Capítulo 3. EL CAMINO DE LA SOLIDARIDAD CON LOS POBRES Y LOS SERVICIOS DE PROMOCION SOCIAL

Capítulo 3.

EL CAMINO DE LA SOLIDARIDAD CON LOS POBRES Y LOS SERVICIOS DE PROMOCION SOCIAL

     Las donaciones económicas.

     La realidad de la pobreza abre camino a la economía solidaria no sólo por el esfuerzo de los mismos pobres para hacer frente a sus necesidades y problemas. El conocimiento y contacto directo con el mundo de los pobres, por parte de personas e instituciones que se sienten privilegiadas por las oportunidades que han tenido de acceder a mejores condiciones de vida, mueve a muchos a incorporar solidaridad en su actuar económico. En cierto sentido podemos decir que este camino parte de alguna situación de riqueza -personas que tienen abundancia de recursos, un nivel profesional elevado, etc.- que lleva a los más generosos a asumir un compromiso solidario. Veamos qué significa esto en términos económicos.

     La teoría económica convencional hace el supuesto de que los sujetos económicos son movidos por el interés y la búsqueda de su propia utilidad; pero ello no siempre es así. El homo oeconomicus de que nos habla esta disciplina, ese sujeto ávido e interesado, maximizador de su propia utilidad, es una representación abstracta que no corresponde a la realidad de los hombres tales como son. En efecto, el hombre es un ser sensible y social que participa en diferentes tipos de comunidades o asociaciones y que es capaz de sentirse identificado en alguna medida con otros hombres e incluso de percibir las necesidades ajenas como propias. Es así que, puesto en contacto con la pobreza a menudo extrema de otros hombres, es capaz de asumir las necesidades ajenas y de tenerlas en cuenta en su propia estructura de demanda y de gasto. Ello se manifiesta concretamente en la realización de donaciones.

     La donación es una relación económica de algún modo análoga al intercambio, en cuanto por su intermedio se verifica un flujo de recursos, bienes o servicios entre dos sujetos. Así las donaciones, como los intercambios y otros tipos de relaciones económicas que implican transferencias y distribución de riqueza, son parte del proceso de circulación económica.

     A diferencia del intercambio, en que los activos económicos fluyen entre dos sujetos de manera bi-direccional y en función de la utilidad de ambos, en la donación el flujo es uni-direccional y se realiza en función del beneficio del receptor. A diferencia del intercambio, en que los sujetos participantes son movidos por el propio interés, en la donación la motivación del donante es en muchos casos altruista, manifestándose en un acto de gratuidad y generosidad. De este modo, al ser parte integrante del proceso de circulación, las donaciones implican presencia de la solidaridad al interior del circuito económico global.

     Las donaciones se efectúan en cualquier tipo de activos económicos. Muchas donaciones se hacen en dinero, y en tal sentido son un componente del proceso de circulación monetaria. Pero son aún más numerosas las donaciones que se efectúan en bienes y servicios, incluyéndose entre ellas todos los regalos que hacemos y recibimos y todos los servicios educativos y de salud que efectuamos o que nos hacen gratuitamente. Todo ello forma parte del proceso de distribución del producto económico. Igualmente, a través de donaciones se ofrecen y asignan numerosos recursos y factores económicos: trabajo voluntario o no remunerado, transmisión de conocimientos tecnológicos e informaciones económicamente útiles, aportes organizativos y de gestión que se efectúan en la más variada gama de organizaciones e instituciones, etc. Forman parte del proceso de asignación social de los recursos.

     Importancia económica de las donaciones.

     Aunque la ciencia económica prácticamente las desconoce o considera irrelevantes a nivel macroeconómico y hace el supuesto de que los bienes circulan a través de puras relaciones de intercambio, la verdad es que las donaciones constituyen un componente decisivo de la economía. De hecho, el volumen total de donaciones es enorme si se considera el conjunto de donaciones privadas que efectúan las personas. Gran parte del gasto que efectúan los consumidores con sus ingresos corrientes está destinado a hacer donaciones, siendo éstas determinantes de la distribución social de la riqueza.

     En efecto, durante la mayor parte de nuestras vidas las personas vivimos de las donaciones que se nos hacen. Cuando niños y hasta la edad en que comenzamos a efectuar aportaciones mediante el trabajo, obtenemos casi todos los bienes y servicios con que satisfacemos nuestras necesidades de las donaciones que nos hacen las personas que obtienen ingresos directos por su actividad laboral, empresarial o comercial. En la tercera fase de nuestras vidas, desde la edad en que dejamos de formar parte de la población económicamente activa (para los trabajadores en el momento de jubilar), volvemos a convertirnos en receptores netos de donaciones. Aproximadamente los dos tercios de nuestra vida somos "económicamente inactivos" o pasivos, lo cual implica que accedemos a la satisfacción de nuestras necesidades en cuanto receptores netos de donaciones. Y en el tercio restante, seguimos siendo objeto de ciertas donaciones y pasamos a ser donantes netos en beneficio de los inactivos que dependen de nosotros.

     La idea que tanto ha difundido el neo-liberalismo en el sentido de que cada uno posee tanta riqueza como la que ha sido capaz de generar con su trabajo, sus negocios y su iniciativa individual es completamente errónea. La verdad es muy distinta: nuestro nivel de vida, la clase social a que pertenecemos, las oportunidades que de hecho se nos ofrecen en la vida, dependen fundamentalmente de la cantidad y tipo de donaciones que hayamos recibido en nuestra infancia y juventud. Es preciso reconocer que el componente probablemente más decisivo de la distribución social de la riqueza lo constituyan los flujos de donaciones.

     Resulta paradójico observar que los pobres son aquellos que menos donaciones reciben en sus vidas. El "stock de riqueza" que reciben al nacer y que obtienen en su infancia se les agota tempranamente, debiendo incorporarse al mundo laboral y a la generación de ingresos por medio de intercambios, mucho antes que aquellos que reciben donaciones durante un período más prolongado de sus vidas y que en base a ellas acceden a una educación más completa. Su retiro a la inactividad les es posible cuando el ciclo de sus vidas está más avanzado, y en ese corto período reciben donaciones menores que las que obtienen quienes participan en sectores sociales más ricos.

     En cualquier caso hay que reconocer que las donaciones económicas son muy abundantes y que la gratuidad constituye un componente ampliamente difundido en la economía. Así, podemos decir que en los procesos de distribución de la riqueza y de asignación de los recursos, la solidaridad se encuentra muy presente. Sin embargo, deberá advertirse que efectuamos las donaciones normalmente en el marco de grupos humanos reducidos, siendo la mayor parte de ellas al interior de nuestras relaciones familiares. Son habitualmente mucho mayores las donaciones que se efectúan entre iguales, e incluso las que hacen personas de menores ingresos a quienes tienen un nivel de vida superior, que las que se hacen destinadas a personas de más bajo nivel social motivadas en razones sociales. La razón de ello es que los flujos de donaciones se efectúan normalmente al interior de grupos y comunidades que constituyen sujetos colectivos de los que somos y nos sentimos parte integrante.

     En efecto, para hacer donaciones es preciso saberse y sentirse en comunidad con quienes beneficiamos al hacerlas. Para hacer donaciones a personas desconocidas, o a personas pobres cuyas necesidades y carencias conocemos ocasionalmente, es preciso que hayamos desarrollado en nuestra conciencia un sentido de identificación con ellos en cuanto las reconocemos personas humanas como nosotros; dicho en otras palabras, somos "humanitarios" en la medida que nos sabemos parte de la humanidad y en que llegamos a identificar en otro ser humano a una persona igual a nosotros, a un hermano.

     Esto explica que todos los sujetos económicos hacen donaciones en diferentes proporciones: unos más y otros menos. Cuánto de nuestros ingresos, de nuestras capacidades, riqueza y recursos personales, estemos dispuestos a donar, identifica nuestro grado de solidaridad. Cada persona manifiesta una diferente "propensión a donar". Cuánta de la riqueza y de los recursos socialmente disponibles en una sociedad sea destinada a donaciones, define el nivel de solidaridad presente en una economía determinada. Cada sociedad manifiesta un grado distinto de integración solidaria.

     Ahora bien, como las donaciones se hacen en la medida de la pertenencia o identificación con grupos o comunidades, el volumen total de donaciones será mayor o menor en relación al grado de desarrollo de los vínculos comunitarios que existan en una sociedad, y al nivel de integración humana y social que se verifique en ella. A la vez, las donaciones refuerzan los vínculos de pertenencia y los lazos comunitarios. Cuando se efectúa una donación se produce normalmente un acercamiento y una integración entre el donante y el receptor, se establece un vínculo relacional de participación intersubjetiva, de manera que mientras mayores sean las donaciones probablemente mayores serán los grupos de pertenencia y los sujetos comunitarios que se constituyan en la sociedad.

     Tipos y cualidad de las donaciones.

     De todos las donaciones económicas interesa aquí hacer referencia especial a aquellas que se hacen con motivaciones altruistas destinadas a los pobres y a las personas que sufren y experimentan mayores carencias. Esta es la solidaridad cualitativamente más importante, en cuanto ella manifiesta una más alta presencia de amor y un mayor componente de gratuidad. En efecto, la solidaridad más perfecta es aquella que se efectúa gratuitamente y se expresa en donaciones por las cuales no se espera una recompensa económica. Obviamente, así son muchas de las donaciones que se efectúan a los pobres, que en su pobreza poco o nada tienen con qué recompensar al donante. Vale aquí la enseñanza de Jesús: "Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros ¿qué mérito tenéis? Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir ¿qué mérito tenéis?".

     Donaciones existen de muchos tipos, y no todas ellas pueden considerarse verdaderamente solidarias. Están las que se hacen con el propósito de obtener ganancias económicas futuras, en cuanto la donación interviene en un circuito económico y produce efectos laterales que implicarán beneficios para el donante. Están las que se hacen con el fin de promover alguna causa ideológica y de obtener en tal modo cuotas superiores de poder; y también las que establecen o refuerzan la subordinación de los beneficiarios hacia los donantes, de tal manera que éstos intentan por su intermedio ejercer un control social sobre aquellos. Tales donaciones difícilmente aportan al desarrollo de la economía solidaria porque de hecho no incorporan verdadera solidaridad en la economía.

     Por otro lado, dependiendo del modo en que se efectúan las donaciones y del contenido de éstas, producen distintos efectos en los receptores. Hay donaciones que, siendo altruistas y solidarias, se limitan a proveer al beneficiario de aquello con que puedan satisfacer sus necesidades; pero éstas, al ser recurrentes, vuelven a presentarse pronto y el receptor, no habiendo hecho esfuerzo por desarrollar sus propias capacidades, se torna dependiente de nuevas donaciones. Esto es lo que se llama habitualmente asistencialismo. Hay otras donaciones que, en cambio, promueven al beneficiario y favorecen la expansión de sus propias capacidades para satisfacer en el futuro de manera crecientemente autónoma sus necesidades. Son las donaciones de promoción social y de desarrollo. Para que la donación tenga éstos efectos, es preciso que proporcione al receptor algo que necesita para complementar su propia dotación de recursos, aportados por él en base a su esfuerzo y trabajo; puede decirse que estas donaciones se dan condicionadas, pero el condicionamiento no va en beneficio del donante sino del receptor mismo que, con ello, en último término amplía sus espacios de libertad y autonomía.

     De esto extraemos una afirmación muy importante para el desarrollo de la economía de solidaridad: las donaciones no son fáciles de hacer, siendo preciso aprender los modos en que ellas sean verdaderamente solidarias. Esta afirmación nos lleva hacia otro ámbito de la economía de solidaridad.

     La economía de donaciones institucionales.

     Nos hemos referido hasta aquí a las donaciones como relaciones económicas simples en que intervienen solamente dos sujetos: el donante y el receptor. Pero las donaciones han originado procesos económicos organizados, dando lugar a la formación de instituciones o empresas que las canalizan, distribuyen, intermedian y ejecutan, y a la conformación de complejos circuitos y sistemas que pueden ser considerados como un verdadero "mercado de donaciones". Estas instituciones y circuitos conforman la que denominamos economía de donaciones institucionales, que puede considerarse parte integrante de la economía de solidaridad y que tiene gran relevancia para el desarrollo de ésta. Es preciso, pues, considerarla aquí más detenidamente.

     La economía de donaciones institucionales está constituida por el conjunto de actividades de significado y contenido económico realizadas por asociaciones e instituciones que canalizan y distribuyen recursos, bienes y servicios en carácter de donaciones; instituciones que no cobran a sus beneficiarios por los servicios que les prestan, o los subsidian parcialmente, y que en todo caso operan sin fines de lucro.

     Instituciones donantes que pueden ser reconocidas como expresiones de esta forma económica han existido desde la antigüedad. Las ha habido de muy distintos tipos y características, siendo su forma más difundida y tradicional las instituciones o fundaciones de ayuda social a categorías de personas desvalidas -enfermos, niños, ancianos, indigentes-, y cuyas actividades pueden ser comprendidas como de beneficencia. No obstante las muchas críticas de que pueden ser objeto, a menudo estas instituciones cumplen tareas de hondo contenido humano y de indudable beneficio social, alcanzando en ocasiones grados de solidaridad que merecerían el calificativo de heroica.

     Estas formas tradicionales de la economía de donaciones han visto crecer una expresión moderna constituida por fundaciones de co-financiamiento, agencias de servicios, organizaciones no-gubernamentales, asociaciones privadas sin fines de lucro, grupos de animación, centros de educación popular, centros de promoción y desarrollo, institutos de investigación-acción en asuntos sociales, etc. de diversa denominación, origen y características. En términos generales, esta forma moderna de donaciones institucionales puede ser identificada por sus objetivos de promoción y desarrollo, en las distintas acepciones de los términos.

     En sus orígenes se encuentran, habitualmente, motivaciones altruistas de índole religiosa, ético-social, política y tecnológica. Las actividades y funciones que cumplen son variadas, siendo las más importantes la capacitación social y técnica, el financiamiento de organizaciones de base popular, la ayuda material para enfrentar problemas económico-sociales urgentes, la promoción social y cultural, la asistencia técnica y la asesoría a pequeños grupos, el desarrollo de comunidades, el apoyo a organizaciones sindicales, cooperativas, etc.

     La intermediación solidaria de donaciones.

     Para comprender las características y el modo de operación de estas instituciones es preciso distinguir diversos niveles encadenados de instituciones que hacen fluir los recursos y servicios económicos desde los donantes hasta los beneficiarios. En dicho encadenamiento encontramos fundaciones y agencias de financiamiento (que recolectan fondos para donaciones, especialmente en los países desarrollados), instituciones de servicios profesionales (que obtienen financiamiento de las primeras para prestar servicios en los países subdesarrollados), y grupos de promoción y animación, que trabajan directamente en la base social.

     Los vínculos y flujos económicos entre estos distintos niveles de la cadena se establecen como relaciones de carácter cuasi-contractual. El análisis de estas relaciones y flujos económicos muestra que las agencias, institutos y grupos de promoción son, en realidad, instituciones intermediarias que canalizan recursos desde los donantes efectivos (que son los que aportan a la formación de los fondos que las agencias administran), hasta los reales beneficiarios (que son las personas, grupos, organizaciones de base, aldeas, etc. que reciben o se benefician con la actividad de las instituciones de servicio).

     Las actividades que realizan son distintas según los niveles de la cadena: las fundaciones administran y asignan fondos, las instituciones y grupos locales transforman esos fondos en servicios (capacitación, asesoría, investigación, etc.) que ponen a disposición de los beneficiarios. Así, las diversas instituciones intermedian y ponen en contacto la voluntad de los donantes (que se traduce en una oferta de donaciones) con la voluntad de los beneficiarios (que se manifiesta como una demanda de servicios).

     Un rasgo importante que distingue a las instituciones de intermediación es su carácter profesional, en el sentido que para ellas el hacer donaciones constituye una función técnica específica, para cuya realización disponen de un cuerpo de funcionarios o de un personal especializado. Otro rasgo distintivo de estas instituciones consiste en que tienen la obligación de hacer donaciones con los activos disponibles al efecto, no pudiendo utilizar los fondos recibidos para otros propósitos. Los que aportan los recursos financieros los colocan en una agencia para que los distribuyan y asignen de acuerdo a los objetivos de los donantes; en las agencias, el personal profesional presta dicho servicio siendo remunerado por su trabajo. Algo similar sucede en las instituciones de servicio y grupos de promoción: su personal es pagado por las agencias para que realice estas actividades; en otras palabras, los donantes contratan servicios de intermediación en favor de terceros que desean beneficiar.

     Como todo cuerpo de profesionales y funcionarios, el personal de estas instituciones puede presentar grados diferentes de burocratización, ser más o menos transparente en su funcionamiento, tener diversos niveles de eficiencia en el uso de los recursos y en la ejecución de las actividades. Al respecto, un serio problema consiste en que los sistemas de evaluación y control suelen ser poco exigentes debido a que quienes contratan los servicios (los donantes) no son los que se benefician o perjudican con ellos; y los beneficiarios, al no ser los que los contratan, carecen de fuerza y condiciones para exigir la cantidad y calidad de los servicios contratados en su beneficio.

     Consecuencia de esta situación es que la validez de la acción de las instituciones depende directamente de la ética de sus integrantes, de su grado de compromiso y adhesión personal a los procesos que sirven o apoyan, y de las rigurosas auto-evaluaciones que hagan periódicamente. Decisivo para cada uno de estos aspectos será la adopción de mecanismos ampliamente democráticos, participativos y autogestionarios al interior de estas unidades y grupos.

     El carácter solidario de las instituciones que intermedian donaciones dependerá, fundamentalmente, de las estructuras y prácticas internas, de su modo de relacionarse con los beneficiarios (que puede ser más o menos paternalista, indiferente o solidario), y de los valores y contenidos éticos e ideales del trabajo que realizan. Es esto lo que otorga a los servicios profesionales contratados y remunerados un valor de solidaridad real.

     En tal sentido, cabe destacar la importancia de que en estas instituciones se desarrolle un tipo de profesionalismo distinto del que se forma en las empresas privadas y en los organismos públicos. Hay un tipo de vínculos subjetivos, una compenetración en la problemática de los sectores populares y de sus necesidades, un uso cuidadoso y austero de los recursos de modo que se maximice el servicio a los beneficiarios y no la utilidad de las instituciones mismas o de su personal, que se traducen en comportamientos solidarios, en apropiados criterios de selección de las técnicas y métodos de trabajo, en tomar cuidadosamente en cuenta la voluntad de los beneficiarios, y en la búsqueda de participación de ellos en los mismos planes de trabajo institucional. En todo esto y no en el volumen de recursos acopiados o en el tamaño de las actividades realizadas, reside su capacidad de incorporar solidaridad a la economía y de hacer economía con solidaridad, esto es, la adscripción de las instituciones de intermediación a la economía solidaria.

     Junto con determinar el carácter solidario de su organización y operaciones, la presencia de estos elementos de compromiso es determinante también de su eficiencia. Al analizarlo veremos cómo la solidaridad no se contradice con la eficiencia, como algunos puedan pensar, sino que en gran medida coincide con ella, especialmente en unidades económicas que operan con la racionalidad propia de este tipo de organizaciones.

Racionalidad económica de las instituciones sin fines de lucro.

     Cada institución que intermedia donaciones puede considerarse como una unidad económica que forma parte del que denominamos "mercado de donaciones". Podemos incluso decir, en este sentido, que las instituciones donantes (empresas sin fines de lucro) son empresas típicas del mercado de donaciones, así como las empresas que buscan maximizar las propias utilidades lo son del mercado de intercambios. Dos tipos de empresas que se distinguen por operar en dos "mercados" diferentes, y que manifiestan en sus modos de ser y de actuar racionalidades o lógicas operacionales específicas.

     Es importante tomar conciencia de la racionalidad particular de las empresas sin fines de lucro, hacerla explícita, pues ello permite una toma de decisiones más eficiente y transparente y superar eventuales problemas de funcionamiento. En particular, es esa racionalidad la que les permite efectuar su actividad de intermediación en consonancia con los objetivos que tienen los donantes al hacer donaciones y los beneficiarios al solicitarlas.

     Son varias las cuestiones de lógica operacional que requieren clarificación teórica, básicamente: a) Cuál es el objetivo económico racional de estas unidades económicas; b) Con qué indicadores puede evaluarse su eficiencia operacional; c) Cómo determinar su "tamaño óptimo.

     Una primera consideración del objetivo operacional de las instituciones que intermedian donaciones nos lleva a identificar la maximización y optimización de la oferta efectiva de donaciones, esto es, que la cantidad y calidad de los bienes y servicios que transfieren a los beneficiarios sea la mayor y mejor posible. Una segunda consideración nos permite comprender que ello es sólo una parte del objetivo económico racional, pues no necesariamente el hecho de que se efectúen más donaciones y de mejor calidad implica que el beneficio posible de generar con los recursos disponibles para donaciones sea el más elevado. En efecto, podría haber muchas y buenas donaciones mal distribuidas, implicando ello deficiencias de la intermediación. De ahí que aparezca como objetivo racional complementario maximizar y optimizar la satisfacción de la demanda potencial de donaciones.

     Si bien entendemos, no se trata de dos objetivos distintos sino de dos componentes de un objetivo único, cual es la maximización y optimización de las donaciones en términos del beneficio que ellas tengan para los receptores. En efecto, en dicho objetivo coinciden los sujetos que hacen donaciones con quienes las reciben.

     Lograrlo implica varias cosas: a) Que la mayor parte de la demanda potencial de donaciones se convierta en demanda efectiva, motivando y suscitando las correspondientes decisiones de solicitarlas por parte de quienes las necesitan realmente. b) Que la demanda efectiva de donaciones se exprese de manera adecuada, esto es, mediante solicitudes y proyectos que demanden específicamente aquellos recursos, bienes y servicios con que mejor puedan satisfacerse las necesidades que fundan la demanda. c) Que la mayor parte de la oferta potencial de donaciones se convierta en oferta efectiva, motivando y suscitando las correspondientes decisiones de ofrecerlas por parte de quienes están en condiciones de hacerlo. d) Que la oferta efectiva de donaciones sea adecuada y correspondiente a las demandas, esto es, que sean ofrecidos aquellos tipos de recursos, bienes y servicios que puedan mejor satisfacer las necesidades de los demandantes. e) Que la distribución de las donaciones de bienes y servicios, siempre escasas, de efectúe de manera que la mayor proporción posible de la demanda efectiva sea satisfecha, tomando en cuenta la intensidad y la urgencia de las necesidades de los demandantes; distribución que se refiere tanto a la selección de los sujetos beneficiarios como al tipo y calidad de los bienes y servicios que el intermediario ofrece, transformando los recursos recibidos en los servicios ofrecidos.

     Si tal es el objetivo racional de las instituciones que intermedian donaciones, su eficiencia operacional será el grado en que lo cumplan en base a los recursos de que dispongan. ¿Cómo evaluar y medir tal eficiencia? Naturalmente, es posible y necesaria una evaluación cualitativa que de hecho efectúan en alguna medida, externamente, tanto los donantes como los beneficiarios, e internamente los propios integrantes de los organismos de intermediación. Pero además, al menos un aspecto de esta evaluación puede hacerse cuantitativamente en forma rigurosa.

     Un concepto clave para ello es el de costos de intermediación, entendidos como la diferencia entre los activos que la institución recibe de los donantes (que constituyen el total de sus recursos disponibles para donaciones), y los activos que efectivamente transfiere a los beneficiarios. Tal diferencia se produce por varios motivos. En primer lugar, porque el funcionamiento y la actividad de la propia institución tienen un costo (equipamiento, remuneraciones, gastos operacionales y de administración de los recursos, etc.) que ha de solventarse con los activos en ingreso. En segundo lugar, porque los bienes y servicios que la institución transfiere a los beneficiarios suelen ser de distinto tipo que sus ingresos; en efecto, normalmente la institución recibe un financiamiento en dinero pero entrega asistencia técnica, capacitación, bienes de consumo, créditos, etc. En tal sentido, un trabajo profesional de alto nivel puede significar un incremento de valor que se verifica durante la transformación de los activos recibidos en los activos transferidos; por cierto, un trabajo de mala calidad implicará una pérdida de valor en la transformación.

     Tenemos, así, que los activos transferidos (donaciones efectivas=D ef) serán equivalentes al total de los activos recibidos por la institución (donación total=D tot), menos los costos institucionales (C ins), mas (o menos) el valor agregado en el proceso de trabajo efectuado por la institución al transformar los recursos que recibe en los que entrega (valor de transformación=V tr). Así:

              D ef = D tot - (C ins +/- V tr)

     Con ésta fórmula puede medirse la eficiencia de la operación y efectuarse comparaciones entre instituciones similares.

     El concepto de "costos de intermediación" (C ins +/- V tr) permite asimismo encarar la cuestión del tamaño óptimo de las instituciones. El problema tiene varias dimensiones, en cuanto el tamaño se manifiesta en diferentes variables: el volumen de los activos económicos con que opera, la cantidad de beneficiarios a los que presta servicios, el tamaño de la institución misma en cuanto a su personal profesional, instalaciones y equipamiento, etc.

     El óptimo respecto a cada una de ellas será aquél tamaño en el cual los costos de intermediación permitan la máxima satisfacción de la demanda potencial de donaciones por unidad de activos recibidos. En distintos tamaños, los costos de intermediación serán diferentes, pues se manifiestan distintas economías y deseconomías de escala que es preciso detectar en cada caso particular.

     Diez criterios de la cooperación solidaria.

     Pues bien, esta racionalidad económica de las instituciones que intermedian donaciones se manifiesta en un conjunto de criterios que se han venido aplicando por parte de aquellas agencias de cooperación y organizaciones no-gubernamentales que de un modo u otro adscriben su acción en una perspectiva de economía de solidaridad.

     Un primer criterio corresponde a una opción por los pobres, caracterizados con diferentes denominaciones y conceptos: los marginados, los sectores populares, los trabajadores de menores ingresos, las clases dominadas, las categorías sociales excluidas, etc. Dentro de esta opción general las instituciones se interrogan sobre la conveniencia de favorecer a los sectores más atrasados, o bien a los grupos que teniendo ciertas capacidades y potencialidades, están en condiciones de iniciar algún proceso de desarrollo autosostenido.

     Un segundo criterio consiste en apoyar preferentemente a grupos de base, especialmente aquellos que tienen un grado de organización previa (aunque sea primaria, no constituida legalmente), o que están en curso de generar organizaciones. Al interior de esta opción general, la interrogante se refiere a la conveniencia de apoyar organizaciones de tipo tradicional o bien grupos nuevos que responden a experiencias emergentes y a la experimentación social que genera la creatividad popular.

     Un tercer criterio corresponde a la opción en favor de grupos y actividades que se insertan en algún modelo de desarrollo alternativo, esto es, no basado en las relaciones sociales predominantes consideradas injustas y discriminatorias sino en valores y relaciones de cooperación y solidaridad. En general, las instituciones de cooperación al desarrollo que operan en esta perspectiva lo conciben como desarrollo integral, alternativo, comunitario, local, fundado en los intereses populares y protagonizado por las organizaciones de base.

     Un cuarto criterio tiende a privilegiar aquellas organizaciones y proyectos que den lugar a beneficios inmediatos de carácter económico, social o cultural, y que al mismo tiempo aporten a mediano plazo algún tipo de soluciones permanentes a los problemas. En este plano, las preferencias oscilan entre apoyar grupos y actividades de acción inmediata para solucionar problemas urgentes, o bien centros de capacitación y promoción que incrementen las capacidades de las personas y organizaciones.

     Un quinto criterio orienta las donaciones y apoyos institucionales hacia programas de acción considerados integrales, en el sentido de que combinen funciones de investigación, capacitación, financiamiento, asesoría y asistencia técnica, etc., o que integren actividades económicas, culturales, organizativas y sociales.

     Un sexto criterio privilegia aquellas organizaciones que en sus estructuras internas son democráticas y participativas, no manifiestan inflexibilidades burocráticas, y demuestran idoneidad y eficiencia en sus actividades. Se aprecia que se hayan formado por iniciativa y convicción de sus propios miembros y se valora la independencia que tengan respecto a los gobiernos e instituciones políticas.

     Un séptimo criterio consiste en propender consciente y sistemáticamente a la autonomía, independencia y autosuficiencia de los grupos beneficiados respecto de los servicios institucionales y las donaciones. Se trata de evitar la dependencia que genera en ciertos grupos la recepción de donaciones.

     Un octavo criterio consiste en no apoyar actividades desconectadas y eventuales sino proyectos y programas de trabajo, en que se articulen en el tiempo conjuntos de actividades complementarias tendientes al logro de objetivos generales y particulares predefinidos. En algunos casos se propende a un nivel de articulación y continuidad aún superior, en el sentido de apoyar procesos, esto es, dinámicas sociales y organizativas sostenidas en el tiempo y que involucran múltiples sujetos organizados. Los proyectos tienden a concebirse insertos en tales procesos, encadenándose unos a otros como elementos de una estrategia de acción coherente o en algún proyecto de desarrollo más amplio.

     Un noveno criterio corresponde a la preferencia por proyectos y actividades a escala humana, esto es, proporcionados al grado de constitución del sujeto que lo ha de realizar y gestionar, de modo que la organización pueda mantener bajo control el desarrollo del proceso y crecer con éste. Junto a ello está la tendencia a descentralizar los recursos materiales y humanos, racionalizando la especialización y localización de las organizaciones apoyadas.

     Un décimo criterio consiste en fundar las opciones de donación en evaluaciones lo más rigurosas posibles, de las organizaciones, sus potencialidades, el contexto en que actúan, sus capacidades de gestión, etc. A menudo una primera etapa de los apoyos consiste simplemente en el estudio de las realidades locales y organizacionales, con el objeto de hacer los diagnósticos y proyecciones que permitan definir los programas de acción más adecuados. En el desarrollo mismo de éstos se valora la combinación que se logre establecer entre la acción y la reflexión, de modo que se verifique un proceso de toma de conciencia de los problemas que se enfrentan y de los recursos y capacidades de que se dispone para superarlos.

     En la medida que estos criterios impregnan la acción y las decisiones de las instituciones que hacen o intermedian donaciones, ellas colaboran eficazmente en el desarrollo de la economía solidaria.

     Un sistema de apoyo a la economía popular y solidaria.

     Las unidades económicas populares y solidarias en la mayoría de los casos nacen con una gran precariedad de recursos, y enfrentan adicionalmente dificultades especiales para operar adecuadamente en el marco de una economía y de un mercado globales organizados en base a una lógica de competencia y acumulación que no las favorece y que lejos de facilitar su inserción en los mercados les plantea dificultades para su afirmación. La existencia de importantes flujos de donaciones aparece entonces, en muchos casos, como una condición sin la cual difícilmente lleguen a constituirse y a ser económicamente viables. La economía de donaciones resulta ser determinante en el surgimiento de la economía popular y en el desarrollo de ésta en la perspectiva de una economía solidaria.

    Ciertos economistas tienden a ver en éste hecho una inconsistencia estructural de la economía popular y solidaria. Si ésta no es capaz de operar eficientemente en el mercado careciendo del sostenimiento permanente de donaciones, habría que considerarla como una realidad económica transitoria de la cual no es posible esperar su desarrollo autosostenido. Ello demostraría una ineficiencia estructural de la economía solidaria. Es preciso hacerse cargo de ésta que se presenta como una objeción de fondo.

     Lo primero que hay que entender es que la precariedad de recursos con que parten las experiencias de economía popular así como su escasa capacidad de inserción en los mercados de proveedor y consumidor es un dato, un punto de partida. Pero tales precariedad y dificultad no se originan en la economía solidaria, no son causadas por ésta sino, al contrario, por la economía capitalista predominante que genera exclusión y marginación de ciertos sectores sociales provistos de factores de menor productividad y baja eficiencia. Estas, en consecuencia, no deben ser atribuidas a la economía popular y solidaria sino a las formas económicas predominantes que operan eficazmente sólo en la medida que dispongan de los recursos y factores de mayor rendimiento y eficiencia.

     A la inversa, desde el momento que la economía popular y solidaria exista, logrando operar aunque sea precariamente con aquellos factores de menor productividad y en aquella situación de marginalidad respecto a los mercados, ella estaría demostrando poseer, en cuanto modo especial de organización económica, una especial eficiencia en cuanto capaz de funcionar incluso con recursos precarios y allí donde otras formas económicas no resultan posibles.

     Establecido este punto, la cuestión se refiere a la capacidad que tenga esta economía solidaria de captar recursos y factores de mayor eficiencia y de acceder a lugares crecientemente centrales del mercado, compitiendo exitosamente con las otras formas de organización económica. Es aquí donde entra en escena la cuestión de las donaciones. Estas son, en efecto, uno de los modos propios de la economía solidaria de captar y movilizar recursos y factores. Cuando las experiencias de economía solidaria recurren a flujos de donaciones, ellas no están recurriendo a elementos externos que la sostengan desde fuera, sino que están utilizando uno de sus mecanismos propios de captación de factores, correspondiente a su lógica y racionalidad económica especial.

     Sostener, pues, que la economía de solidaridad necesita de donaciones para existir y desarrollarse no alude a alguna debilidad intrínseca suya; significa no otra cosa que decir que la economía de solidaridad no puede existir sin solidaridad, lo que es obvio. La economía de solidaridad sería transitoria e ineficiente sólo en el caso que las relaciones de donación sean transitorias y que por su intermedio se movilicen recursos y fluyan factores de baja productividad.

     Un aspecto de la eficiencia de la economía de solidaridad estará dado, entonces, por su capacidad de hacer que los flujos de donaciones sean permanentes, de lograr que los recursos y factores objeto de donación sean abundantes y de alta y creciente productividad, y de llegar a asignarlos de manera particularmente efectiva.

     Examinar estos elementos trasciende las pretensiones de este libro. Para ello se precisa una compleja microeconomía de las donaciones, que presentamos en el Libro Primero de Economía de Solidaridad y Mercado Democrático al que remitimos al lector interesado. Pero podemos hacer referencia a la experiencia, que está haciendo surgir en distintos lugares un verdadero y eficiente sistema de apoyo a la economía popular solidaria basado en la intermediación institucional de donaciones.

     La escasez y baja calidad de los recursos con que cuentan las experiencias de economía popular y solidaria y su precaria inserción inicial en los mercados originan numerosas y variadas demandas de donaciones. El mencionado sistema de apoyo surge del relevamiento de esas necesidades y demandas por parte de las instituciones de intermediación, seguido del esfuerzo sistemático de éstas por satisfacerlas adecuadamente.

     Las necesidades y demandas de donaciones surgen muy concretamente de un conjunto de problemas reales y urgentes que enfrentan las organizaciones, a saber:

     a) Falta de financiamiento para instalación, equipamiento y operaciones, en razón de la imposibilidad de acceso al mercado de capitales por falta de garantías y avales.

     b) Deficiencias en la tecnología de producción, diseño de productos, organización del trabajo, control de calidad, etc.

     c) Dificultades de comercialización, que deriva de la inexperiencia, desconocimiento de estrategias y técnicas de marketing, falta de centros de ventas, insuficiencias de stocks y de una gama adecuada de productos complementarios, carencia de contactos con proveedores y distribuidores, etc.

     d) Deficiencias en la gestión empresarial, en cuanto las unidades económicas se constituyen a partir de personas cuya experiencia económica ha sido generalmente subordinada y dependiente, con escasa participación en la adopción de decisiones autónomas.

     e) Carencias de integración y coordinación con otras unidades y organizaciones económicas, que determina un estado de atomización y dispersión de la economía popular que le impide la realización de acciones conjuntas sea al nivel de operaciones en escala como en el de representación social de sus intereses sectoriales.

     En función de contribuir frente a cada uno de estos problemas se han constituido variadas instituciones de apoyo financiadas con donaciones.

     Respecto al problema financiero se han creado fondos rotatorios de crédito, cooperativas de ahorro y crédito, fundaciones que ofrecen préstamos subvencionados, fondos de inversión, y variadas entidades que ofrecen microcréditos, que a través de diferentes instrumentos financieros permiten a las pequeñas unidades económicas acceder a los recursos que necesitan para desarrollarse.

     En función del problema tecnológico se han creado institutos de capacitación técnica y laboral, centros de investigación y desarrollo de tecnologías apropiadas, equipos de apoyo en concepción, diseño y control de calidad de nuevos productos, etc., los cuales, combinando el aporte de especialistas con los resultados de la creatividad popular, generan dinámicas de reconversión productiva y de innovación tecnológica en las unidades económicas del sector.

     Para apoyar la comercialización se han creado organizaciones de ferias, tiendas y negocios comunales, instituciones de servicios comerciales, cooperativas de abastecimiento y ventas, fundaciones para el fomento y exportación de artesanías, entidades de fair trade, etc., que abren cauces de inserción de las pequeñas unidades económicas populares en los mercados formales.

     Frente a las deficiencias de gestión se han multiplicado las iniciativas de capacitación y asesoría, por parte de instituciones y centros que han inventado metodologías adecuadas para la formación y desarrollo de capacidades empresariales y administrativas por parte de los responsables de las pequeñas unidades económicas del sector.

     Finalmente, para colaborar en los procesos de integración y coordinación, existen instituciones que facilitan espacios de encuentro e intercambio entre organizaciones, que promueven procesos de asociación y cooperativización de artesanos, microempresarios y trabajadores autónomos, como también han surgido micromedios de comunicación, como revistas, boletines, programas radiales, etc.

     La acción coordinada de muchas de estas iniciativas permite hablar de la existencia de un verdadero sistema de apoyo, que cumple un rol estratégico en el fortalecimiento y desarrollo de la economía popular, en su articulación como un sector económico que puede alcanzar dimensiones significativas, y en su creciente inserción en los mercados.

En la medida que con estas donaciones y apoyos las unidades económicas del sector crecen y perfeccionan sus operaciones, las organizaciones y empresas van adquiriendo creciente autonomía y llegan a prescindir de las donaciones mismas. Cuando se hacen capaces de pagar los servicios que reciben en sus costos reales o a precios de mercado, ellas pasan a contribuir activamente al financiamiento del sistema institucional de apoyo, con lo que se reproducen e incrementan los recursos para donaciones, que quedan disponibles para levantar y hacer crecer otras experiencias que enfrentan mayores necesidades.

 

SI QUIERES EL LIBRO IMPRESO EN PAPEL O COMPLETO EN DIGITAL LO ENCUENTRAS AQUÍ:

https://www.amazon.com/gp/product/B075748XG6/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p1_i6