LA IMPORTANCIA DE LAS OBRAS - Luis Razeto

LA IMPORTANCIA DE LAS OBRAS

 

Los humanos podemos centrarnos en nuestro propio ego, y ser como verdaderos 'hoyos negros' que todo lo consumen y destruyen, sin dejar tras de sí realizaciones ni obras.

 

O podemos orientarnos hacia valores superiores a nosotros mismos, que nos saquen de nuestro encierro y nos hagan crecer y ser útiles a la sociedad. Tales valores superiores son los llamados 'trascendentales del ser', esto es, la verdad, el bien, la belleza y la unidad.

 

En tal sentido, hay cuatro grandes orientaciones que tienen un elevado valor moral y espiritual:

 

1. Dedicarse a conocer la verdad, a desarrollar las ciencias y a difundir el conocimiento.

2. Dedicarse a cualquier tipo de actividad que genere el bien en las personas y la sociedad.

3. Dedicarse a cultivar la belleza y a crearla y promoverla mediante las artes.

4. Dedicarse a unir e integrar lo que se encuentra desunido y en conflicto, movidos por amor.

Es interesante observar que estas cuatro orientaciones de la actividad humana se objetivan en obras. Obras intelectuales de creación y de difusión de conocimientos (ideas, investigaciones científicas, libros, teorías, centros de estudio, etc.); obras de elaboración y distribución de bienes y servicios (entidades benefactoras, obras sociales y políticas orientadas al bien común, asociaciones humanitarias, empresas productoras de bienes y servicios, etc.); obras artísticas (poesías, canciones, pinturas, esculturas, obras arquitectónicas, conciertos, orquestas, etc.); obras de unión, de integración humana y de amor (en la familia, en la comunidad, en la nación, en la humanidad, incluyendo las obras religiosas y espirituales de paz y de unión universal).

 

Todas las obras que son creadas por las personas orientadas por valores trascendentales, se instalan de un modo u otro en la realidad, y permanecen en ella durante cierto tiempo, influenciando la vida de las personas y de las sociedades. Su influencia será la que corresponda a la calidad de los valores que hayan incorporados en ellas, y podrán ser inferiores o superiores conforme a lo que hayan logrado desplegar sus autores.

 

La permanencia histórica y la influencia social de las obras suele ser mayor cuanto más perfectas, o sea cuanto más verdaderas, más buenas, más bellas y más unificadoras sean las obras.

 

Algunas obras son efímeras: impactan un momento y dejan pocas huellas, lo que ocurre habitualmente cuando brillan y atraen por alguna cualidad exterior, pero no tienen raíces profundas en alguno de los cuatro valores trascendentales.

 

Otras obras alcanzan un valor histórico, permanecen y trascienden las generaciones. Estas 'grandes obras' a menudo pasan casi desapercibidas durante cierto tiempo, y sólo lenta y progresivamente van expandiendo su influencia, pero llegan finalmente a tener un impacto profundo y duradero en la historia de la humanidad. Esto suele ocurrir con las más grandes obras en razón de que su altura y profundidad son tales que trascienden las capacidades de las mayorías contemporáneas para reconocerlas en todo lo que valen, o sea, para comprender y apreciar la amplitud y profundidad de los valores trascendentales que ellas proyectan. Son inicialmente apreciadas por pocos que son capaces de comprender su valor, pero son ellas, las grandes obras, las que verdaderamente 'hacen historia' y conducen a la humanidad hacia formas superiores de conciencia y de vida.

 

Hay quienes creen que para 'mejorar' el mundo hay que meter en la cabeza de las personas ciertas creencias que las guíen y reorienten. Pienso, en cambio, que las personas deben pensar y guiarse por sí mismas, desde su propia interioridad, por lo cual es mejor dejar que piensen y sientan como quieran. Lo que hay que hacer es crear obras de los tipos mencionados, instalarlas en la cultura, y dejar que ellas operen por sí mismas en la interioridad de las personas, atrayendo, motivando, expandiendo la conciencia, influyendo el pensamiento y las emociones, por los valores que tales obras poseen, esto es, por la verdad, la bondad, la belleza y el amor incorporados y objetivados en ellas por sus autores; valores que en alguna mayor o menor medida se traspasan desde las obras mismas a las personas que las aprecian y se conectan con ellas.

 

Y hay que asumir que, si las obras que uno produce no tienen en el tiempo los impactos esperados, puede deberse a que no son lo suficientemente verdaderas, buenas, bellas y amorosas como para atraer en amplitud y profundidad la conciencia y la voluntad de las personas que llegan a conocerlas y a contactarse con ellas.

 

Luis Razeto

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