de Luis Razeto Migliaro
- Aspectos formales de la crisis orgánica de la civilización moderna y del tránsito hacia una nueva y mejor civilización.
La pregunta que aboradaré en esta presentación puede formularse de varios modos. Uno es ¿cómo iniciar la creación de una nueva civilización? Otro puede ser ¿cómo participar en la transición a una nueva civilización?, o todavía un tercer modo sería ¿cómo empezar a vivir en una nueva civilización?
En cualquiera de los modos que se la formule, es necesario dar una justificación a la pregunta, lo que implica demostrar que es una pregunta real y actual, y que puede encontrar una adecuada respuesta. Esto nos lleva a introducir el tema con algunas precisiones conceptuales y analíticas sobre el estado de la civilización en que estamos viviendo y sobre las condiciones que hacen posible plantearse hoy la cuestión de una nueva civilización.
Una civilización es un orden económico, político y cultural de vastas dimensiones. En ella, la economía, la política y la cultura tienen ciertas características típicas, diferentes de las de otras civilizaciones. Y en una civilización, la economía, la política y la cultura se articulan orgánicamente, esto es, son recíprocamente funcionales. Esta organicidad es lo que hace estables y durables a las civilizaciones. Cuando esta organicidad entre la economía, la política y la cultura se deteriora o pierde, las civilizaciones entran en la que Antonio Gramsci llama ‘crisis orgánica’, y que hoy se acostumbra denominar ‘crisis sistémica’.
Las civilizaciones se expanden y consolidan en la medida en que crecen, en que van integrando, asimilando, incluyendo a más personas, a más grupos sociales, a más población humana, en sus estructuras y dinámicas. El deterioro y decadencia de una civilización se manifiesta en que sus capacidades de inclusión e integración se agotan, de modo que las desasimilaciones comienzan a ser mayores que las asimilaciones. Más personas, más grupos sociales, más población humana, van siendo expulsadas del orden económico, se sienten excluidas del orden político, y se distancian del orden cultural.
La civilización moderna comenzó a construirse en el siglo XVI y ha durado hasta ahora. Se caracteriza, en lo económico, por el industrialismo y el capitalismo; en lo político, por el estatismo y el régimen de partidos; y en lo cultural, por el cientismo materialista y las ideologías. Tres sub-sistemas orgánicamente funcionales.
En las últimas décadas del siglo XX la civilización moderna comenzó a desarticularse, generándose fuertes disfuncionalidades entre la economía, la política y la cultura. Los tres subsistemas han venido agotando sus capacidades de asimilación e inclusión social, y las exclusiones han llegado a ser cada vez más evidentes. En lo económico, el desempleo y el sobreendeudamiento limitan la satisfacción de necesidades en grupos sociales numerosos. En lo político, los partidos ven reducidas sus capacidades de motivar a las personas, y las instituciones estatales pierden credibilidad entre los ciudadanos, de modo que la representatividad y la legitimidad de las instituciones del Estado se debilitan. En lo cultural, las ideologías ya no seducen ni movilizan a las multitudes, y las ciencias sociales, económicas y políticas no saben elaborar respuestas y soluciones eficaces a los problemas crecientemente complejos de la sociedad.
Antes de continuar conviene precisar que la crisis del industrialismo y del capitalismo no significa que el capitalismo y el industrialismo estén colapsando y que pronto llegarán a su fin. Ellos están en crisis, por lo que probablemente se reducirán, dejarán progresivamente de ser la principal forma de producción y distribución En particular, conviene saber que el mercado continuará funcionando, incluso cuando la nueva civilización se encuentre plenamente consolidada. Algo similar podemos afirmar respecto al Estado y a los partidos. Los estados nacionales y los partidos políticos no desaparecerán, no se derrumbarán ni quedarán reducidos a cenizas. Ellos continarán existiendo y funcionando; pero tendrán cada vez menos capacidades de cumplir sus funciones fundamentales, de mantener el orden social y de garantizar los derechos y el bienestar a los ciudadanos. Y vale lo mismo respecto de las ciencias sociales, el cientismo y las ideologías. Seguirán existiendo la sociología, la ciencia política, la economía, asó como el liberalismo y el socialismo. Pero sus capacidades de comprender la realidad social en su complejidad, y de ofrecer respuestas y proyectos que orienten hacia una efectiva solución de los problemas, se verán mermadas cada vez más. Y todo ello, porque la economía, la política y la cultura de esta civilización se están desarticulando, y cada uno de los tres subsistemas están funcionando con incrementadas deficiencias y limitaciones, excluyendo más que incluyendo.
La historia de las civilizaciones demuestra que no siempre las civilizaciones colapsan y desaparecen, sino que hay procesos de transición de una civilización que decae a otra que surge. También la historia enseña que el deterioro de las civilizaciones comienza por sus periferias, y que sus crisis orgánicas se van progresivamente extendiendo hacia sus centros. Es lo que se observa también en esta crisis de la civilización moderna. Los países de América Latina, y los países periféricos de Europa, están evidenciando estas dinámicas.
Cuando una civilización decae, una civilización nueva comienza a ser creada en su interior, iniciando su progresiva expansión: asimilación de personas, de grupos, de población humana. Sólo cuando una civilización comienza a desarticularse, a decaer, se vislumbra la necesidad de iniciar la creación de una civilización nueva y mejor. No se comienza a construir una casa nueva sino cuando se percibe y comprende que la que estamos habitando comienza a deteriorarse.
El gran problema del tránsito de una civilización en crisis orgánica a una civilización mejor y superior, es que la civilización que decae se desarticula a nivel macro social, mientras que la civilización nueva sólo puede comenzar a construirse a nivel microsocial. En efecto, son las estructuras, los sistemas económico, político y cultural los que se desordenan. Pero un sistema no puede ser reemplazado directamente por otro sistema, puesto que éste aún no ha sido construído; ni siquiera claramente pensado o diseñado.
Dos son los errores que en tal sentido suelen presentarse. El primero es pensar que la civilización en crisis se derrumba enteramente como un edificio durante un terremoto, y que en consecuencia la nueva civilización debe construirse desde los cimientos, como si nada de la civilización en crisis resistiera y pasara a formar parte de la que se ha de organizar. El segundo error deriva del pensamiento iluminista, ideológico y utópico, y consiste en creer que se puede sustituir en breve tiempo un sistema económico, político y cultural, por otro sistema integral que funcione articuladamente.
Es importante comprender que la creación de una nueva civilización implica dos procesos interrelacionados, dos dinámicas convergentes.
Uno es el proceso o la dinámica de reorganización estructural de las relaciones entre la economía, la política y la cultura, que supone y se conecta con una transformación profunda de cada una de éstas. En este sentido, el industrialismo y el capitalismo no desaparecerán, pero se verán redimensionan, se reducirán, y se modificarán sustancialmente, en un proceso que podemos definir y caracterizar como “democratización de la economía y del mercado”. Tampoco el Estado desaparecerá, pero se reducirá en sus funciones y en sus costos para la sociedad, y se transformará profundamente en un sentido que es también democrático y participativo, y que implica globalización y localización, descentralización y desconcentración del poder, centralidad creciente de la sociedad civil y empoderamiento de los ciudadanos que recuperan el control de sus propias condiciones de vida. Las ciencias sociales y las ideologías tampoco desaparecerán, pero se verificará en ellas una profunda transformación de sus estructuras cognoscitivas, con notable expansión de lo que podemos entender como construcción social y participativa del conocimiento. Estos procesos los he analizado ampliamente en mis libros, y no es posible profundizarlos en los reducidos tiempos y espacios de esta sintética presentación.
El otro proceso o dinámica constitutiva de la transición hacia una nueva civilización es la creación de nuevas y originales realidades en los ámbitos de la economía, la política y la cultura. Es la creación de lo nuevo, que viene a superar lo obsoleto y lo decadente, y que es portador de los nuevos valores, de las nuevas relaciones sociales, del nuevo ‘tipo humano’ que caracterizará a la civilización del futuro. Esas nuevas realidades económicas, políticas y culturales deben ser creadas a partir de iniciativas particulares y concretas, personales y grupales, experimentales y de aprendizaje. Los humanos podemos pensar sistémicamente, globalmente, pero no podemos actuar sistémicamente; la acción es y será siempre particular, local, puntual, determinada en el espacio y en el tiempo.
Cabe señalar que esta segunda dinámica en la creación de la nueva civilización es determinante de la primera. La historia política demuestra que no se cambian las estructuras actuando sobre ellas. En realidad, las estructuras no son realidades objetivas que están ahí y que se puede actuar directamente sobre ellas. Las estructuras no son cosas, sino las formas que asumen los contenidos. Son las configuraciones y articulaciones de las iniciativas, acciones y hechos. Las estructuras no son otra cosa que la sedimentación de las realidades que se van creando concretamente en los diferentes campos de la actividad social. Las estructuras son el pasado, que continúa aún presente, condicionando a las personas y sus comportamientos, actividades y relaciones habituales.
Las 'iniciativas' son las que crean lo nuevo, lo distinto, lo que cambia a las personas y sus comportamientos y actividades; lo que nos abre al futuro, lo que creará las nuevas estructuras que vendrán a reemplazar a las anteriores, superándolas. Las iniciativas que hoy emprenden unos pocos, se expandirán progresivamente, sedimentarán socialmente, y llegarán a ser en el futuro, también estructuras, historia, pasado. Así se comprende que todo cambio de estructuras es, y no puede ser otra cosa sino el resultado de una multitud de iniciativas portadoras de nuevos modos de pensar y de actuar, de nuevas formas de hacer economía, política, cultura.
Por eso el tránsito de una civilización a otra mejor es siempre un proceso de larga duración, un período histórico complejo. Y difícil, doloroso, de grandes sacrificios humanos, porque el deterioro de la civilización en crisis orgánica afecta a toda la sociedad, generando problemas e insatisfacciones económicas, conflictos políticos, debilitamiento del orden institucional, desorientación cultural. Hay que tener en cuenta que el aumento tendencial del porcentaje de la población que va quedando excluida, conlleva un incremento paralelo de las acciones, comportamientos y protestas anti-sistémicas, que ellas mismas aceleran el deterioro de la economía, de la política y la de cultura propias de esta civilización en crisis. Consecuencia de ello es que el deterioro, la crisis orgánica de la civilización moderna, de su economía, de su política y de su cultura, tenderá a acelerarse.
Pero también es importante comprender que, por otro lado y al mismo tiempo, la creación de una nueva civilización es un proceso entusiasmante, fascinante, real y concreto, que ya ha comenzado para muchos, en el que podemos participar desde ahora, que nos cambia la vida. Podemos ir habitando en la nueva civilización a medida que la vamos construyendo. No hay que esperar que se derrumbe el capitalismo, no es necesario conquistar el poder del Estado. Las condiciones para iniciar la creación de una nueva y mejor civilización están dadas; lo que se requiere son nuestras iniciativas.
Los beneficios de la civilización emergente van recayendo sobre quienes son los protagonistas de su creación, y se irán expandiendo lentamente en la medida en que las iniciativas económicas, políticas y culturales de la nueva civilización vayan creciendo, incluyendo y asimilando a más personas, grupos y población.
- ¿Qué Hacer?
Debemos, entonces, preguntarnos: ¿qué podemos y qué debemos hacer? Aunque la pregunta pueda plantearse en términos de un ‘deber’ hacer, es importante precisar que dar inicio a la creación de una nueva civilización, o participar en su creación, o empezar a habitar en ella, es una opción moral, y por tanto libre: algo que podemos asumir como una opción. Otras opciones son igualmente posibles, y pueden también ser legítimas para quienes las asuman. En efecto, en el contexto de la crisis orgánica de la civilización moderna tal como la hemos definido y caracterizado, existen distintas opciones. Por ejemplo, está la opción de mantenerse firmemente vinculado a la civilización en crisis, y tratar de no contarse entre los que ella está excluyendo. Es la opción preferida por las élites y por quienes viven en situación privilegiada. Esta opción puede implicar actuar para sostener, apuntalar esta civilización, o aspectos de ella, para retardar y hacer más lento y menos dolosoro su deterioro. Por ejemplo, tratar de mejorar las instituciones estatales, o hacer pequeñas reformas en las empresas y los mercados para que sean menos excluyentes. O en lo cultural, trabajar en renovar las ideologías, actualizar los diagnósticos, avanzar en el conocimiento desde las disciplinas y las ideolgías. Otra opción, contraria a la anterior, es la de luchar por acelerar la crisis de esta civilización, actuar contra ella, tratando de combatirla, destruirla, demolerla. Es la acción anti-sistémica, que tienden a adoptar muchos de los excluidos que no alcanzar a visualizar oportunidades y posibilidades mejores.
Ninguna de esas opciones corresponden a la pregunta que me he formulado: ¿cómo inicir la creación de una nueva civilización? O ¿cómo empezar a vivir en ella, participando en la transición hacia una civilización mejor a la existente? Esta es una opción de fundamento moral y que se funda en valores y principios elevados. Es para quienes se orienten en esta dirección, que propongo los análisis y reflexiones que siguen. Desde esta óptima y en esta perspectiva, yo pienso que es inteligente hacer dos cosas:
Por un lado, tomar medidas de orden defensivo: protegernos, tratar de evitar que el deterioro económico, político y cultural, con sus procesos de exclusión social, nos efecte demasiado y nos impida o dificulte generar iniciativas de nueva civilización.
Por otro lado, desplegar procesos de orden proactivo: desarrollar iniciativas creativas, autónomas y solidarias en las que vayamos experimentando y fortaleciendo los modos de vivir correspondientes a una civilización superior a la existente en crisis.
Ambos aspectos, defensivo y proactivo, están relacionados, o deben estarlo para ser eficaces. Ambos implican el desarrollo y potenciamiento de nuestra creatividad, autonomía y solidaridad. Pero podemos diferenciarlos parcialmente.
En cuanto a lo defensivo y de autoprotección me parece que es importante y decididamente conveniente:
- En lo económico, evitar el endeudamiento o reducirlo al mínimo y generarnos algunos ahorros; desarrollar capacidades autónomas de producir los bienes y servicios básicos y para obtener los ingresos indispensables, apuntando a ser lo menos dependientes posible del sistema capitalista y estatista que continuarán excluyendo.
- En lo político, evitar exponernos a conflictos de poder entre facciones o partidos; no participar en protestas y acciones masivas (típicas de la vieja civilización moderna) que puedan dar pié a represión policial o a actos vandálicos; reducirdistintas formas de dependencia del Estado, y generar comunitariamente instancias que nos protejan de la delincuencia y aseguren cierta convivencia civil en las localidades donde vivimos.
- En lo cultural, estar alertas frente a la proliferación de mensajes pesimistas, desorientadores y falsos; tomar distancia de los discursos y relatos ideológicos, unilaterales y confrontacionales, que generan desaliento, desmotivación y temor; identificar fuentes de información y de análisis confiables; fortalecernos moral e intelectualmente para resistir ante la propaganda y las solicitaciones que buscan involucrarnos en dinámicas moralmente decadentes e intelectualmente empobrecedoras (pienso, por ejemplo, en la adicción a estupefacientes y al alcohol, y en la seducción de muchos programas de televisión que fomentan el atontamiento).
Nótese que estas tres decisiones de tipo defensivo significan desconectarnos de elementos clave que mantienen a las personas dependientes del “sistema”. En lo económico, el endeudamiento, en lo politico, la masificación, y en lo cultural, el apego a los medios que atrapan e inhiben el pensamiento libre y autónomo.
En cuanto a lo proactivo y constructivo, son muchas las iniciativas “de nueva civilización” que podemos iniciar y desarrollar, con creatividad, autonomía y solidaridad. Siempre, como hemos dicho, a nivel micro, porque a nivel macro o ‘estructural’ no podemos actuar. Pero para discernir qué iniciativas son realmente conducentes a la creación de una civilización nueva y mejor a la actual, es necesario identificar al menos las direcciones principales que ha de asumir dicho proceso.
En tal sentido, me parece importante destacar que la recomposición de las relaciones entre economía, política y cultura se debe plantear como objetivo, superar la separación que en la civilización moderna existe entre las élites y las mayorías sociales, entre los dirigentes y los dirigidos. Tal separación se da tanto en la estructura económica (donde la separación es entre los propietarios, empresarios e inversionistas arriba, y los trabajadores y consumidores abajo), en la estructura política (que separa a los gobernantes y a la ‘clase política’ arriba, y a los ciudadanos abajo), y en la estructura cultural (que diferencia a los intelectuales y organizadores culturales arriba, y a los que son público receptivo y de muy baja capacidad de elaboración cultural).
Esta dualidad, esta división de la sociedad entre los de arriba que son menos y los de abajo que son muchos, es lo que en las sociedades actuales se está tornando inaceptable, ilegítimo, existiendo una creciente demanda por igualdad. Ello ocurre, básicamente, porque siendo ahora mayores las desasimilaciones que las asimilaciones, cada vez son menos viables y menos perceptibles las posibilidades de ascenso social, que ilusionan a las personas de abajo a creer que les es posible acceder a las posiciones de arriba.
En una primera reacción que podríamos considerar casi instintiva y rudimentaria, la demanda social por la igualdad se expresa como denuncia de las élites y como exigencia de que los de arriba (empresarios, gobernantes, intelectuales) caigan o ‘bajen’ al nivel de las mayorías. Pero es evidente que esto no constituye una verdadera solución, ni menos una adecuada forma de superar la desigualdad. Lo que se requiere es un proceso que vaya dando lugar a nuevas relaciones económicas, políticas y sociales, constitutivas precisamente de una nueva civilización. Si debiéramos expresarlo de manera extremadamente sintética, diríamos que la superación de la separación se verificará cuando, en la nueva civilización, todas las personas sean, o tengan la posibilidad real y efectiva de ser, empresarias, propietarias y trabajadoras, co-gobernantes y dirigentes de sí mismas, e intelectuales, partícipantes en la producción del conocimiento social y creadoras de cultura.
Ello se puede alcanzar solamente a través de procesos de larga duración, en que convergen y se complementan programas de educación y formación, con iniciativas experimentales, comunitariamente desplegadas, que implican aprendizajes y desarrollo de capacidades personales y grupales de emprendimiento y gestión económica, de activación y participación política, y de desarrollo intelectual y cultural.
- Campos de Iniciativas.
Destaco seis ‘campos de iniciativa’ prioritarios, afectados severamente por la crisis de la civilización moderna, y en los que están siendo desarrolladas experiencias de nueva civilización en las que podemos participar activamente.
1. El campo de la alimentación, que presenta actualmente graves problemas que afectan la salud y un buen desarrollo humano. Tomamos conciencia de que la producción de alimentos vegetales, realizada en forma extensiva, emplea cantidades enormes de fertilizantes químicos y de pesticidas de alta potencia, afectando la genuinidad de los productos y dañando las tierras de cultivo. Hay severos problemas en la reproducción de las semillas y en los cultivos transgénicos. La crianza masificada de aves, porcinos y bovinos, y el uso de hormonas y estimulantes artificiales del crecimiento, atentan contra principios elementales del respeto a la vida, y generan productos cuyos impactos negativos sobre la salud están siendo investigados. La elaboración industrial de bebidas y alimentos ‘chatarra’, con exceso de azúcares y grasas, y con sobreabundancia de saborizantes y colorantes artificiales, afectan especialmente la salud de los niños. Los alimentos ultraprocesados son perjudiciales, adictivos, generan aumento de peso y obesidad.
Haciendo frente a esos problemas, han surgido en las últimas décadas numerosas experiencias orientadas a cambiar los modos de producir alimentos y de consumirlos. Se están desarrollando formas de cultivar alimentos sanos, tales como las huertas orgánicas, la agricultura biológica, la agroecología, la permacultura, la conservación de semillas, las crianzas responsables, etc. Se difunden opciones de alimentación saludable, como el naturismo, el vegetarianismo, la alimentación macrobiótica y diversas modalidades de dietas saludables. Están también las organizaciones de consumidores, que exigen que los productos alimenticios cumplan normas básicas de salubridad, etiquetados transparentes, genuinidad, etc. Podemos mencionar también movimientos como el slow food, que propician una mejor cultura de la comida y la alimentación, respetar los ritmos y ambientes de una alimentación saludable, promover las tradiciones culinarias regionales y locales, y buscar una mejor calidad de vida asociando el placer y el conocimiento en la alimentación.
2. El campo de la salud, la civilización moderna difundió un enfoque mecánico en que las enfermedades son combatidas con drogas y fármacos especializados para cada dolencia, o mediante cirugías y transplantes de órganos. Con este sistema las personas son objeto de atenciones médicas cada vez más frecuentes, en hospitales y clínicas masivas, en correspondencia con la mayor frecuencia y difusión social de las enfermedades. Los fármacos y drogas van perdiendo eficacia a medida que se repiten en el tratamiento de enfermedades reiteradas, requiriéndose cada vez dosis mayores y productos de mayor potencia invasiva. Cabe añadir que en la vida moderna se multiplican las enfermedades nerviosas y mentales, el estrés, la depresión, la pérdida de sentido de la vida, la anomia moral, generando formas de vida abiertamente insanas. En las atenciones de salud predominantes no se considera que los seres humanos somos personas integrales, en que las dimensiones corporal, afectiva, intelectiva, de convivencia social y de relación con la naturaleza son interdependientes y constituyen aspectos esenciales de la salud física y mental. En la actualidad las personas son altamente dependientes de los sistemas públicos de salud, carecen de una cultura de la salud que les proporcione autonomía y autocontrol de su bienestar, y muchas enfermedades son autoprovocadas, por malas prácticas de alimentación, de higiene, de cuidado del cuerpo, por consumos adictivos, etc.
Como respuesta frente a estas situaciones y problemas se están desarrollado múltiples formas, concepciones y prácticas medicinales alternativas. Cabe mencionar el empleo de dietas, de plantas y de extractos vitamínicos y minerales de base biológica. Fundadas en una concepción integral del ser humano, existen experiencias que buscan la conservación de la salud y el mejoramiento del bienestar trabajando sobre la conexión mente – cuerpo – espíritu, entre las que cabe mencionar el reiki, las técnicas de yoga y meditación, las terapias energéticas, etc. Hay búsquedas centradas en la recuperación de saberes medicinales antiguos, como la medicina tradicional china, la acupuntura, la medicina ayurvédica y la naturopatía. Algunas de estas formas de salud ‘alternativa’ están sustentatadas o han sido avaladas por investigaciones científicas rigurosas, mientras que otras se basan en saberes ancestrales y/o de base filosófica y espiritual. Entre la espiritualidad y la salud existen vínculos esenciales, que todas las grandes tradiciones espirituales han siempre resaltado. Saber quién y cómo uno es, conocerse a sí mismo, desarrollar una cultura de la salud, adquirir niveles crecientes de autonomía en la gestión del cuerpo, de la mente y del espíritu, constituyen orientaciones esenciales para una vida más plena. En este ‘campo de iniciativas’ es necesario el respeto de las opciones personales, así como la responsabilidad frente a enfermedades y situaciones que requieren la intervención de la medicina moderna.
3. El campo de la energía, pues en las sociedades industriales, de alta urbanización y enorme aparato estatal, se emplean volúmenes gigantescos de energía en la producción, el transporte, la iluminación y la seguridad. Para requerimientos tan elevados, la producción de energía se realiza en plantas inmensas, muy concentradas, que emplean carbón, petróleo, gas, energía nuclear, y embalses de agua de dimensiones colosales. Estas formas de generación de energía presentan severos problemas: algunas no son renovables y tienden a escasear y agotarse; otras tienen problemas de seguridad no plenamente resueltos; casi todas tienen graves efectos de contaminación atmosférica, de las aguas, afectan el medio ambiente y contribuyen al cambio climático.
Buscando resolver estos problemas se han desarrollado formas energéticas nuevas basadas en fuentes renovables, limpias o menos contaminantes, producidas en escalas de menor tamaño y controlables por la población de cada lugar en que se asientan. La energía solar en sus varias modalidades de captación, acumulación y distribución; la energía de los vientos; la de las aguas de paso; el aprovechamiento de la energía contenida en la biomasa, y algunas otras, forman parte de una búsqueda tendiente a producir energías renovables y sustentables. Forman parte de las nuevas soluciones las tendencias a una más elevada eficiencia que permita reducir el consumo de energía, especialmente en las grandes ciudades y en el transporte de productos y de personas. En la misma dirección se instalan prácticas sociales como la difusión masiva del uso de la bicicleta, y la reducción del desplazamiento físico de las personas y de las mercancías.
4. El campo de la ecología y el ambiente, donde constatamos que los problemas del planeta tierra, provocados por la actividad humana son muy serios. Cada vez hay más evidencia científica sobre el cambio climático, la contaminación de la atmósfera y de las aguas, la desertificación, la extinción de especies, los desequilibrios ecológicos y el deterioro del medio ambiente en general, producidos por el modo en que crece y se expande la economía y la sociedad sobre la tierra. Los efectos se dejan sentir sobre la población, que se ve afectada por cada vez más frecuentes y graves desastres (incendios de bosques, aluviones, inundaciones, sequías, etc.). Lo sorprendente es que, si bien aumenta el conocimiento científico y la conciencia social sobre todo esto, nuestras sociedades no cambian de rumbo y se persiste en crecer, producir, consumir y vivir de los mismos modos en que se viene haciendo, con tan graves consecuencias.
Una característica típica de la civilización moderna ha sido delegar en el Estado y en las grandes organizaciones económicas la solución a los problemas que aquejan a las personas y a la sociedad. Eso, que ocurre en cada uno de los temas que hemos destacado como ‘campos de iniciativa’ (la salud, la alimentación, la educación, la energía), sucede de manera especialmente acentuada respecto a los problemas de la ecología y el medio ambiente. Pero ni los Estados ni las grandes organizaciones y corporaciones económicas resolverán estos problemas, pues son ellos que los han generado y los reproducen.
Lo que se requiere es una multiplicidad de iniciativas y de acciones particulares, locales, diversas, desplegadas con la máxima descentralización, de modo que en cada lugar o territorio donde se encuentre asentada una persona, una familia, una comunidad, un país, ellos mismas se hagan cargo de su propio ambiente y de las condiciones y circunstancias ecológicas en que se desenvuelve su vida. El tránsito a una nueva civilización supone que las personas superen la subordinación y dependencia en que se encuentran, y que asuman protagónicamente el desarrollo de los nuevos modos de vivir, de actuar, de relacionarse y de convivir, respetuosas del ambiente y la ecología. Frente a los mencionados desequilibrios se despliegan actualmente variadas experiencias, como el reciclaje y la recuperación de desechos, la protección de los animales, el cuidado de la flora y la fauna propias de la región y localidad en que se vive, el empleo racional de las aguas, etc.
5. El campo de la organización social y de la convivencia comunitaria, que en la civilización moderna está constituido básicamente por las relaciones sociales que se establecen en las empresas y en el mercado, y por las relaciones de poder que articula el Estado y sus instituciones. Esto conlleva la reducción de la afectividad, de la confianza mutuay de la convivialidad al ámbito de la familia y de pequeños grupos de amigos. Se ha perdido el sentido de comunidad, mientras la organización social de mayores niveles de agregación se ha vuelto fría, anónima y burocrática, con predominio de la competencia que distingue ganadores y perdedores, y de las relaciones de poder que diferencia dirigentes y dirigidos.
Reconstruir y desarrollar la sociedad civil, tan menoscabada en la civilización moderna, es un campo de iniciativa esencial en el proceso de creación de una nueva civilización. Una sociedad civil en la que las personas nos conozcamos personalmente, nos reconozcamos como iguales y como hermanos, nos cuidemos unos a otros, compartamos emociones y aprendizajes, y en que la ternura y la expresión de la afectividad sean social y culturalmente legítimas a nivel general y no solamente en los ámbitos reducidos del parentesco y de los pequeños grupos de amigos.
6. El campo de la educación, considerando que la actual educación escolar es todavía hoy la que se estructuró a comienzos del siglo pasado con la finalidad de preparar e introducir a los niños y jóvenes en la sociedad industrial y estatal. Es una educación que estandariza, masifica y disciplina a una gran mayoría de niños y jóvenes preparándolos para ocupar lugares subordinados y funciones dependientes en la economía, en la política y en la cultura. Es una educación que inhibe la creatividad, castiga la autonomía y fomenta el individualismo.
Muchos educadores, que han tomado conciencia de esta lamentable educación escolar, han desarrollado sistemas y métodos de educación alternativa, orientados a la formación integral de los niños y jóvenes, poniendo énfasis en el desarrollo de la creatividad, de la autonomía y de la solidaridad. Escuelas Montessori, Waldorf, Escuela Nueva, Educación Liberadora y varias otras constituyen modelos educativos que, manteniéndose insertos en el sistema escolar exigido por los Estados, aplican metodologías que buscan superar sus limitaciones y deformaciones más evidentes.
Por otro lado, las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones están dando lugar a un amplio proceso de experimentación, destacando la notable expensión que está teniendo la educación a distancia y el e-learning, que junto con multiplicar las opciones respecto a los contenidos y las formas de la enseñanza, fomentan el autoaprendizaje y la responsabilización de cada uno respecto a sus desarrollos cognitivos. La creciente conciencia de los defectos de la educación escolar están llevando también a muchas familias a probar modalidades de educación en el hogar (Homeschooling).
La búsqueda de formas de educación que faciliten la formación de personas creativas, autónomas y solidarias, y que promuevan el tránsito hacia una nueva y mejor civilización, es un ‘campo de iniciativas’ abierto a la exploración, tanto en cuanto a los contenidos de lo que corresponde enseñar y aprender, a lo ambientes y contextos educativos que puedan organizarse, y a los métodos de enseñanza-aprendizaje.
- Racionalidades y dinámicas transversales.
En esos ‘campos de iniciativas’ y en las experiencias que se crean en ellos, es importante destacar que están surgiendo tres modos de ser, de relacionarse y de actuar que son constitutivas de racionalidades emergentes, propias de la nueva civilización. Ellas son, en lo económico, la economía de solidaridad y cooperación; en lo político, la coodinación horizontal de las decisiones, y en lo cultural, el conocimiento comprensivo y el pensamiento complejo. Presentes en cada uno de los campos de iniciativas mencionados, estas racionalidades emergentes van configurando una nueva organicidad entre lo económico, lo político y lo cultural, determinante de la nueva civilización en proceso de construcción histórica. Muy brevemente, sobre cada una de ellas:
1. La economía solidaria consiste en organizar y ejecutar las actividades y los procesos económicos conforme a una racionalidad y a una emocionalidad solidarias, que pone la realización plena de las personas y el desarrollo social integral como los grandes fines a los que se orientan la producción, la distribución, el consumo y la acumulación. Ello se cumple en empresas y unidades económicas que se distinguen por articular a sus componentes internos y relacionarse con terceros y en los mercados, en base a criterios de justicia, cooperación, comunidad, reciprocidad y solidaridad, y teniendo siempre en vista el bien común.
La economía solidaria se despliega en todos los campos y rubros de la actividad económica; pero presenta especiales ventajas, eficiencias y potencialidades al aplicarse a los campos de la alimentación, la salud, la energía, el medio ambiente y la educación.
Conviene precisar que la economía solidaria no se propone como alternativa sistémica y totalizante, sino como un sector, una opción que crece y se desarrolla en el marco de un sistema económico pluralista, que reconoce los roles insustituibles del estado y del mercado.
2. La coordinación horizontal de las decisiones es un elemento esencial en la perspectiva de una nueva civilización. En efecto, un importante tema que debe resolver una nueva política se refiere a la necesaria coordinación de las decisiones y de las iniciativas y experiencias individales y grupales. Todos los problemas y asuntos que deben ser abordados en la economía, la política y la cultura implican opciones que adoptan autónomamente las personas y los grupos, los que en orden al bien común, requieren coordinarse armónicamente.
En la civilización moderna, capitalista y estatista a la vez, la coordinación de las decisiones es efectuada principalmente por las empresas capitalistas y por el Estado (territorial). Las personas son coordinadas en sus actividades desde arriba, verticalmente. Por las empresas, los bancos y los intermediadores comerciales, y por el Estado y sus instancias de administración pública. Ellos obtienen como remuneración de sus servicios de coordinación, un porcentaje importante de la riqueza producida socialmente; son las ganancias que logran los primeros y los impuestos que cobran los Estados. Esos modos verticales de coordinación son los que conllevan la división de la sociedad en dos niveles: los dirigentes y los dirigidos, o sea los coordinadores y los coordinados.
En las experiencias que se crean desde la sociedad civil se manifiesta una notable diversidad y pluralismo, y no se estructuran poderes concentrados ni grandes organizaciones que se impongan sobre las personas ni sobre las experiencias. En ellas no se cristaliza institucionalmente la separación entre los dirigentes y los dirigidos, que es típica de las grandes organizaciones y estructuras de la civilización capitalista y estatista. En los procesos de creación y desarrollo de la nueva política, las personas y los grupos despliegan sus iniciativas con autonomía, en base a su propia creatividad, y solidarizando entre ellos y con el entorno social. Por todo ello, el orden colectivo no puede imponerse por la fuerza ni mediante el ejercicio del poder, siendo en cambio indispensable la coordinación de las decisiones independientes, adoptadas por quienes participan libremente en ellas. Esto plantea desafíos que en una nueva política deben encontrar adecuadas respuestas, en las cuales las redes informáticas y las tecnologías de la información y la comunicación constituyen herramientas de creciente importancia.
En efecto, constatamos que la internet, especialmente a través de las redes sociales y de las aplicaciones colaborativas, está transformando aceleradamente numerosas actividades y estableciendo relaciones horizontales entre sus participantes. Ejemplos de ello son la televisión por internet y la prensa y periodismo ciudadano, con la existencia de numerosos medios de comunicación gestionados por personas y asociaciones; la edición y distribución de libros con la publicación de e-book; el e-learning que multiplica las opciones educacionales en todos los niveles; la publicidad que se realiza a través de las redes y los website; el transporte a través de aplicaciones que conectan directamente a los oferentes y los demandantes, facilitando el uso compartido de automóviles; los servicios que conectan la demanda turística con la oferta doméstica de habitaciones; el comercio realizado mediante plataformas que facilitan la compra y venta de todo tipo de productos desde sus hogares y sin intermediarios. La novedad y el hecho esencial que distingue a estas nuevas formas de actividad es que con ellas se comienza a realizar una extendida coordinación horizontal de las decisiones y entre personas y organizaciones independientes, tanto a nivel de cada país como en el plano internacional.
La coordinación horizontal no opera fuera del mercado, pero lo transforma en sentido de su democratización, haciendo posible el ideal de que todos seamos en cierto modo empresarios y trabajadores, productores y consumidores al mismo tiempo. Tampoco opera fuera del ordenamiento estatal, pero también lo democratiza, haciendo posible que las funciones sociales que favorecen el bien común integren los recursos, las iniciativas y las actividades de los ciudadanos y sus organizaciones. La coordinación horizontal de las decisiones están empezando a cambiar las estructuras del mercado y las funciones del Estado, que se habían mantenido durante los más de cinco siglos de vigencia de la civilización moderna.
Estamos conociendo y viviendo las primeras manifestaciones de este proceso transformador. Un paso clave se dará cuando la coordinación horizontal comience a funcionar al nivel de la emisión y la circulación del dinero, cuya emisión es actualmente monopolio del Estado y cuya circulación es coordinada por los bancos comerciales. Las experiencias ya probadas de dineros complementarios y alternativos, organizados horizontalmente por productores y consumidores solidariamente asociados, demuestra que ello es posible y nos permite prever que ocurrirá, superando las resistencias de los bancos y de los estados.
Las reaccionarias resistencias al cambio que oponen y opondrán los "coordinadores verticales" (estatistas y capitalistas) serán vencidas por tres razones básicas: 1. Porque las nuevas tecnologías y la coordinación horizontal están en el ADN de las generaciones jóvenes. 2. Porque el carácter mundial del cambio en curso le hace trascender las posibilidades de ser controlado por parte de instituciones que tienen capacidad de operar solamente a nivel nacional (territorial). 3. Porque cuando una función se torna innecesaria o contraproducente (como será el caso de la coordinación vertical), más temprano que tarde la situación parasitaria en que cae se hará evidente, y en consecuencia dejará de soportarse.
3. El Conocimiento Comprensivo y el Pensamiento Complejo. Para transitar hacia una nueva y superior civilización, que implica articular de modo nuevo la organicidad entre la economía, la política y la cultura, se necesita una forma de conocimiento superior a la del cientismo positivista que separa el conocimiento en disciplinas académicas, y ciertamente superior a las ideologías. Una nueva economía y una nueva política, que enfrenten con eficiencia los grandes desafíos y problemas de la sociedad, requieren el desarrollo de conocimientos rigurosos y de alta complejidad.
Por ello, y para desarrollar con coherencia y eficiencia nuevas soluciones en la alimentación, en la energía, en la salud, en la educación, en la ecología y medio ambiente, etc., es necesario alcanzar formas de conocimiento superiores a los que sirven para orientar los procesos estandarizados y unilaterales propios del capitalismo y el estatismo. Lo que se requiere es una nueva estructura del conocimiento, que hemos denominado conocimiento 'comprensivo', y una forma de pensamiento avanzado, que ha sido identificado como 'complejo'.
El pensamiento complejo implica superar el pensamiento ideológico caracterizado por el simplismo de las ideas y de las propuestas de transformación de la realidad. Pensamiento simplista es el que lleva a sostener, por ejemplo, la igualdad de género sin reconocer diversidades, o la igualdad en las remuneraciones y distribución de la riqueza sin tener en cuenta aportaciones y necesidades diferentes. Pensamiento complejo es, en cambio, el que postula A. Gramsci cuando afirma: "Encontrar la verdadera igualdad bajo la aparente diversidad y contradicción, y encontrar la sustancial diversidad bajo la aparente igualdad, es la más delicada, incomprendida y no obstante esencial dote del crítico de las ideas y del historiador del desarrollo histórico".
El conocimiento comprensivo implica superar el cientismo positivista, caracterizado por separar lo objetivo y lo subjetivo, prescindir de los valores en el análisis de los hechos sociales, simplificar la realidad proponiendo teorías generales a partir de aspectos particulares de la realidad. Ejemplos de conocimiento unilateral son las teorías económicas liberales y el materialismo histórico. El conocimiento comprensivo implica un esfuerzo de asimilación de concepciones teóricas diversas y aparentemente contradictorias, y en base a ello, la elaboración de un punto de vista superior que, reconociendo la parcial validez de cada una de las teorías parciales, las integra y las supera en una síntesis superior.
Con el conocimiento comprensivo y el pensamiento complejo se llega a comprender la diversidad y la complejidad de las estructuras y de los procesos reales, lo que permite generar iniciativas de transformación diversas, creativas, autónomas, realistas, que parten del análisis particular de las condiciones particulares en que se vive y actúa. Ello teniendo en cuenta que el conocimiento se encuentra socialmente repartido, que nadie es poseedor de la verdad completa, y que todos los procesos económicos, políticos y culturales son altamente complejos, por lo cual las transformaciones progresivas que conduzcan a la creación de una nueva civilización deben ser pluralistas, multifacéticas y diversificadas.
- La Autonomía, la Ética y la Espiritualidad.
Dos comentarios finales. Con el primero, quiero precisar el concepto de autonomía, para evitar dos posible interpretaciones erróneas. El primer error sería entender la autonomía como separación y aislamiento, en el sentido de que la nueva civilización se crea y surja fuera del mundo real, no interactuando con las realidades sociales, políticas y sociales existentes. El segundo error sería exagerar el antagonismo y la novedad de la civilización nueva respecto a la existente, pensándose que la construcción de la civilización nueva se construya en oposición y conflicto con la civilización que decae, y no pueda aprovechar y valerse de muchos elementos válidos existentes en ésta. El concepto de autonomía que propongo, es una reelaboración de una idea esbozada por Antonio Gramsci en relación a los movimientos sociales.
Decía Gramsci que un movimiento social transformador, en su proceso de conquista de la autonomía, pasa por tres fases. La primera fase la llama “de escisión”, de separación, y consiste en tomar distancia respecto a los modos de ser de las realidades predominantes. Se quiere ser distintos, se busca diferenciarse de aquello que se quiere superar. Por ejemplo, frente al capitalismo, el movimiento se define como no-capitalista.
La segunda fase es “de antagonismo”, de oposición activa frente a la realidad que se quiere cambiar. Se lucha y se combate contra lo que se quiere reemplazar. Por ejemplo, el movimiento se define como anti-capitalista. Se exacerba la crítica porque se teme ser reabsorbido por aquello que se combate, cuyo poder y superioridad no deja de reconocerse.
En estas dos primeras fases el movimiento no ha logrado aún la autonomía, pues no se está definiendo en función de su propia identidad y proyecto, sino en función de aquello que se quiere cambiar. Definirse como no-capitalista y/o como anti-capitalista, es todavia estar subordinado al concepto y a la realidad del capitalismo. No se tiene un proyecto propio sino uno que se define en función de algo exterior, una realidad respecto de la cual se permanece conceptual y mentalmente dependiente.
La autonomía es un paso posterior, y consiste en “elevarse hasta un vértice inaccesible al campo adversario”. En la autonomía se tiene un proyecto propio, plural e inclusivo, porque se ha alcanzado una comprensión superior, más amplia, más profunda, más comprensiva y compleja, de la realidad en su diversidad. Desde ese punto de vista superior, se está en condiciones de criticar, pero también de reconocer aquella parte de valor que contiene la realidad o la concepción que se quiere superar. No se teme ser absorbido por el adversario, porque se le ha asimilado críticamente, se le ha subordinado, se le ha funcionalizado en vistas del proyecto. La propia identidad ha llegado a ser incluyente de toda la diversidad que merezca ser valorada, transformada, perfeccionada. Esa es la verdadera autonomía, no la que se queda en la separación o en el antagonismo. Entonces, no hay ni aislamiento ni combatividad, sino actividad creativa, constructiva, integradora, solidaria.
Y para terminar, un breve apunte sobre la ética y la espiritualidad. Todas las civilizaciones hasta ahora conocidas han estado fundadas y animadas en una concepción ética y espiritual, que le da sentido a la vida humana y a la historia. Lo ha demostrado ampliamente Arnold Toynbee, el más grande historiador de las civilizaciones, quien llegó a identificar y estudiar 23 civilizaciones distintas a lo largo y ancho de la historia. Es que levantar una civilización supone el despliegue de inmensas energías intelectuales, morales y espirituales, que abran la experiencia humana hacia perspectivas y horizontes más amplios y más profundos.
Es bastante evidente que estamos ante una profunda y extendida crisis de las creencias religiosas, morales y filosóficas que han animado y guiado a la humanidad en el pasado y hasta ahora. Siendo así, enfrentamos (como personas y como sociedades) la necesidad urgente de reelaborar ideas y convicciones éticas y espirituales, que de nuevo nos motiven y orienten. Ello parece ser una condición para que se mantenga en nuestras sociedades una vida civilizada, pues en ausencia de convicciones que sean personal y socialmente asumidas, y de motivaciones espirituales en alguna medida compartidas, predominará la ley del más fuerte o en el mejor de los casos las leyes de un mercado excluyente y causante de gravísimos conflictos sociales y de aún más peligrosos daños ambientales. Si no hay creencias y valores compartidos, validados en culturas diversas, todo (incluidos el Estado y la política) tiende a reducirse a las relaciones de fuerza entre intereses y voluntades particulares. La reelaboración de las ideas, de los valores y de las energías espirituales es algo esencial para el tránsito hacia una nueva y superior civilización.
Es necesario ponernos en búsqueda de la verdad perdida, del Ser perdido, empezando por recuperar la fe en el ser humano y en sus capacidades cognitivas, que son condición de la esperanza y de la posibilidad real de la fraternidad humana.
En efecto, no tenemos hoy - después de la crítica epistemológica moderna - otra alternativa que partir desde nosotros mismos, de nuestra propia experiencia interior, pero también reexaminando y recorriendo la historia, entendida como la experiencia colectiva de la humanidad. En tal sentido parece necesario prestar especial atención a aquellos hombres sabios, profundamente humanistas y espirituales, cuyas experiencias, ideas y obras son las que han abierto los caminos de las grandes filosofías, religiones y espiritualidades.
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Para quienes deseen profundizar los temas tratados en esta presentación les recomiendo mis libros:
- ¿Cómo iniciar la creación de una nueva civilización?
- Tópicos de Economía Comprensiva.
http://www.universitasnc.net/venta/topicos-de-economia-comprensiva
- Os Caminhos da Economia de Solidariedade
http://www.universitasnc.net/venta/content/os-caminhos-da-economia-de-solidariedade