EL PODER
Mientras la mayoría de aquellos que han participado en esta insólita experiencia intelectual y política, que ha conmovido sus mentes con pensamientos nuevos y vivas esperanzas, recogen las cosas y se preparan para ponerse en marcha, un grupito de políticos de profesión se separa, llaman a Simón el Zelota y a Judas que van hacia ellos, y se alejan entre los arbustos, en reunión.
Jesús se da cuenta de este grupo, y al mismo tiempo el formarse de otro grupo compuesto de intelectuales de profesión, los cuales se habían confundido en la masa y ahora se reúnen bajo un gran árbol, charlando.
No pasa mucho tiempo, y he aquí que el grupo de los políticos se acerca a Jesús con rápidos pasos. Este se encuentra rodeado de muchachos con los que juega a la pelota, hecha de trapos y cuerdas, levantando una nube de polvo. Viendo llegar a los políticos Jesús se detiene, y acariciando y despeinando el cabello a los muchachos que todavía dan vueltas a su alrededor, queriendo tranquilizarlos porque prevé la confrontación que está por suceder, les dice en voz baja, como hablando consigo mismo:
- Estos que llegan seguramente no han comprendido mucho, y por lo demás, ¿cómo podrían? Son como odres viejos que no soportan el vino nuevo. El vino nuevo revienta los odres viejos, y así se arruinan el vino y los odres. El vino nuevo ha de ser puesto en odres nuevos, como ustedes muchachos.
Uno de los políticos:
- Te hemos escuchado y te hemos visto maniobrar a toda esta gente. Los has atraído a ti, los has seducido con la palabra, los has organizado. Tú sí que eres un jefe.
Interviene Judas:
- Pero, ¿por qué los mandaste de vuelta a casa con tanto apuro, felices y contentos? Los organizaste para comer; ¿no crees que es el momento de organizarlos para algo más grande? ¿Para la lucha?
Otro político:
- Hace tiempo que andamos en busca de un líder carismático. Contigo será fácil conquistar el poder.
Jesús: ¿Y para qué quieren el poder?
Un político: - Pues, para hacerles el bien.
Otro: - Para poner orden en la sociedad.
Un tercero: - Para llevar adelante un proceso de liberación de los oprimidos.
Un cuarto: - ¡Para cambiar el mundo!
Jesús: ¿Y creen que todo esto se pueda hacer teniendo el poder?
Los cuatro a la vez: - ¡Cierto! Es el único modo.
Jesús: - Pero el poder no libera, no crea orden social, no hace bien a los hombres. Tener poder consiste, en esencia, en hacer que muchos realicen la voluntad de los pocos que lo detentan. Y esto implica, inevitablemente, establecer relaciones sociales de dominio y dependencia.
Uno de los cuatro: - Pero ¿qué quieres? ¡El mundo ha sido siempre así!
Y Jesús: - ¿No es que querían cambiar el mundo? ¿No querían liberar a las personas? ¿No querían un orden nuevo? Nada de esto se puede lograr dominando ustedes a los hombres. Ustedes quieren el poder para ustedes mismos, porque les gusta el poder, que les permite hablar desde las tribunas, ser entrevistados por los diarios y las televisiones, ir a los banquetes de los ricos, instalar a sus hijos, viajar por el mundo, hacerse amar por las mujeres, humillar a los adversarios, ser homenajeados en todas partes. Y para lograr esto están dispuestos a inclinarse ante quien esté más arriba, traicionar a los amigos y a los compañeros, corromper a los mejores, prometer lo que saben que no cumplirán, hacer miles de pequeños favores que luego se hacen pagar con intereses, casarse con la ideología de moda, y cuando ésta se disuelve como la nieve al sol, cambiarla por otra. Y además, cuando de este modo ustedes hayan alcanzado el poder, estarán tan amarrados, tan atados por complicidades y pactos, que no podrán cambiar nada. He ahí el poder: reducir la mayor cantidad de personas posibles a la condición de siervos de ustedes, y ustedes mismos convertirse en siervos de los verdaderos poderosos de la tierra.
El grupo de los políticos vacila, por un instante se ven reflejados con horror en la figura del poder que Jesús acaba de describir, y dan inconscientemente un paso atrás. Pero es sólo un momento. Se miran entre sí, intercambian risas mudas de suficiencia, se compactan, y con gestos despreciativos se justifican y agreden a Jesús, uno tras otro:
- ¡Somos servidores públicos!
- ¡El ejercicio del poder es una función socialmente necesaria!
- ¡La política es la más alta y noble de las actividades humanas!
- A este sí que se le subió la cabeza! Cree ser diferente y mejor que todos.
- ¡Está loco!
- Este alma bonita, para mantenerse puro y no ensuciarse las manos no quiere comprometerse.
- Hace el amor con las nubes. Es un soñador.
- ¡Es peligroso!
- No, ¡dentro de poco se encontrará solo!
Y sin esperar respuesta se van, pecho en alto. Dos del grupo de Jesús, que formaban también parte del grupo de los políticos, se van con ellos. Simón el Zelota está por seguirlos pero es detenido por Judas.
Judas: - Espera. Quizás Jesús ha decidido no entrar en acción todavía.
Cuando se ha alejado el grupo de los políticos, se acerca el grupo de los intelectuales de profesión.
Uno de ellos: - Muy bien, Jesús. Un bonito discurso el que hiciste a la multitud. Metodológicamente eficaz, en un lenguaje simple, directo, pero lleno de imágenes, de sabor, de sal, de luz, como bien dijiste.
Otro: - Y además, tocaste los temas de la agenda del día.
El primero: - Los hiciste pensar por un momento que pueden educarse, estudiar, crecer.
El segundo: - ¿Cuáles son las fuentes de estas ideas? Me recordaron la escuela estoica.
Interviene otro: - Pero no. Yo encuentro más bien la línea oriental, el Tao, un poco de budismo, un poco de hinduismo...
Un cuarto: - Yo en cambio siento en el discurso algo de la New Age, y en general de los autores alternativos. Pero dicho en un lenguaje antiguo, más bien poético, lleno de metáforas.
Un último, en voz baja, al que está a su lado:
- Lo que no comprendí fue la multiplicación de los panes y los peces.
Jesús, que ha seguido en silencio las intervenciones de uno y otro, esboza una sonrisa. Después dice a todos:
- Ustedes no tienen raíces en sí mismos.
Uno: - ¡No tener raíces en sí mismo! Es potentísimo, donde encontraste este dicho?
Otro, a Jesús:
- Pero, escucha un poco, ¿no estarás criticando la búsqueda filológica de las fuentes del pensamiento?
Jesús: - Pero dejemos de lado 'las cuestiones del método y de las fuentes'. Sobre lo que dije, ¿qué piensan ustedes?
Uno: - A mí me gustó, amplio, articulado, profundo.
Otro: - Sobre todo me sorprende la estructura dialéctica del pensamiento. Ese “está escrito, pero yo les digo”, o sea tesis y antítesis ¿no?
Un tercero: - Mira que ha hecho una cosa refinada y precisa. Ha vaciado las cabezas de un contenido y ha puesto allí otro. Una operación intelectual y pedagógica notable. Pero dinos, Jesús, ¿has escrito libros? ¿No tienes por casualidad un texto, quizás un borrador del discurso?
Jesús, semiserio:
- No, libros no escribo. Ustedes saben bien lo que sucede después. El pensamiento es cristalizado, y las palabras se convierten en objeto de análisis filológicos que les quitan el alma. ¿Cómo se dice hoy? Ah sí, “el texto es un pretexto”. Y además, si escribes mucho, no falta el que descubre contradicciones, y contrapone el período juvenil con el de la madurez... Y si no pones las citas y no haces las notas a pie de página y las bibliografías, no te toman en serio los intelectuales de profesión. Para no hablar de los errores de transcripción, por los cuales un hilo tratando de pasar por el ojo de una aguja se convierte en un camello que se esfuerza por pasar por una puertecita.
El grupito de los intelectuales explota en una carcajada. Pero ninguno se atreve ya a hablar con Jesús, y retoman el parloteo entre ellos.
Jesús se distancia y va donde los amigos que estaban allí cerca y que habían seguido la confrontación con los políticos y con los intelectuales. Con gestos amistosos y poniendo los brazos sobre sus espaldas, los invita a formar un pequeño círculo, para intercambiar las impresiones recíprocas.
Nataniel, uno de los amigos de Jesús que provenía del ambiente intelectual y que mantenía todavía relaciones con ellos, pregunta a Jesús:
- Pero, Jesús raramente te había visto tan agresivo, tan duro con los que se te acercan. Te enemistaste con dos grupos que son importantes para lo que queremos hacer. Los políticos y los intelectuales son fundamentales en la sociedad, son los que pueden difundir tus ideas y nuestro modo de vivir, el proyecto en fin.
Jesús: - ¿Pero cuál es nuestro proyecto?
Nataniel: -Beh! El proyecto de hacer que los demás piensen como nosotros y actúen como nosotros.
Pedro: - El proyecto eres tú, que todos te reconozcan como el salvador, el guía.
Jesús: - ¿Y ustedes? ¿Qué será de ustedes? ¿Y entonces, todo lo que hemos dicho, en cuanto a ser una comunidad, en la que cada uno sea libre y desarrolle lo que le es propio?
Interviene Santiago:
- Cuando llegues a ser rey, nosotros estaremos a tu lado, yo a tu derecha pensaré en la organización, en la gestión de los asuntos públicos.
Nataniel: - Y yo a tu izquierda, seré el difusor de la propuesta intelectual y moral que llevas adelante.
Interviene Juan: - ¿Y por qué ustedes dos? ¿Qué es este privilegio? Dejen que él escoja a sus colaboradores más cercanos, a los que quiera tener a su lado.
Jesús: - Ustedes se imaginan ser mejores que los otros, pero ¿no se dan cuenta de que hablan como esos políticos y esos intelectuales que mandé lejos? ¿No han entendido lo que dije, y lo que hicimos con los panes y los peces? ¿No entienden ni comprenden todavía? Presten atención. Cuídense de la levadura de los intelectuales y de la levadura de los políticos.
Nataniel: - No me has respondido todavía. ¿Qué te molesta tanto de los políticos y de los intelectuales?
- La hipocresía, amigo mío. No dicen lo que piensan, y no hacen lo que dicen. Y la razón está en el hecho de que no piensan con la propia cabeza y no quieren con el propio corazón. Así como toman y enuncian los pensamientos de otros, que no corresponden a lo que tienen en el corazón, terminan por no saber ni lo que dicen ni lo que hacen.
“Y se maravillaban de su autoridad, y no comprendían de donde la sacaba”.
Jesús, con un gesto de cansancio:
- Amigos, esta noche quiero quedarme solo, quiero reflexionar. Tomen las barcas y adelántense a la otra orilla. Los alcanzaré.
Y dejándolos trepa las pendientes de la montaña. Los amigos lo miran subir, a la última luz de la tarde, hasta que desaparece. Se miran entre ellos. Están disgustados y desorientados. Recogen sus cosas y a la luz de las antorchas se dirigen a la ciudad junto al mar. Ninguno tiene ganas de hablar.
Ya navegando en las barcas piensan en Jesús, tienen en la cabeza todo lo que vieron en aquél día extraordinario. Lo vuelven a ver hablando a la multitud enorme y entusiasmada, después, organizar el milagro de hacer comer a todos, y mandarlos a sus casas felices y contentos; y cuando, al máximo de la experiencia, en el momento en que se disponían a festejar el gran evento, Jesús que discute primero con los políticos, luego con los intelectuales, y en fin que los reta y se aleja de ellos mismos.
Ha crecido mientras tanto el viento, las barcas ondulan, están muy cansados. Lo ven caminar sobre el mar:
“Pensaron: ¡es un fantasma! Y comenzaron a gritar”.
Jesús, habiendo llegado en el intertanto a la cumbre de la montaña, solo consigo mismo, rodeado de nubes, alza las manos al cielo y habla en voz alta:
¡Dios mío, Padre mío! ¿Qué sucede? Los políticos y los intelectuales estarán ya conspirando. Así como primero estaban listos para adularme y usarme porque sentían olor de poder y de honores, ahora estarán construyendo las críticas y las justificaciones, y arquitectando el modo de sacarme del camino. Irán a relatar los hechos de hoy a sus superiores, distorsionándolos artificiosamente. Y mañana comenzarán a sembrar cizaña entre la gente, poniendo en circulación rumores y chismes. Afilan las espadas y preparan los bastones.
¿Y los amigos? Desorientados, se dividen. Les he enseñado a estar juntos y ya luchan unos con otros. Y, además, ¡no comprenden! Pero ¿por qué no comprenden? No comprenden porqué he ido demasiado adelante. Este proyecto de hombres libres viviendo en comunidades amistosas es demasiado para ellos como son ahora. Es preciso insistir, continuar su formación. La cuestión es, si sea el momento de aislar a la comunidad, como hacen los esenios, hasta que todos estén preparados espiritualmente, alejándose al mismo tiempo de los peligros y de los enfrentamientos, o si por el contrario, su formación se deba desarrollar precisamente en esta condición, en medio del mundo, a través de los enfrentamientos.
¿Y los otros? ¿Los que vienen como masas a encontrarme buscando un camino, una orientación? La experiencia de disolver la masa anónima llevando a cada uno a pensar con la propia cabeza, y después la de organizarlos para comer en comunidad, resultó. Espero que traten de replicar en sus propias ambientes la acción comunitaria, multiplicando las ideas. Y yo, habiendo ya probado esta pedagogía práctica, la repetiré tantas veces, cada vez que se reúna la masa a mi alrededor, difundiendo así la teoría y la práctica de la vida nueva, de la nueva civilización. Y esta se esparcirá lenta pero seguramente por el mundo. Porque todos comprenderán la eficacia, la eficiencia de este modo de enfrentar los problemas reales y actuales.
Acompáñame, Padre mío, dame tu fuerza, porque vienen tiempos difíciles. Por cierto, los políticos y los intelectuales estarán agitados y molestos, y serán peligrosos. Pero, todavía no comprenden lo que viene, que será mucho peor para ellos. Porque la gente, pensando por sí misma, ya no aceptará ser manipulada por ellos, y pensará: ¿continuaremos a leer siempre los mismos libros? ¿a cumplir las mismas tradiciones? ¿a someternos a las mismas leyes? Y así los políticos y los intelectuales perderán sus clientelas, sus públicos. Y cuando entiendan el verdadero peligro para sus privilegios, que no viene de los guerrilleros que los enfrentan con sus mismas armas, sino simplemente de la gente que se libera interiormente y se asocia comunitariamente, se entregarán al saqueo del dinero público, y se desencadenarán contra mí y sobre nuestra comunidad. Pero nosotros debemos continuar, sin miedo. Continuaremos estableciendo relaciones directas con las personas; y éstas, como ocurrió hoy, estarán entusiastas y se harán fuertes.
Con las ideas claras, Jesús desciende de la montaña y va allí donde lo esperan los amigos. Jesús está entusiasmado, inspirado, lleno de Dios y de fuerza y de luz. Los encuentra, agitados, ensombrecidos, asustados, y les pregunta la razón:
- Amigos, ¿qué sucede?
Judas: - Capturaron y apresaron a Juan el profeta.
Jesús se sienta, golpeado por la noticia, y con un gesto invita a todos a formar la asamblea.
Todos toman puesto en círculo, excepto Judas que empieza en seguida a hablar:
- Yo lo había dicho. Juan ha sido golpeado porque es un profeta desarmado, solo, sin discípulos en condiciones de protegerlo. Nosotros debemos aprender de este hecho, y sacar las consecuencias.
Jesús: - Cierto, debemos aprender. Reflexionemos. ¿Por qué fue apresado?
Mateo: - Yo creo que la razón es que nuestro movimiento se está haciendo muy fuerte. Herodes ha visto que tú, Jesús, te estás haciendo famoso, y que somos fuertes y arrastramos a las multitudes. Y Juan está siempre hablando de ti, y te manda su gente, sin pensar siquiera en los efectos de lo que hace.
Jesús: - Entonces, ¿piensan que lo apresaron para atemorizarnos? ¿Que el objetivo no sea Juan sino yo y nosotros?
Interviene Marta:
- No lo creo. Pienso más bien que la razón es que Juan ha atacado directa y personalmente a Herodes, reprobándolo por haberse casado con la mujer de su hermano.
Pedro: - Pero no, eso está en boca de todos desde hace tiempo. Y Herodes se abanica.
Marta: - Pero entonces, ¿por qué lo arrestaron? ¿Tú que piensas, Jesús?
Jesús: - Beh! Los poderosos son arbitrarios. Herodes ha dejado a Juan actuar por mucho tiempo, y de pronto lo golpea. Mientras Juan predicó al pueblo llamando a todos a arrepentirse, a ser justos y no tener comportamientos inmorales, lo dejó hacer. Aún si el poder prefiere a los corruptos, porque tiene necesidad de cómplices, de personas con la conciencia sucia, los justos no lo perturban demasiado. El poder puede darse el lujo de permitir la crítica de los intelectuales que viven en la escalinata del palacio. Perros guardianes que de vez en cuando ladran. Pero cuando Juan puso su nariz en el palacio, y lo enfrentó directamente a él, Herodes, el poderoso, no, esto no lo puede permitir. El poderoso se considera fuera del alcance de la ley y por encima de todos. Y a quien no espera el hueso que le concede gratuitamente, y en cambio, movido por una fuerza espiritual superior lo reprueba, a ese le tira en contra los siervos y le da un castigo ejemplar. Porque el poder tiene miedo, y tiene miedo de la fuerza espiritual.
Simón el Zelota: - ¿Pero por qué puede tener miedo de personas desarmadas, armadas sólo de palabras? ¿Qué pueden las palabras contra las estructuras, las instituciones, las policías, las burocracias, que son tan fuertes?
Jesús: - Mira que estas estructuras que parecen tan fuertes e impermeables e inamovibles, son muy frágiles frente al espíritu, si este es personificado por hombres y mujeres libres y autónomos. El poder espanta a los simples, como una máscara espanta a los niños. Detrás de la máscara hay sólo un hombre igual a cualquiera otro, el cual ha logrado convencer que la máscara que usa es su verdadero rostro, o sea que no es igual a todos. Pero si la palabra desnuda que la máscara es sólo una máscara, forma exterior inerte, el poder pierde su potencia y se revela como una relación de dominio desplegada por un hombre sobre otros hombres. En ese momento el poder empieza a tener miedo, miedo de perderse.
Judas: - ¡Pero qué! ¡El poder tiene miedo sólo del pueblo armado, o de quien lo enfrente con sus mismas armas!
Jesús: - Amigo mío, te equivocas. El poder, cuando es enfrentado en su propio terreno, se refuerza aún más, adquiriendo más armas, reforzando la burocracia, las policías, la demagogia, y si en fin se llega a situaciones críticas, lanza algún hueso con más carne, multiplica los espectáculos y baja el precio de la entrada. ¿Y sabes por qué el poder es débil y tiene miedo de la fuerza espiritual?
Judas: - No. ¿Por qué?
Jesús: - Porque las estructuras que configuran el poder son como la coraza de un guerrero: si dentro no hay un hombre es inerte. Las estructuras no son otra cosa que un entrelazado de relaciones exteriores, entre muchos elementos que se sostienen uno con el otro, no teniendo ninguno de ellos un soporte propio. Y así, las estructuras son fuertes sólo en la medida en que son creídas fuertes por los súbditos, que no se dan cuenta de su debilidad, estructural precisamente. Cuando algunos empiezan a darse cuenta, y el poder comprende que la difusión de la incredulidad es peligrosa, se pone una máscara más feroz, que asuste todavía más a los simples.
Lo interrumpe Juan:
- ¡Es verdad! Es lo que está haciendo Herodes, que ahora nos asusta más que antes, mostrándose capaz de encarcelar a los adversarios. Se ha quitado aquella máscara de gobernante distante y seguro y se está poniendo la máscara del dictador despiadado.
Jesús: -¡Bravo! Pero así como te has dado cuenta del cambio de máscara, te darás cuenta que lo hace porque empieza a tener miedo de la fuerza espiritual que lo desnuda en lo que realmente es. Mira, que si no le funciona bien esta nueva máscara para el propósito de asustar, pronto buscará otra máscara que ponerse. Tal vez se pondrá una amable y gentil, tratando de hacerse querer por la gente. Pero a este punto, con tantos cambios de máscara, la gente se dará cuenta que detrás de las máscaras que se cambian, está solamente un hombre como todos, y entonces su poder estará llegando a su fin. La última máscara que usa el poderoso que no es creído en su aparente fuerza, es la del payaso, con la que busca mostrarse divertido, capaz al menos de hacer reír a los niños, para no ser maltratado por el pueblo desengañado.
En mi viaje por el mundo he presenciado varias salidas de escena de poderosos que dominaban a sus países desde hacía mucho tiempo. Y así Jesús contó a los amigos algunos eventos memorables a los que había asistido.
Un Presidente de un país de América Latina, elegido y reelegido por muchos años, dándose cuenta de que el pueblo ya no le cree, y que el cerco se estrecha sobre él, y cuando su brazo derecho ya es buscado por la justicia, he ahí que, ante las cámaras de televisión, se sube al cierre de un recinto donde se podía suponer que el buscado pudiera encontrarse, con lo que quería mostrar que él mismo se ponía a la cabeza de la búsqueda del forajido. Esta payasada fue el último acto que cumplió como Presidente, antes de huir al extranjero.
Un dictador de un país eslavo, que por muchos años se relacionaba con el pueblo solamente mediante la policía y la televisión, cuando una gran muchedumbre se reúne frente al Palacio para exigirle la renuncia, he ahí que se asoma al balcón con la habitual máscara feroz y amenaza medidas represivas, y las cámaras de televisión registran a la multitud que no lo escucha y se ríe de él, sorprendido, y se le cae la máscara. Pocos días después es juzgado y ajusticiado.
Un jefe de gobierno de un país europeo, cuya clase política parecía inamovible, cuando el pueblo se da cuenta de que el poder está corrompido y se distancia, he ahí que organiza un espectáculo televisivo, en el cual el público está instalado en una platea semicircular, al centro de la cual está el sillón de terciopelo destinada a él. Entra en escena pero no va a sentarse en ella, se acerca en cambio demagógicamente al público, pero éste permanece distante e impasible. El gobierno se derrumba en pocos días.
La asamblea de la comunidad concluye con la decisión de enviar a un pequeño grupo a visitar a Juan a la cárcel, para asegurarle que las cosas están caminando bien, que el movimiento crece, que puede estar tranquilo porque ellos continuarán llevando adelante el proyecto del Reino.
Luis Razeto y Pasquale Misuraca
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