EL PROYECTO
Jesús comienza un gran viaje por el mundo y a través del tiempo, en el curso del cual conoce las más variadas experiencias e iniciativas de grupos que buscan vivir una vida distinta y que se proponen como ejemplos de sociedad justa y libre.
Encuentra la comunidad de los esenios, la academia platónica, la escuela pitagórica, las comunidades anárquicas, los falansterios de Fourier, los hijos de las flores, la sociedad de los justos, las milicias guerrilleras, la cooperativa de Rochdale, las misiones indígenas de los jesuitas, las asociaciones de socorros mutuos, las corporaciones de artesanos, las redes informáticas, los pobrecillos de San Francisco, las comunidades ecológicas, las brigadas rojas, los cuáqueros, las asociaciones de consumidores conscientes, los niños de Dios, los partidos revolucionarios, las vanguardias artísticas, las logias masónicas, los monasterios benedictinos, los comités de barrio, las confraternidades, los círculos de iniciados, las ciudades del Sol, los herederos de la antigua sabiduría, el club de los mejores, los grupos teosóficos, la sociedad de los argonautas, y quien tenga otras las agregue.
Y conviviendo con todos estos grupos y leyendo todos sus libros y manifiestos, encuentra que tienen en común una fuerte tensión moral, una idea guía, una doctrina, un propósito de cambio social, una organización definida y un plano de acción en el tiempo, y que en cierto modo recogen la parte más inquieta y viva de la sociedad.
Y al final del gran viaje Jesús se encuentra solo, en la playa junto al mar. Gaviotas en el cielo. Dan vueltas y gritan. Dibuja con el dedo sobre la arena húmeda figuras de gaviotas en vuelo, que las olas del mar borran una y otra vez.
Jesús imita el grito de las gaviotas. Trepa una gran roca delante del mar. Escucha el silencio del viento y el rumor de las olas, contempla el movimiento incesante de la extensión infinita; pero su mente está todavía viajando por el mundo, revisitando las miles de experiencias vistas y sacando conclusiones.
Sí, es preciso involucrar a los hombres en un gran proyecto, pero nuevo, distinto de los que he conocido, que no me satisfacen. Si hubiera encontrado uno plenamente convincente, habría entrado a formar parte de él; pero todos me parecen insuficientes y reductivos. ¿Qué les falta a los grupos que visité? ¿Cuáles son las limitaciones que les impiden expandirse y superar las posiciones marginales en que permanecen, que no les permiten llegar a ser el mundo, una nueva civilización integral? ¿Por qué en su estado naciente son entusiastas y llenos de fervor místico, y con el pasar del tiempo y a medida que crecen, se tornan rígidos y cristalizan, pierden las motivaciones, tienden a institucionalizarse y a burocratizarse?
Ninguno de estos grupos es universal. Algunos responden a las necesidades de un grupo único o de una categoría social particular, otros están cementados por una ideología restringida, otros se limitan a un solo tipo de actividad, sólo económica, o sólo política, o sólo cultural, o sólo religiosa. Convencidos de tener en sí, en el bolsillo, el modelo de organización general que responde a todos los problemas y que enfrenta todas las circunstancias, pierden de vista la magnífica diversidad de los hombres y de las sociedades y de las culturas y de la historia y de la vida.
Ninguno de estos grupos es plenamente autónomo. Algunos dependen económicamente de sus financiadores y sostenedores, o no logran producir por sí mismos los medios de sustentación y desarrollo. Otros experimentan una dependencia política de grandes organizaciones internacionales, de partidos, y son instrumentalizados para otros fines sin que se den cuenta. Otros tienen una dependencia ideológica, y permanecen atados a concepciones del mundo totalitarias o al pensamiento de un líder carismático. Otros aún mantienen una dependencia cultural, intelectual y moral, carentes de una elaboración superior propia.
Para ser autónomos se debe tener una teoría, una concepción del mundo y de la vida inaccesible a los adversarios, que permita criticar y subsumir las teorías y concepciones dadas y no ser criticados y absorbidos por ellas. Es necesario alcanzar un punto de vista eminente, que implica haber superado las más altas cimas alcanzadas por la civilización que se quiere superar, en el campo del pensamiento filosófico, científico, moral.
Y no basta siquiera con alcanzar una vez por todas esta meta, porque los otros continúan subiendo, reaccionando, así que es preciso mantener la superioridad continuando el ascenso, desarrollando el propio pensamiento, y no defendiendo posiciones adquiridas que se rigidizan, no encerrándose en el propio castillo y vertiendo aceite hirviendo y tirando piedras sobre aquellos que lo asedian y asaltan.
Y además, y siempre, todos estos grupos exigen sacrificios a los participantes, y obediencia, y disciplina. Exigen a las personas que adhieran al modo de pensar, de sentir y de comportarse requerido por el modelo de vida social preconcebido, impidiéndoles pensar con la propia cabeza y caminar con los propios pies, buscar independientemente la verdad, gozar de los sanos placeres de la vida, expresar libremente los propios sentimientos y emociones.
Y allí donde deberían nacer árboles lozanos, cada uno con su singular forma y potencia, configurándose un bosque multiforme y variado, resultan jardines italianos en que estas diversas plantas, mediante una poda monstruosa, son reducidas a volúmenes geométricos absolutos, aquí esferas, allí pirámides, más allá cubos y cilindros. Como dice Shakespeare, “hay más cosas en el cielo y en la tierra que cuantas contienen sus filosofías”. Y, pues, muchos de estos intentos de enriquecer el mundo lo empobrecen y mutilan.
Y, en fin, estos grupos carecen de realismo, en cuanto no han sido pensados para los hombres tal como son, sino como debieran ser. Se les supone generosos, heroicos, puros, coherentes, todos igualmente razonables y morales; y desde el momento en que se sospecha que no es así, se les somete a reglamentos rigurosos, minuciosos. Pero cuando muchos no responden a esos abstractos requisitos y los trasgreden, se desvían o simplemente omiten alguna regla, son reprobados, corregidos, castigados, criticados, obligados a la autocrítica, y si no se conforman son expulsados o inducidos a abandonar el grupo.
Y tantas otras personas que hubieran querido participar atraídas por la fascinación y por los objetivos del movimiento, permanecen en el umbral, considerándose no aptos, impreparados, y el movimiento se reduce a una isla habitada por pocos presuntuosos que consideran que cumplen los requisitos, y se constituyen como jueces de todos los otros, a los que someten a una denuncia despiadada. Se creen los elegidos y se proclaman modelos, vanguardias, salvadores del mundo.
Con estos pensamientos aún en la mente Jesús se levanta, se quita la ropa, entra al mar y nada y salta y grita y juega con las olas.
*
Reencontramos a Jesús en su casa junto a Juan el profeta, sentados a la mesa. Sobre ésta hay pan, queso, aceitunas, agua y vino. Los familiares duermen en las otras piezas. La noche está tranquila y sin viento. Jesús dirige la mirada a los queridos rincones del comedor, a los objetos colgados de las paredes y dispuestos sobre los muebles, cada uno cargado de recuerdos. Piensa que no volverá a verlos.
Jesús come, bebe y ofrece; Juan sólo acepta agua y algún trozo de pan. Discuten animadamente.
Juan: - Pero ¿cuándo te decides a actuar, Jesús? ¡Mira que no queda mucho tiempo! El mundo se cae a pedazos, la catástrofe es inminente, es urgente entablar batalla, actuar con fuerza y decisión.
Jesús: - De acuerdo, Juan; pero antes hay que reflexionar sobre lo que se debe hacer, sobre cómo enfrentar la situación. Es necesario tener las ideas claras, las propuestas qué plantear, una estrategia coherente que llevar adelante a través de un proceso de larga duración.
Juan: - ¿Proyecto? ¿Estrategia? ¡Nosotros sabemos lo que quiere Dios, y debemos gritarlo, en voz tan alta que todos lo escuchen! Es preciso denunciar la corrupción, las injusticias, la soberbia de los poderosos y la desgracia y las debilidades del pueblo.
Jesús: - Pero eso ¿a qué lleva, a dónde conduce? Si el sistema cae antes de que estén elaboradas las bases del nuevo, los sufrimientos del pueblo aumentarán. Debemos tener una propuesta y debemos saber como se pueda desarrollar.
Juan: - La propuesta es simple; hay que cambiarlo todo, y lo que hay que hacer es claro; arrepentirse y convertirse, llegar a ser hombres nuevos.
Jesús: - Pero Juan, el hombre nuevo no nace de la nada. Es preciso hacer una propuesta a las personas tales como son, no como debieran ser.
Juan: - No, a los hombres hay que transformarlos.
Jesús: - Cierto; pero tú, cuando exprimes la uva, no bebes en seguida el mosto, se requiere tiempo y trabajo para transformarlo en vino.
Juan: - ¿¡Y quién bebe vino!?
Jesús: - Considera entonces un arbolito de olivo. Preparas la tierra, excavas el hoyo, le pones un poco de estiércol, lo plantas, lo sostienes con una caña, lo riegas, lo cultivas, lo podas, lo libras de las enfermedades, y él crece en el tiempo que requiere, y en fin produce frutos y aceitunas y podemos comerlas en santa alegría. A propósito, sírvete una.
Juan: - Está bien...
Jesús: - Y los hombres son más complejos que los olivos, y está el que debe ser podado y el que no, el que tiene necesidad de cuidados continuos y el que no necesita casi nada, el que se seca pronto porque tiene raíces superficiales y el que resiste mucho tiempo a la falta de agua, el que hace flores y el que hace frutos, el que regala sombra en verano y deja filtrar el sol en invierno, y el que te cubre el cielo todo el año. En resumen, a cada persona hay que decirle la palabra adecuada y darle a cada uno lo suyo, no predicar a todos, repetidamente, las mismas cosas.
Juan, levantándose y paseando, un poco molesto:
- Pero así no cambias el mundo, y te quedas en el macetero, en el pequeño huerto, porque las palabras y el trabajo llegan a muy pocos.
Jesús, siempre sentado y siguiéndolo con la mirada:
- Las acciones pequeñas, moleculares, y aquellas grandes, impactantes, deben insertarse en un gran proyecto, que precisamente es necesario desarrollar en el tiempo. Es en el proyecto que las pequeñas como las grandes acciones adquieren sentido y orientación, y llegan a formar parte de la transformación del mundo, de la construcción de la nueva civilización.
Juan: - Cuando el mundo viejo se derrumbe bajo el peso de sus pecados, el nuevo surgirá espontáneamente. Cuando tú quitas la mala hierba de un campo las hierbas buenas nacen lozanas. Ya el hacha está pronta a golpear y cortar los árboles inútiles.
Jesús: - Las semillas no caen del cielo, las debes haber plantado, con un cierto orden, conforme a un plan de trabajo, y debes acompañarlas en su desarrollo. Y además, el trigo y la cizaña crecen juntos, y Dios hace caer la lluvia sobre ambos. También las malas malezas son útiles porque atraen a los insectos que controlan las enfermedades de las plantas productivas.
Juan se detiene, bebe un poco de agua y dando un golpecito en la espalda a Jesús le dice:
- Todos estos viajes que has hecho y todos esos libros que has leído te han puesto extrañas ideas en la cabeza.
Jesús sonríe, mientras Juan continúa hablando:
- Está bien, conversemos, como dices tú, del proyecto. En síntesis, para mí las cosas están así. El Reino de Dios es el proyecto. Y el Reino de Dios es un gran diseño de su sabiduría, que predispone todos los elementos de la creación según su orden natural, racional. Concebido en la mente de Dios todo entero y de una vez por todas, como un modelo de sociedad perfecta, es aplicado a la realidad, que se reorganiza de modo que ella le corresponda en cada aspecto.
Jesús: - ¿Y dónde termina la libertad de los individuos? ¿La iniciativa personal? ¿La creatividad de los grupos y de las comunidades? Para estructurar toda la sociedad humana conforme a un plano preestablecido habría que excluir a los que no apoyen el plano, a los que no estén de acuerdo, o someterlos por la fuerza.
Juan: - No es esto lo que yo digo. La libertad es la conciencia de la necesidad. El individuo consciente y de buena fe hace suyo el plano que establece el orden justo. Los que se oponen lo hacen para defender sus propios privilegios, o porque no han comprendido las razones y los objetivos superiores.
Juan ha terminado de decir lo que piensa y se sienta con la actitud del que se dispone a escuchar.
Jesús se levanta, apoya la espalda al muro delante de Juan, y como pensando en voz alta le explica su idea de proyecto:
- El proyecto debe desplegar una identidad, como desarrollo de lo que se es para llegar a ser lo que se quiere. Es la realización de lo que está en potencia, virtualmente. Parte del reconocimiento de las necesidades y de los problemas y de los sentimientos e ideas, y se despliega como construcción de una voluntad colectiva que sintetiza las diversas voluntades individuales. Es un proceso constituyente de una vida nueva, personal y comunitaria.
El proyecto incluye tantas y tantas actividades, conversaciones, iniciativas, experiencias, eventos, organizaciones; incluye, en síntesis, un vasto conjunto de acciones que se conectan unas con las otras. Se desarrolla en un contexto que lo dificulta, pero que se quiere involucrar, transformar y perfeccionar. Se cumple en distintos niveles, desde el individuo hasta el mundo, pasando por la familia, la comunidad y la sociedad política.
El proyecto es el germen y el inicio de una nueva civilización. El proyecto ha de estar fundado en el pensamiento, debe tener raíces en la historia, y hay que elaborarlo participativamente. No está nunca terminado, no es rígido, hay que adecuarlo constantemente a la cambiante realidad del mundo. Se amplía y se enriquece en la medida que se realiza y que en él participan nuevos actores.
El proyecto es realista cuando cada participante comprende cuál es su puesto en él. No puede prescindir de las formas y niveles de conciencia, de voluntad y de emoción de quienes lo llevan a cabo. No es elaborado por algunos para que otros lo cumplan, sino que los mismos que lo elaboran son sus realizadores.
El proyecto parte de la realidad, de las condiciones reales y actuales, críticamente reconocidas y teóricamente elaboradas. Las iniciativas surgidas del deseo de realizar lo que está como embrión en la realidad, se manifiestan constantemente limitadas, e impulsan el pensamiento a enriquecerse, corregirse, superarse...
Jesús se detiene porque ve a Juan exhausto, a punto de dormirse. Juan se recompone. Respira profundamente, toma otra aceituna y moviéndola entre los dedos dice:
- Había visto bien, Jesús. Aunque eres más joven reconozco que eres más grande y profundo. Hay una novedad en las cosas que dices que no alcanzo a comprender hasta el fondo. Además yo soy más rígido, será también la edad..., y en fin, soy sólo un profeta. Estás convencido de lo que dices y debes hacerlo. Yo continuaré haciendo lo que sé hacer, y a todos los que se me acerquen y que vea dispuestos a cambiar, te los enviaré. Como dices tú, Dios nos asistirá a ambos.
Se come la aceituna, se levanta, se acerca a Jesús, lo abraza conmovido, y parte hacia el río, al margen del desierto.
Luis Razeto y Pasquale Misuraca
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