un rumor,
que lúgubre a todas horas,
nos dice que no es eterno
            nuestro amor?

¡Cuánto a creer se resiste
una verdad tan odiosa
            tu bondad!
¡Y esto fuera menos triste
si no fuera, Blanca Rosa,
            tan verdad!

Te aseguro, como amigo,
que es muy raro, y no te extrañe,
            amar bien.
Siento decir lo que digo;
pero ¿quieres que te engañe
            yo también?

Pasa un viento arrebatado,
viene amor, y a dos en uno
            funde Dios;
sopla el desamor helado,
y vuelve a hacer, importuno,
            de uno, dos.

Que amor, de egoísmo lleno,
a su gusto se acomoda
            bien y mal;
en él hasta herir es bueno,
se ama o no se ama, ésta es toda
            su moral.

¡Oh! ¡qué bien cumple el amante,

cuando aun tiene la inocencia,
            su deber!
Y ¡cómo, más adelante,
aviene con su conciencia
            su placer!

¿Y es culpable el que, sediento,
buscando va en nuevos lazos
            otro amor?
¡Sí! culpable como el viento
que, al pasar, hace pedazos
            una flor.

¿Verdad que es abominable
que el corazón vagabundo
            mude así,
sin ser por ello culpable,
porque esto pasa en el mundo
            porque sí?

Se ama una vez sin medida,
y aun se vuelve a amar sin tino
            más de dos.
¡Cuán versátil es la vida!
¡Cuán vano es nuestro destino,
            Santo Dios!

Él lleve tu labio ayuno
a algún manantial querido
            de placer,
donde dichosa, ninguno
te enserie nunca el olvido
            del deber.

Siempre el destino constante
nos da cual vil usurero
            su favor:
da amor primero y no amante;
después mucho amante, pero
            poco amor.

Tranquila a veces reposa,
y otras se marcha volando
            nuestra fe.
Y esto pasa, Blanca Rosa,
sin saber cómo, ni cuándo,
            ni por qué.

Nunca es estable el deseo,
ni he visto jamás terneza
            siempre igual.
Y ¿a qué negarlo? No creo
ni del bien en la fijeza,
            ni del mal.

Este ir y venir sin tasa,
y este moverse impaciente,
            pasa así,
porque así ha pasado y pasa,
porque sí, y ¡ay! solamente
            porque sí.

¡Cuán inútil es que huyamos
de los fáciles amores
            con horror,

Si cuanto más las pisamos,
más nos embriagan las flores
            con su olor!

El cielo sin duda envía
la lucha a la tormentosa
            juventud;
pues ¿qué mérito tendría
sin esfuerzos, Blanca Rosa,
            la virtud?

¡Ay! un alma inteligente,
siempre en nuestra alma divisa
            una flor.
Que se abre infaliblemente
al soplo de alguna brisa
            de otro amor.

Mas dirás: —¿Y en qué consiste
que todo a mudar convida?—
           ¡Ay de mí!
En que la vida es muy triste . . .
pero aunque triste, la vida
            es así.

Y si no es amor el vaso
donde el sobrante se vierte
            del dolor,
pregunto yo: —¿Es digno acaso
de ocuparnos vida y muerte
            tal amor?—

Nunca sepas, Blanca Rosa,
que es la dicha una locura,
            cual yo sé;
si quieres ser venturosa,
ten mucha fe en la ventura,
            mucha fe.

Si eres feliz algún día,
¡guay, que el recuerdo tirano
            de otro amor
no se filtre en tu alegría,
cual se desliza un gusano
            roedor!

Tú eres de las almas buenas,
cuyos honrados amores
            siempre son
los que bendicen sus penas,
penas que se abren en flores
            de pasión.

Con tus visiones hermosas,
nunca de tu alma el abismo
            llenarás,
pues la fuerza de las cosas
puede más que Hércules mismo,
           ¡Mucho más! . . .

Si huye una vez la ventura,
nadie después ve las flores
            renacer
que cubren la sepultura
de los recuerdos traidores
            del ayer.

¿Y quién es el responsable
de hacer tragar sin medida
            tanta hiel?
¡La vida! ¡ésa es la culpable!
La vida, sólo es la vida
            nuestra infiel.

La vida, que desalada,
de un vértigo del infierno
            corre en pos:
ella corre hacia la nada;
¿Quieres ir hacia lo eterno?
            Ve hacia Dios.

¡Sí! corre hacia Dios, y Él haga
que tengas siempre una vieja
            juventud.
La tumba todo lo traga;
sólo de tragarse deja
            la virtud.