ESTACIÓN NOVENTA Y UNO - SABIDURÍA ME INSTRUYE SOBRE LA ESPIRITUALIDAD

ESTACIÓN NOVENTA Y UNO

SABIDURÍA ME INSTRUYE SOBRE LA ESPIRITUALIDAD

 

Lo que estaba conociendo en este recorrido por las esferas del Paraíso me tenía tan maravillado que quedé mudo por largas horas, reflexionando con los ojos cerrados.

A mi lado Sabiduría me acompañaba sin apurarme para continuar el viaje y respetando religiosamente mi silencio.

Pensaba en mis contemporáneos que en el mundo estaban tan desorientados, tan ensimismados en sus pequeños asuntos cotidianos, tan enfermos del alma y sufrientes de la mente, enteramente ajenos a las delicias del conocimiento de las cosas de lo alto.

Me acordé de Dante, que me había acompañado por el oscuro Infierno y por el anhelante Purgatorio, y vinieron a mi mente los versos con que comienza el Canto Undécimo de su Divina Comedia:

¡Oh insensatas preocupaciones de los mortales,

cuán defectuosos son los motivos

que los llevan a batir las alas tan abajo!

Están los que a través de los tribunales, o por la academia,

o medrando con el sacerdocio,

o por la fuerza o el discurso populista,

tratan de sobresalir y dominar a sus semejantes.

Algunos se dedican a robar, otros al negocio del dinero.

Están los que se fatigan con los placeres de la carne,

y los que se entregan viciosamente al ocio.

Mientras que aquí me encuentro libre de todas esas cosas

en compañía de Beatriz, elevándome por los cielos

donde tan gloriosamente soy acogido”.

Entonces Sabiduría me habló en estos términos:

Como estoy iluminada por los rayos de la luz eterna, descubro por dónde transitan tus pensamientos. Percibo que tienes dudas y preocupaciones, y quisieras que te ayude a discernir en forma clara y al alcance de tu inteligencia, estos caminos que estamos recorriendo y que conducen a la felicidad cumplida”.

Debes saber – continuó diciendo – que la espiritualidad mística persigue la transformación y el perfeccionamiento de la naturaleza humana. Es la búsqueda de una identidad superior, de una existencia perfecta. Alcanzar el conocimiento pleno, la libertad absoluta, el amor perenne, la vida inmortal.

 

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(Caravaggio)

Es el anhelo de aquello que Pablo de Tarso llamó el “hombre nuevo”, Dante el ‘trans-humano’, Nietzsche el‘supra-humano’ y Teilhard de Chardin lo ‘ultra-humano’.

En la base de estos nombres está la intuición, o la convicción, o la experiencia, de que la naturaleza humana está en proceso de formación espiritual, a partir de sus orígenes biológicos cuyas limitaciones pueden trascenderse.

Tal transformación se cumple mediante el encuentro y la unión con el Ser, el Otro, el Todo, el Uno, o Dios, según las distintas denominaciones que se han dado al Existente Absoluto que se encuentra al cruzar ‘a la otra orilla’, más allá de las experiencias sensibles, fenomenológicas, intelectuales y racionales.

Con lo que has vivido en las primeras cuatro esferas del Paraíso, y con las explicaciones recibidas hasta aquí, estás en condiciones de pasar a las esferas superiores, si lo deseas”.

Lo deseo intensamente – aseveré.

Sabiduría me miró con cariño, y sin embargo noté cierta inquietud en sus ojos. Me dijo:

¿Estás consciente de que el paso por ellas, si lo realizas libremente, conscientemente y con verdadera apertura a lo desconocido, puede significar que experimentes un cambio muy profundo en tu ser, después del cual ya no podrás comportarte, relacionarte, sentir, pensar, actuar, del mismo modo que antes?”.

No tengo duda alguna – respondí, pues es lo que siempre he deseado sin atreverme hasta ahora a buscarlo seriamente; pero ya me siento preparado.

La experiencia espiritual es tal que tu mismo yo será transformado, de modo que si la vives, no serás el mismo en adelante” – insistió Sabiduría.

Mi yo – le dije – no lo desprecio, pero tampoco lo tengo en gran estima.

 

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(Caravaggio - San Francisco en éxtasis)

 

Entonces ¡vamos!” – confirmó, haciéndome exultar de alegría.

Pero antes de partir – agregó – hay una decisión que debes tomar sólo tú. La mística tiene muchos caminos y no es posible recorrerlos todos. Tampoco tiene sentido hacerlo, porque todos sus caminos conducen al mismo lugar, todos conducen a la plenitud, a la felicidad.

Entre los distintos caminos espirituales sólo hay diferencias en cuanto a los métodos, a las formas y a los ejercicios espirituales que preparan el encuentro. Pero es preciso elegir uno y seguirlo consecuentemente”.

Pero, al menos – repliqué – ¿me puedes aconsejar? Y ante todo ¿cuáles son esos caminos?

Tuve la impresión de que Sabiduría entró en mi mente entes de responder mis preguntas.

Entiendo – dijo un momento después, que me pareció eterno debido al estado de excitación en que me encontraba ante la perspectiva de saltar a la esfera superior – que para ti es el conocimiento el que te guía y orienta, más que los sentimientos o las intuiciones, que en cambio suelen ser suficientes para muchos.

Te informo, entonces, que las vías de la espiritualidad se desprenden de las distintas religiones. Éstas llevan a las personas, en sus contextos culturales y sociales determinados, a creer en la divinidad, en el mundo espiritual, y en la trascendencia del ser humano más allá de la muerte del cuerpo.

 

Caravaggio -vocación de mateo

 (Caravaggio - La vocación de San Mateo)

 

Son esas creencias las que predisponen a los hombres y mujeres, desde muy temprana edad, a desear participar en el mundo espiritual, a buscar comunicarse con la divinidad, y a alcanzar la vida eterna.

Es así que existen como vías espirituales principales, la mística judía, la mística mazdaísta, la mística hindú, la mística budista, zen y taoísta, la mística islámica, la mística cristiana, la mística bahai. Están también diversas místicas particulares que corresponden a diferentes cosmovisiones religiosas ancestrales e indígenas.

Cada una de estas tradiciones religiosas es como una gran familia espiritual, y en todas ellas se han desarrollado diferentes vías místicas, emparentadas por sus respectivas creencias.

En consecuencia, a ti y a todas las personas que deseen introducirse en la vida espiritual, les conviene adentrarse por alguna de las vías que se han desarrollado en la familia espiritual en la que se formaron, o en la que participen, o que les sea más afín o cercana a su propio pensamiento, mentalidad y cultura”.

¿Y el que no participa en ninguna religión o fe religiosa qué puede hacer?

Sólo le queda explorar y buscar su propio camino, aunque no debiera desdeñar el estudio de las espiritualidades existentes para aprender de ellas”.

Sabiduría me miró, y sentí que sin expresarlo en palabras me preguntaba por cuál camino prefería ascender a la siguiente esfera.

Estoy – le dije – en esa condición del buscador espiritual que se resiste a encasillarse en una religión particular. Pienso, además, que es también ésta la condición en que se encuentra la mayoría de la gente a quien tendré que trasmitir las experiencias que voy teniendo en este periplo cósmico y celeste.

Igual que muchos de mis contemporáneos – agregué –, siento atracción por el Taoísmo, por la espiritualidad Cristiana, y por la fe Bahai. También me interesaría conocer la espiritualidad islámica, aunque me resulta ajena.

Sabiduría me miró con ojos que sentí que recorrían mi alma entera, hasta que me dijo:

Entonces, atendiendo a tus deseos que no osas expresar enteramente, recorreremos las esferas donde se encuentran las familias espirituales de tus preferencias.

Espero que ello satisfaga tus inquietudes intelectuales, facilite la labor pedagógica que te espera en la Tierra, y te abras a la comprensión de la convergencia de espiritualidades diversas.

Pero no puedo dejar de advertirte que esta multiplicidad de conocimientos y de experiencias te distraerá de la vivencia mística personal, que requiere una entrega paciente, persistente, e inmutablemente concentrada”.

Sentí el reproche pero no dije nada porque ya había optado, y sabía que Sabiduría respetaría mi libre decisión.


Luis Razeto

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