ESTACIÓN SETENTA Y OCHO
ENCUENTRO CON VINCENT VAN GOGH
“¿Te interesa conversar con algún otro notable exponente del Arte? – me preguntó Sabiduría.
– No solamente con uno, sino con todos los que pueda – respondí entusiasmado.
“Sólo uno, pues ya hemos estado bastante tiempo en esta esfera de las Artes y aún nos faltan varias más que recorrer. Puedes escoger el arte y el artista, si lo deseas”.
Lo pensé un minuto antes de indicarle mi preferencia por la pintura.
– Y en cuanto al nombre, hay tantos que me encantan que no me resuelvo. ¿Me aconsejas?
Sin pensarlo mayormente Sabiduría me sugirió Vincent Van Gogh, con un argumento que me convenció de inmediato.
“Van Gogh – me dijo –, es un pintor sublime, que entre todos los grandes pintores de su tiempo, destaca por su entrega total y absoluta al arte, por su dedicación pura y desinteresada a la expresión estética del espíritu que anima todas las cosas, y por sus grandes cualidades humanas.
“Es un místico del arte, uno que vivió poseído por el espíritu trascendental de la Belleza, que se refleja en sus obras. Como podrás ver, ocupa uno de los sitiales más altos e iluminados de esta esfera”.
– ¡Excelente! Tengo en mi casa varias reproducciones de pinturas suyas que me encantan y que alegran mi existencia cotidiana.
Lo encontré ante un apacible campo de trigo maduro. Había instalado una tela en un trípode y con una paleta de colores en la mano se disponía a pintar. Lo saludé cortésmente y le pregunté qué estaba haciendo.
Sin distraerse por mi repentina irrupción me respondió con simplicidad
“Estoy plenamente absorbido por estas llanuras inmensas de campos de trigo sobre un fondo de colinas, vastos como el mar, de un amarillo muy tierno, un verde muy pálido, de un malva muy dulce, con una parte de tierra labrada, junto con plantaciones de patatas en flor; todo bajo un cielo azul con tonos blancos, rosas y violetas. Me siento muy tranquilo, casi demasiado calmado, me siento capaz de pintar todo esto”.
Después de terminar los preparativos para iniciar su obra agregó:
“Es una cosa admirable mirar un objeto y encontrarlo bello, reflexionar sobre él, retenerlo y pensar: me voy a poner a dibujarlo. Cuánta belleza en el arte, con tal de poder retener lo que se ha visto. Entonces no se está nunca sin trabajo ni verdaderamente solitario, jamás solo”.
Enseguida agregó: “A veces conviene ir hacia el mundo y frecuentar a la gente, pues uno se siente allí obligado y llamado, pero el que prefiere permanecer solo y tranquilamente en su obra, y quisiera tener sólo pocos amigos, es el que circula con más seguridad entre los hombres y el mundo.”
Me di cuenta de que mis preguntas no lo distraían de la observación del paisaje, por lo que no tuve temor de molestarlo preguntándole lo que me interesaba saber.
– ¿Cómo defines el arte, o si prefieres no hablar en general, cómo entiendes tu propio arte?
Me respondió, siempre concentrado en el paisaje: “El arte es el hombre agregado a la naturaleza; el arte es la naturaleza, la realidad, la verdad, cuyo significado el artista destaca, expresa, despeja, discierne, libera, ilumina. Veo en mi obra un eco de lo que hay en la naturaleza. La naturaleza me ha hablado, me ha contado algo y yo lo he anotado”.
Después de un momento de silencio agregó alegremente: “Tengo una fe absoluta en el arte. Para el arte no está mal vivir más de una vida”.
– Eso veo – comenté, – ya que continúas haciendo lo mismo que hiciste en la otra vida.
Por primera vez separó la vista del paisaje y me miró, extrañado. Pero no dijo nada. Aprovechando su distracción le pregunté:
– ¿Cuál es para ti la fuente de inspiración más importante? ¿Qué sientes cuando te pones a pintar?
No tuvo que pensarlo mucho para dar una respuesta que me dejó sorprendido:
“Si realmente amas, encontrarás belleza en todas partes. Cuanto más lo pienso, más siento que no hay nada más verdaderamente artístico que amar. Lo que se hace por amor queda bien hecho.
“Es bueno amar tanto como se pueda. Quien ama mucho, realiza mucho y puede lograr mucho. Sí, lo que se hace con amor se hace bien.
“Si se continúa amando sinceramente lo que es en verdad digno de amor, y no se derrocha el amor en cosas insignificantes y nulas e insípidas, se logrará, poco a poco, más luz”.
Después de un momento agregó: “No puedo evitar pensar que la mejor manera de conocer a Dios es amar muchas cosas. Ama a este amigo, a esta persona, a esta cosa, lo que quieras, y estarás en el camino correcto para entenderlo mejor, eso es lo que sigo diciéndome a mí mismo.
“Pero debes amar con una simpatía sublime, genuina y profunda, con devoción, con inteligencia, y debes tratar todo el tiempo de entenderlo más, mejor, y aún más”.
– Hablas de ‘encontrar la belleza’. Para ti el arte ¿busca y crea belleza? Hay artistas que reniegan de lo bello y buscan más bien lo sombrío, lo chocante, lo morboso.
“Si quieres ser artista, encuentra y admira belleza, todo lo que puedas; la mayoría no encuentra nada suficientemente bello. Estamos rodeados de poesía por todos lados.
“Qué correcto es amar las flores y la vegetación de los pinos, la hiedra y los setos de espino; han estado con nosotros desde el principio. Con la lectura de libros lo mismo que con mirar imágenes, uno debe, sin dudarlo, con seguridad, admirar lo que es hermoso.
“Pero la luz se expresa por oposición a la oscuridad. A menudo la noche está más viva y con más colores que el día.
“Dibujar es luchar por atravesar un invisible muro de hierro que se alza entre lo que sientes y lo que eres capaz de hacer. El pincel está al servicio del espíritu”.
A esas alturas de la conversación me sentí con la confianza de plantear a Van Gogh una pregunta personal.
– Dicen que viviste atormentado. Que tu vida estuvo conmocionada por frustraciones. Que te enamoraste varias veces sin ser correspondido. Llegaste a sufrir alucinaciones. Se dice que, enloquecido, te cortaste una oreja, y que desesperado te diste un tiro que te llevó a la muerte prematura.
El pintor dejó sus pinceles, me miró seriamente a los ojos, y dijo:
“Viví penurias extremas. Pasaba tan sumergido en la pintura que literalmente me olvidaba de comer y beber. Mi mayor angustia económica no era por el dinero, sino por tener las telas y los colores que necesitaba, y que siempre me faltaron.
“Mis pinturas no se vendían, es un hecho que yo no podía cambiar. Sólo pensaba que llegaría el día en que se vería que ellas valen más que el precio que cuestan las tinturas y mi vida.
“El arte es un combate. En el arte es necesario hasta jugarse la piel. Yo arriesgué mi vida por mi obra, y también mi razón, destruida a medias. Aunque a menudo estuve en las profundidades de la miseria, todavía había calma, pura armonía y música dentro de mí.
“En cuanto al amor, uno puede tener la más fina ternura en el corazón, y que nadie la aprecie. Por momentos sentía una tormenta de deseo de abrazar una mujer, aunque fuera una prostituta barata.
“El corazón del hombre es muy parecido al mar, tiene sus tormentas, tiene sus mareas y en sus profundidades también tiene sus perlas. Pero no me dejé abatir por penas y desilusiones.
“La oreja, no me la corté yo, fue Gauguin durante un juego. Me culpé porque ¿podía yo acusar y dañar al amigo, al artista que admiraba? Y el disparo fue un accidente.
“Pero nada de eso es importante. Yo amé la vida. Tuve naturaleza, arte y poesía, y si eso no es suficiente, ¿qué es suficiente? Puse mi corazón y mi alma en mi trabajo, y llegué a perder la cabeza en el proceso.”
Me di cuenta de que hurgar en las miserias de la vida era vil de mi parte, y para volver sobre el arte le pregunté por su famoso cuadro Los Comedores de Patatas, pintado en los comienzos de su dedicación al arte.
“Quise expresar la idea de que esa gente que, bajo la lámpara, come sus patatas con las manos que meten en el plato, ha trabajado también la tierra. Mi cuadro exalta el trabajo manual y el alimento que ellos mismos se han ganado tan honestamente.
“Así también en otras pinturas en que representé personas del pueblo. Los carboneros y los tejedores constituyendo una raza aparte, y sentí por ellos una gran simpatía, y fui feliz de poder dibujarlos, de modo que estos tipos todavía inéditos o casi inéditos fueron sacados a luz”.
Continuamos conversando sobre sus pinturas hasta que se hizo de noche. Entonces Van Gogh exclamó:
“Tengo una necesidad terrible de, ¿diré la palabra?, de religión. Entonces salgo por la noche y pinto las estrellas”.
Y agregó: “En este momento quiero pintar un cielo estrellado. Ahora mismo la noche tiene hermosos colores; puedes ver sus matices de intensos violetas, azules y verdes. Si solo le prestas atención, verás que ciertas estrellas son de color amarillo limón, otras rosas o de un brillo verde, azul y nomeolvides
“Soy claramente consciente de las estrellas y del infinito en lo alto. Entonces la vida me parece encantada. Dije una vez: algún día la muerte nos llevará a otra estrella. Pues, aquí estamos”.
– ¡Como un sueño realizado! – comenté.
“Confieso que, no sé por qué, mirar las estrellas siempre me hace soñar. Yo sueño mi pintura, y luego pinto mi sueño. Los que soñamos de día somos conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche.
“Y los recuerdos de todos los que amamos se quedan, y vuelven a nosotros en la noche de nuestra vida. No están muertos, sino que duermen, y es bueno reunir un tesoro de ellos”.
Van Gogh miró a lo alto y dijo: “Busca luz, siempre busca más luz”.
Entendí que con esas palabras se despedía de mí, pues se concentró en la pintura. No me atreví a molestarlo. Regresé donde Sabiduría con el alma llena de colores y de anhelos.
Luis Razeto
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