ESTACIÓN NOVENTA Y NUEVE - EL UNIVERSO EXULTA Y BENDICE AL CREADOR

ESTACIÓN NOVENTA Y NUEVE

EL UNIVERSO EXULTA Y BENDICE AL CREADOR


 

Al terminar el ayuno me di cuenta de que mi vista se encontraba como opacada por una densa neblina. Comprendí que la debilidad de mis ojos se debía al haber estado tantas noches mirando las estrellas, y a la poca alimentación durante esos días de retiro en el desierto.

Buscando descanso para mis ojos que por tantas jornadas mantuve vueltos hacia lo alto, me puse a mirar una cascada de agua cristalina que caía graciosamente desde el empíreo celeste, y que al llegar a tierra formaba una extensa laguna azul verde.

Caminé hasta la cascada y me dejé bañar por la Gracia, lo que había repetido los diecinueve días del ayuno. En vez de sentirme debilitado por el poco beber y comer, comprendí que me había fortalecido día tras día, y ahora mi vista no solamente se recuperaba sino que adquiría una finura que nunca tuvo.

Al día siguiente se me acercó sonriente Sabiduría. Me comunicó que ya muy pronto no continuaría siendo mi Maestra, porque para acceder a la Suprema Esfera del firmamento se requería una virtud que por sí misma las más elevadas ciencias y sabiduría humanas no podían alcanzar.

Y ¡oh sorpresa! Ante mí aparecieron nuevamente Ciencia, Filosofía y Sabiduría tomadas de las manos y danzando gozosamente. Sus flexibles, ondulados y deliciosos cuerpos irradiaban arco iris aureolados, que por momentos las liaban y envolvían, y luego las separaban permitiendo que cada una exhibiera su seductora belleza.

Comprendí que las tres Beldades me habían acompañado durante todo el viaje.

Ahora – me dijeron las tres al unísono – ven a orar con nosotras. ¡Unámonos al coro universal de alabanzas!”.

El coro cantaba los Salmos antiguos; enseguida Sabiduría, Filosofía y Ciencia entonaron nuevos versos con vibrante voz; yo escuchaba, aprendía la letra de las canciones, y enseguida expresaba mis humildes reflexiones, que fue mi modo de sumarme a la alabanza.

(Coro:)

¡Aleluya!

Cantemos a Yahveh un Salmo nuevo

resuene su alabanza en todo el Cosmos

festeje el Universo al Creador

que hizo maravillas

en el cielo y en la Tierra.

¡Venid a ver las obras del Señor!”.

(Las Beldades:)

 

Cosmos

 

Bendiga al Señor lo infinitamente grande,

alábenlo la astrofísica y la cosmología;

lo bendigan la luna, el Sol y los planetas,

las estrellas de todos los tipos, tamaños y formas

con sus diversos sistemas planetarios;

las galaxias innumerables con sus agujeros negros,

el espacio-tiempo relativo, elástico y curvado

por la fuerza de gravedad invencible:

la materia, la antimateria y la materia oscura,

y también los agujeros de gusano,

los universos paralelos y el multiverso”.

Las ciencias que nombran, calculan y exploran las inconmensurables dimensiones y las inconcebibles energías del Cosmos, con cada descubrimiento nos acercan a comprender la infinitud del Creador y la magnanimidad con la que hizo que existan, crezcan, evolucionen, se expandan y eternamente perduren, las cosas que conocemos, aquello que apenas atisbamos, y lo que aún ni siquiera imaginamos.

 

Cosmos 2

 

(Coro, del Salmo 19:)

El cielo proclama la gloria de Yahveh,

el firmamento pregona la obra de sus manos;

el día le pasa el mensaje al día,

la noche se lo susurra a la noche.

Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

a toda la Tierra llega su pregón

y hasta los límites del orbe su lenguaje.”

 

Átomo

 

(Las Beldades:)

Bendiga al Señor lo infinitamente pequeño,

alábenlo la física y la mecánica cuántica;

lo bendigan protones, neutrones y electrones,

quarks, gluones y bosones de Higgs;

interacciones electromagnéticas

y reacciones de fisión y de fusión.

Lo exalten la Constante de Planck,

la Incertidumbre de Heinsenberg

y el Principio de Superposición.

Glorifíquenlo fotones, gravitones, ondas y cuerdas,

y los cuántos que se comportan, según se los observe,

como corpúsculos con masa o como ondas sin ella”.

Cada nuevo descubrimiento científico nos acerca un poco a comprender la omnipotencia y la omnisciencia de quien hizo universos subsistentes, con elementos tan lábiles, inestables, indeterminados e inciertos que existen apenas y se desintegran al instante.

 

Delfines

 

(Coro, del Salmo 148:)

Alabad a Yahveh desde la tierra

los cetáceos de todos los océanos;

los rayos, el granizo, la nieve y la bruma,

los huracanes que cumplen sus órdenes;

los montes y todos los valles,

los árboles frutales y los cedros;

las fieras y animales domésticos,

los reptiles y las aves que vuelan”.

 

Bosque

 

(Las Beldades:)

Bendiga al Señor la vida que se expande en la Tierra,

alábenlo la biología, molecular y celular,

evolutiva y ecológica, de las emociones y del conocimiento,

la fisiología, la ecología y la neurociencia.

Lo glorifiquen el adn, los genes y el código genético,

la ontogénesis y la filogénesis,

Lo bendigan virus, bacterias, protozoos, algas,

hongos, musgos, helechos, hierbas, arbustos,

y árboles que prodigan frutos, maderas, sombras y cobijos;

peces, insectos, arañas, aves y mamíferos,

todos formando una biósfera en dinámico equilibrio,

la Madre Tierra, la Pachamama, Gaya”.

 

Que la infinita diversidad, armonía y potencia creativa de la vida provengan, autopoiéticamente, de un único abiogenético minúsculo predecesor, algo nos acerca a comprender la Providencia de quien creó materia capaz de generar la sorprendente vida que se multiplica, diversifica y evoluciona a través de azarosas mutaciones, hasta constituir la magnífica biósfera que cubre el planeta entero.

 

David de Miguel ángel

 

(Coro, del Salmo 8:)

¡Señor, qué admirable es tu nombre

en todo el universo!

Cuando contemplo la obra de tus manos

y el universo que has creado

¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,

el ser humano para que te ocupes de él?

Lo hiciste poco menos que un dios

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,

todo lo pusiste a sus pies”.

 

Un pueblo

 

(Las Beldades:)

Bendiga al Señor lo infinitamente complejo,

alábenlo la antropología y la psicología

que hurgan y atisban la complejidad de la mente,

y las ciencias de la historia, la economía y la política

que buscan comprender el orden y los conflictos,

las estructuras y los procesos de los pueblos y civilizaciones.

Alaben al Señor la conciencia y el inconsciente,

las emociones y las ideas, los sueños y los arquetipos.

Exulten las labranzas y crianzas campesinas,

los trabajos de albañiles, carpinteros y artesanos.

Los arquitectos cuyos puentes, torres y catedrales

invitan a trascender y elevar las miradas a lo alto;

los pintores que revelan lo invisible

combinando luces y sombras, formas y colores;

los músicos que con melodías, canciones y sinfonías

conmueven, despiertan emociones y destraban las almas;

los literatos que con relatos, cuentos y novelas

escudriñan lo que esconde el corazón de hombres y mujeres;

los poetas, mensajeros de los secretos del mundo y del espíritu;

los filósofos y sabios que abren al conocimiento

del sentido de la vida y al significado de la existencia,

y que liberan del temor a la muerte”.

 

el hombre llega a la luna

 

La grandeza y dignidad de los seres humanos, capaces de conocer, admirar y amarlo todo, de crear cualquier cosa que en nuestra imaginación desbordante se nos ocurra, de actuar con albedrío, libertad y autonomía, y de amar y unirnos unos a otros con el cuerpo, con las mentes y con el espíritu, nos permiten intuír algo de la infinita Omniciencia, Creatividad, Omnipotencia y Amor de quien nos creó a imagen y semejanza suya.

(Coro, del Salmo 30:)

Yo pensaba muy seguro:

No vacilaré jamás’.

Con tu favor me colocabas

en una cima inexpugnable;

pero escondiste tu rostro

y quedé desconcertado.

A tí, Señor, llamé: ¡socórreme!

¿Qué ganas con mi muerte,

con que baje a la fosa?

Entonces cambiaste mi luto en danza

y me vestiste de fiesta;

te cantaré con toda el alma sin callarme,

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”.

 

la gratitud

 

(Las Beldades:)

Digamos juntos:

Gracias te damos, Señor, porque no creaste el mundo perfecto

y permitiste que nos hiera el sufrimiento.

Si fuera perfecto este mundo

y no experimentáramos restricciones

ni sufriésemos dolores;

si la enfermedad no nos asaltara

y el desamor no nos lastimase;

si no supiéramos de la muerte

y el mal no nos amenace,

nos complaceríamos en el placer permanente,

no buscaríamos el conocimiento y la verdad,

no crearíamos bellezas nuevas,

no lucharíamos por el bien y la justicia:

nos olvidaríamos y privaríamos de Dios.

 

El buen pastor

 

(Coro, del Salmo 23:)

El Señor es mi pastor: nada me falta.

En verdes praderas me hace recostar,

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.

Aunque camine por oscuras quebradas

nada temo, porque tú vas conmigo,

tu vara y tu cayado me sosiegan”.

Amén” – concluyó el coro.

¡Amén! ¡Amén! ¡Amén!” – exclamaron Ciencia, Filosofía y Sabiduría.

¡Amén! – repetí, extasiado.


Luis Razeto

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