¿VIVIR EXTERIORMENTE O DESDE LA PROPIA HUMANIDAD? - Luis Razeto

¿VIVIR EXTERIORMENTE O DESDE LA PROPIA HUMANIDAD?

 

La mayor parte de las personas vive 'exteriormente', dejándose llevar por las solicitaciones y exigencias del entorno, de las estructuras y de las circunstancias en que están inmersos. Circunstancias, estructuras y entornos familiares, sociales, económicos, políticos, culturales, son determinantes de sus vidas, que resultan así inevitablemente 'descentradas'. Vivir 'exteriormente' es estar 'descentrados'. Porque son las circunstancias, los hechos, los espacios y tiempos 'exteriores', los que habitan y llenan la conciencia de esas personas, que se piensan a sí mismas como elementos de aquello externo en que viven, actúan y se mueven.

Es por eso que suelen pensarse y sentirse a sí mismas como 'marginales', excepto en los casos en que un ego muy auto-engrandecido les haga creer que el mundo 'gira a su alrededor', como los niños que se sienten el centro de la atención de quienes los miman.

Lo más grave de vivir exteriormente es que se pierde la propia humanidad, o sea la identidad de cada uno como persona humana, y no se intenta ser lo que puede llegarse a ser por sí mismo.

Las necesidades que experimentan las personas que viven exteriormente son aquellas que les han sido indicadas desde fuera. Lo mismo ocurre con sus deseos y aspiraciones, que están dados por lo que otros, externamente, les proponen como deseos y aspiraciones a perseguir. Incluso los compromisos con causas sociales y políticas que los apasionan, son vividos exteriormente, ya se trate de la adhesión a un partido político o a un club deportivo.

Cuando las personas viven así, exteriormente, son extremadamente dependientes, pues su vida depende en casi todos los aspectos, de lo que suceda en el entorno. Son llevados a exaltarse o a deprimirse por cosas que ocurren en lugares externos que muy poco se conocen, y que a menudo tienen escasa importancia, como puede ser, por ejemplo, el resultado del partido de futbol del equipo que los apasiona.

Otra consecuencia del vivir 'externamente' es el volverse fuertemente individualistas. Porque esas personas perciben que el mundo externo, que incluye a todos los demás individuos con quienes se comparte ese mismo mundo exterior, a menudo y por diversas razones amenaza la propia subsistencia, o los propios intereses y deseos. Podemos decir que el 'yo' individual se atrinchera y apertrecha 'fuera de sí, 'descentrado', instalado en un mundo que se percibe y se sabe que es ajeno y en el cual es necesario defenderse y a menudo también ser agresivo, para enfrentar las diferentes circunstancias que les ponga por delante ese 'mundo incierto y ajeno'.

Y cuando llega a ocurrir que el mundo exterior en que se ha llegado a ocupar un lugar, a tener un puesto, se desmorona por alguna circunstancia o hecho, casual o causado por procesos que no se controlan (enfermedad, pérdida del empleo, ruptura de la convivencia en el círculo en que se mueven, etc.), esas personas que viven 'exteriormente', descentradas, sufren severamente las consecuencias desorganizadoras del desmoronamiento, pues el mismo desbarajuste exterior se refleja y reproduce inmediatamente en su propio interior: se desorientan, se deprimen, entran en caos.

Ilustra y demuestra lo anterior un caso bastante extremo pero que es excepcional sólo por la intensidad de lo sucedido, y que pone en evidencia lo que ocurre a las personas que viven 'descentradas' cuando las circunstancias externas se desarticulan y desbaratan. En ocasión del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile, ante la tremenda destrucción ocurrida en la ciudad de Concepción, que significó que todos los sistemas (electricidad, agua, transporte, salud, comunicaciones, finanzas, etc.) dejaron de funcionar y 'el mundo exterior' literalmente 'se caía a pedazos’, muchísimas personas 'normales', que jamás hubieran pensado que actuarían de ese modo, se 'desbandaron': asaltaron centros comerciales apropiándose de todo lo que podían tomar, movidos por el pánico y el temor a la tremenda incertidumbre que se apoderó de ellos, o sea de su mente, cuando el mundo exterior entraba en caos. No hay otra explicación para su comportamiento que el hecho que, carentes de vida interior, no disponiendo de un centro en su propio ser, faltos de espacios internos de auto-orientación y autodeterminación, se dejaron guiar por lo que ocurría allá afuera: el caos, el desorden completo, la incertidumbre más acentuada, la desorganización social.

Los espacios de vida 'interior' en personas así dependientes del exterior, son de hecho muy pequeños, se encuentran atrofiados. El problema y la indefensión que ello implica se evidencian cuando ocurren esos desmoronamientos externos, pues para enfrentarlos y superarlos cada uno cuenta sólo con lo que haya construido y desarrollado en su mundo 'interior'. Y si éste es muy pequeño, está atrofiado o es incluso inexistente, sólo puede actuar y vivir conforme lo determina el desorden exterior, que se reproduce en su mente.

El 'mundo interior' al que me refiero, no es otro que el espacio que hayamos permitido ocupar en nosotros al espíritu. Desde éste es que surgen las energías intelectuales, artísticas y morales, que nos hacen creativos, autónomos y solidarios, y en consecuencia capaces no solamente de enfrentar con dignidad y conciencia las dificultades y problemas externos - en el momento actual, los efectos de las crisis económica, social, política, cultural, ambiental, etc. - sino, más allá de ello, de iniciar la creación de nuevas circunstancias, o sea de nuevas realidades económicas, sociales, políticas, etc., hoy lo que hemos empezado a denominar una civilización nueva y superior.

En el actual contexto de la crisis de la civilización moderna, muchísimas personas que viven exteriormente, se enfrentan al temor de verse afectados por la crisis y buscan desesperadamente restaurar las circunstancias que hasta ahora les han permitido vivir con cierto decoro y bienestar. Se indignan, se movilizan, salen a las calles, incluso se organizan para 'luchar' junto a los otros que experimentan los mismos temores. Pero todo ello está dictado por el entorno, por las circunstancias, y por el propio yo individualista que se siente amenazado. Es una 'acción social' que no tiene raíces profundas en el 'mundo interior', que es la única fuente de energías consistentes, creativas, autónomas y solidarias, capaces de llevar a una efectiva superación de los problemas externos, mediante la creación de un nuevo contexto económico, político

Todo esto explica también que el 'sistema' económico capitalista y el 'sistema' político partidista subsistan y persistan no obstante una gran mayoría de las personas dicen no quererlos e incluso repudiarlos. Esos ‘sistemas’ subsisten por la sencilla razón de que aquellas mismas personas que los rechazan, viven en casi completa dependencia de esas estructuras, y no sabrían qué hacer, como subsistir y vivir, si ellas se derrumbasen. Pueden 'odiar al sistema', pero lo necesitan vitalmente. Tal vez precisamente por ello es que lo odian con tanta intensidad. Es un odio que termina siendo auto-destructivo: el desorden, la violencia, el caos que generan al exterior, se reproducen en ellos mismos.

Es por eso que sostengo que un verdadero cambio, una genuina actividad creadora de un mundo nuevo, de una civilización superior, ha de comenzar necesariamente en nuestra intimidad, haciendo crecer los espacios interiores en que el espíritu pueda expandirse, convirtiéndonos en personas autónomas, creativas y solidarias.

Entiéndase bien: no se trata de encerrarse en una espiritualidad desencarnada, sino de abrirse a una interioridad comprometida. Pues el verdadero compromiso es aquél que nace de nuestra propia humanidad profunda que nos conecta íntimamente con la humanidad entera, y que es la que nos motiva y mueve hacia la justicia, la verdad, la belleza, la unidad. Ni se diga tampoco que la interioridad nos aisla y separa de la comunidad, pues es exactamente al contraro: vivir externamente sólo nos integra en una colectividad masificada, donde nuestra personalidad se pierde y disuelve en la masa informe, mientras que el vivir desde nuestro propio ser interior es de donde surgen relaciones verdaderamente humanas, que llevan a configurar comunidades genuinamente humanas.

Llegar a vivir desde sí mismo, desde la propia y personal humanidad, es el resultado de un proceso, un camino que puede ser largo e incluso requerir un esfuerzo constante a lo largo de la vida. Pero es un camino que comienza en un punto; un proceso que se inicia con un acto simple, con una decisión soberana, consistente en plantearse seriamente recuperar el control de las propias condiciones de vida, y del propio pensar, sentir, actuar y relacionarse. Es una rebelión interior, silenciosa, contra 'el sistema' externo y opresivo. Es el acto simple pero pleno de consecuencias, consistente - como lo he expresado en otra ocasión - en 'tomarse el poder' sobre sí mismo, y con ello en ocupar e instalarse en 'el centro del mundo'. Un acto interior simple que, si es auténtico, debiera manifestarse en algún cambio de actitud, o en alguna acción particular pero significativa, que puede consistir en dejar de hacer algo que se realiza en forma rutinaria por motivos puramente externos, o en realizar algo que se ha deseado hacer pero que la dependencia del exterior nos había inhibido de cumplir, o en regalarse un largo momento de silencio. Cada uno sabrá o deberá descubrir por sí mismo lo que la mencionada rebelión le implique. Claro que, si se es consecuente con este primer paso y se empieza a caminar en esa dirección, irán surgiendo y presentándose sucesivas, múltiples e insospechadas exigencias y realizaciones, que irán haciéndonos cada vez más creativos, autónomos y solidarios.


Luis Razeto

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