DIFERENCIARNOS E IDENTIFICARNOS
Las personas (y también las organizaciones) tenemos dos necesidades, aparentemente contrarias pero en realidad complementarias. Por un lado sentimos la necesidad de diferenciarnos de los otros, de tener y mostrar características, cualidades y modos de ser propios y distintos, en base a los cuales queremos ser apreciados y reconocidos por los demás.
Por otro lado tenemos la necesidad de identificarnos con algo superior a lo que somos como individuos, de sabernos y sentirnos formando parte de una colectividad mayor, de participar de una identidad social que nos da un sentido de pertenencia, la cual valoriza lo que somos y le da sentido a nuestras vidas.
El modo en que satisfacemos ambas necesidades define nuestra personalidad y nuestro modo individual de estar y de 'ser en el mundo'. Según cuáles sean nuestros elementos de diferenciación y los de identificación, resultamos ser personas más o menos 'grandes' o 'pequeñas'. Si nos diferenciamos por elementos superficiales y nos identificamos con colectivos de poco valor, nuestra personalidad estará marcada por esos elementos que configuran una personalidad superficial y un modo de ‘ser en el mundo’ de escaso valor. En el límite inferior del desarrollo humano, se encuentran los que desaparecen, inmersos en la masa anónima y anodina; pues se han hecho inferiores a sí mismos. En cambio, buscando diferenciarnos por ideas, valores y cualidades elevadas, e identificarnos con grandes causas, evidenciamos querer ser más que lo que somos.
La civilización moderna ha desarrollado respuestas y ofertas económicas, políticas y culturales para que las personas satisfagan ambas necesidades. Las necesidades de diferenciación las atiende preferentemente a través de la economía y del mercado, ofreciendo una inmensa y creciente variedad de productos entre los cuales las personas, mediante una determinada selección de ellos, pueden diferenciarse y 'armar' su individualidad. La necesidad de identificación y pertenencia la atiende principalmente a través del Estado y de la política, haciendo que las personas sientan que son más que sólo individuos por el hecho de ser parte de una nación, de un partido, de una ideología.
La eficacia con que la civilización moderna ha logrado durante algunos siglos satisfacer ambas necesidades ha sido determinante de su estabilidad y duración. El actual agotamiento de esa capacidad de satisfacerlas, es lo que marca más claramente su crisis. En efecto, las dinámicas estandarizadoras del mercado, entre las cuales destaca la generalización del consumismo, han terminado haciendo que la diferenciación que por esta vía alcancen las personas resulte crecientemente insatisfactoria. Así mismo, el deterioro de la política, la corrupción del Estado, la pérdida de fuerza ideal de los partidos, hacen que las personas se desafecten respecto a identidades colectivas que ya no las valorizan ni les proporcionan un sentido de trascendencia. Dicho de modo más directo y sencillo: las personas ya no nos satisfacemos con las formas de diferenciación que nos puede ofrecer el mercado, ni con los modos de identificación social que nos ofrecen el Estado, los partidos y las ideologías.
Observemos, de paso, que el comunismo fracasó por no haber sabido atender adecuadamente la necesidad de diferenciación individual, mientras que sobre-dimensionó la necesidad de identificación con la colectividad.
La construcción de una nueva civilización requiere que inventemos y elaboremos nuevos satisfactores a esas necesidades humanas - hoy más exigentes que nunca antes - de diferenciarnos y de identificarnos; satisfactores que sean mucho mejores y más profundos que los de la civilización moderna. Aunque si lo pensamos bien, comprenderemos que integrarnos al proyecto de una nueva civilización, colaborar activamente en su creación, constituye en sí mismo un modo eminente de diferenciarnos e identificarnos, que nos lleva a ser personas 'grandes': creativas, autónomas y solidarias. Pero ello supone hacerlo de modo explícito, o sea abierto y declarado ante los otros, pues solamente entonces la diferenciación es real y la identificación es verdadera.
Luis Razeto
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