ESTACIÓN NOVENTA Y SIETE
CÁNTICO DE LA SOLIDARIDAD
Mi estadía en el desierto, con sus ayunos y abstinencias, meditaciones y oraciones, día tras día me fueron transformando. Se despertó en mí una fuerte sensibilidad ante la belleza, un renovado sentido del amor, una singular comprensión de la armonía universal.
En esa condición espiritual, una mañana compuse y canté esta Definición de Solidaridad.
Soñé toda la noche con amores y emociones
cantadas por un coro de voces antiguas:
barítono el susurrar de los álamos
sopranos petirrojos torcazas y chincoles
tenores los vientos cordilleranos
contralto el fluir de las aguas cristalinas.
Desperté con el pecho en puntillas
y el alma de trovador:
hoy definiré solidaridad.
Solidaridad es un bosque
de interminable botánica
donde conviven en suave armonía
rangosos árboles milenarios
y arbustos humildes de una estación;
allí dialogan en franca porfía
las hierbas buenas y flores cordiales
con las cizañas de triste fama,
plantas vivaces y yuyos de olor
con los zarzales y cañaverales;
y entre los matojos y las arboledas
la entera zoología celebrando alborozada
el encuentro inesperado de las aves del lugar
con las golondrinas que olvidaron por un día
el itinerario de su vagabundear.
(Toulouse Lautrec)
Solidaridad es un vaso de vino
que pasa de mano en mano
al terminar los campesinos su jornada;
él renueva sus fuerzas desgastadas
los invita a compartir los sentimientos
les remueve la dormida rebeldía,
mientras el último tabaco de la noche
transita de boca en boca
iluminando al pasar una tras otra
sus cómplices miradas silenciosas
que se cuentan batallas no olvidadas:
aunque en ellas al final fueron vencidos
aprendieron que también por esos campos
al menos una vez pasó la vida.
(Henri Matisse)
Solidaridad es mano dulce que acaricia
mano triste que busca otra mano
mano abierta que recibe y que da;
cinco duros dedos que forman un puño
que se alza en la lucha cual mástil antiguo,
mano que acoge al forastero
y al que vuelve vacilante del exilio
y que igual se extiende al adversario herido;
mano que no duda un instante
en dejar entre los dedos entumidos
de una mujer en la calle con niño
las monedas del pan de la tarde.
Solidaridad es bandada de pájaros
ronda de niños, prado de mil flores,
la persistencia de una gota periódica
que dibuja sueños en la piedra dura,
un arcoiris que inunda de colores
la tarde entristecida por la lluvia cansina;
una niña meciendo a otra niña
la luz de una vela reflejada en tus pupilas
y una noche de hacer el amor toda la noche;
es acoger con silencio religioso
la confesión del que nos cuenta su caída,
y es una triste mujer de la calle
que siente la soledad del mercenario
y enjuga lágrimas y cura amores
con bálsamo de entrañas derramado.
(Edouard Manet)
Solidaridad es el recíproco donarse de la vida:
travesuras de niño dibujando preciosas sonrisas
en la exigua dentadura de la añosa madrina
que lo regaña con tierno refunfuño pedagógico;
deleites de mujer reciente resucitando emociones
adolescentes en el amigo que cruza el otoño
y que en brazos de versadas caricias
por lugares amenos de perentoria dulzura
la lleva hasta el centro de la primavera;
ritmo y cadencia de un cuerpo ardoroso
que se entrega en abrazo largo y entero
recibiendo el fecundo y magnífico don
de sutiles bellezas de un alma amorosa.
(Velázquez)
Solidaridad es la casa de la vecina María
donde se cumple el milagro cotidiano
que multiplica panes rincones y alegrías,
mientras en la esquina José el zapatero
remienda sandalias vencidas
pensando en los pies que aliviar
y en las piedras y baches del camino;
atrás en el patio el pequeño Manuel
con la vieja regadera del abuelo Joaquín
rocía lechugas tomates e hinojos:
sus ojos sonríen contándose el cuento
que es ya crecido y termina de inventar
la mágica herramienta para aligerar
el trabajo de cinco vecinos.
Terminados los afanes del día
María José y Manuel toda la noche
sueñan con amores y emociones unánimes
cantados por tres coros de voces infinitas:
entona el coro de la madre tierra
el canto del mar los ríos y las lluvias
los volcanes los valles y los cerros
los aromos tulipanes y nogales
las perdices las gaviotas y los gallos;
impetuoso irrumpe el coro de la historia
con el canto de las rondas las tertulias y los juegos
las ferias machitunes y concilios
de todas las razas todos los pueblos todos los ritos;
con ellos se entrelaza pianísimo y vibrante
el coro de los místicos espíritus:
canto de profetas en carros de fuego
de serafines huacas deimones y walkirias,
todo el Olimpo el Nirvana y los Campos Elíseos
haciéndole coro al coro innumerable
de la empírea corte del Dios uno y trino.
Luis Razeto
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