ESTACIÓN SETENTA Y CINCO - ENCUENTRO CON ARTE Y CON OCTAVIO PAZ

ESTACIÓN SETENTA Y CINCO

ENCUENTRO CON ARTE Y CON OCTAVIO PAZ

 

Te noto contento” – me dijo Sabiduría la mañana siguiente cuando me encontró vagando por un valle lunar que encontré florecido al despertar de mis sueños.

Enseguida agregó, siempre amorosa y sonriente: “Así, ya podemos saltar hacia la segunda esfera”.

Sabiduría miró a lo alto y fijó su vista anhelante en un punto del firmamento estrellado donde la luz era más intensa.

Su silencio y la transformación de su semblante acallaron mi mente que ya ingeniaba nuevas interrogantes.

Y como una flecha que da en el blanco antes de que la cuerda termine de oscilar, así velozmente llegamos al segundo reino.

Ahí mi Dama se puso tan alegre y radiante que la luz de aquél cielo fue opacada por la suya que iluminó el planeta entero, y todo manifestaba un admirable gusto.

¡Cuán grande fue mi alegría, estando a esas alturas del viaje tan sensible a todo!

En ese momento vi venir varios espíritus resplandecientes. Cuando se acercaron pude distinguir a siete que seguían a uno principal que iba abriendo el camino. Detrás de los siete venían otros, y una multitud de almas que formaban una procesión.

 

Marten de Vos Las siete artes

(Marten de Vos - Las siete artes)

 

Me sorprendió la alegría que expresaban y el prístino fulgor de los diversos colores y tonos que de cada uno de ellos emanaba.

Piensa un momento, lector amigo, si leyendo este relato sucediera que aquí se interrumpe. ¿No sentirías ansiedad por saber qué más sigue? Así estaba yo, deseoso de saber quiénes eran y en qué felices condiciones se encontraban los espíritus que ante mí llegaban.

¡Oh tú, a quien fue concedida la gracia de llegar a este lugar de luz antes de terminar el peregrinaje en el mundo! Nosotras, que ardemos con la luz que se difunde por todo el cielo, estamos ahora ante ti dispuestas a saciar tus deseos de iluminación.”

Así se expresó la dama refulgente que encabezaba la procesión y que brillaba más que todas. Sabiduría agregó volviéndose hacia mí: “Puedes preguntarles lo que quieras, pues son almas generosas que te responderán con la verdad”.

Bien puedo ver – dije – que te alimentas de tu propia luz, la cual proyectas por tus ojos que relucen de gloria, y por la sonrisa de tu boca que manifiesta gran placer. Deseo saber quién eres, y quiénes son tus compañeras que forman un cortejo tan bello que no creo que pueda existir otro que se le iguale.

Mi nombre es Arte” – dijo brillando con aún mayor intensidad. “Y estas esencias que me siguen son emanaciones de mi ser”.

Diciendo esto fue presentando a las siete damas que la seguían en una primera fila, y que cuando Arte las fue nombrando daban un paso adelante y me saludaban sonrientes.

En la primera fila estaban las más relucientes: Pintura, Escultura, Arquitectura, Música, Danza, Teatro, Literatura. Más atrás aparecieron Fotografía, Cine, Paisajismo, Dibujo, Serigrafía, Gastronomía, Grabado, Modelaje, Ilustración, Cómic, Tapicería, Tejido y otras.

Comprendí que Arte tiene mil formas de crearse, y que cualquier material sirve para expresarlo. Que un poema puede formarse con luces y sonidos, con retazos de experiencias personales o sociales, y con momentos de inspiradas lecturas de las más variadas fuentes.

Lo que hace Arte – susurró a mi oído Sabiduría – es transmutar todos esos materiales en una obra nueva, única e irrepetible. Puede hacerse un Poema, en verso o en prosa, transfigurando el lenguaje de antecesores y de contemporáneos, de gentes del pueblo y de escritores notables, en una nueva, original e irreductible expresión del Espíritu”.

Cuando las damas terminaron de presentarse se tomaron de las manos, formaron rondas y se pusieron a jugar y a bailar sensualmente. Así fueron lentamente integrando a una multitud de sombras de mujeres y hombres que las seguían, enamorados, configurando en el conjunto un espectáculo sublime.

Cuando Arte completó la presentación de las damas de su bello séquito, se envolvió en un finísimo y delicado velo. Con éste se eclipsó levemente el fulgor de su figura, lo cual fue beneficioso para mí que tenía los ojos deslumbrados; y fue también motivo de un deleite nuevo.

En esa condición la luminosa figura me explicó lo que sigue.

 

La Gioconda

 

La intuición esencial de la que nace el arte, es que hay algo más allá de las cosas, oculto al interior de cada cosa, que se desliza en el movimiento y se agita en la relación entre las partes. Artista es aquél que se siente llamado a descubrirlo, y que lo revela al mundo en una obra.

Existen seres humanos cuya singular sensibilidad les permite entrever aquello que para los demás permanece oculto.

Ellos observan con sus ojos mortales un peñasco, un paisaje, un rostro, un espacio, un cielo estrellado; y al través de esa mirada se les activa una visión interior.

Atisban en la intimidad de lo que miran, una huella de luz, el indicio de una belleza superior, el reflejo de una presencia incógnita.

Entonces, convertidos en artistas, sienten un deseo irrefrenable de extraer de la materia aquello que han intuido. Anhelan hacerlo manifiesto, mostrarlo en un cuadro, en una escultura, en el proyecto y el diseño de un templo, un puente, un edificio.

Conciben la obra en sus mentes y la materializan con sus manos, combinando colores y luces, cincelando la madera, uniendo piedra con piedra. Crean así el cuadro, la estatua, el monumento que intuyeron en su espíritu y concibieron en su mente.

Hay otros humanos que sienten la presencia del espíritu dentro de sí mismos, en la cadencia de sus sentimientos y emociones. Éstos expresarán en canto, música y danza, la alegría y la tristeza, el dolor y la ira, la paz y la ansiedad, la serenidad y la furia, que sienten nacer, crecer y apagarse en su interior.

Y así como el Espíritu se muestra en la materia y en la pureza y hondura de los sentimientos y emociones, lo hace también del modo más perfecto, en la imaginación y el intelecto de almas afortunadas que se sienten compelidas a expresarlo con palabras, en prosa o en verso, produciendo obras literarias soberbias.

 

Peregrinación 68a.jpg

(Vladimir Kush)

 

Porque has de saber que el espíritu está presente en la realidad exterior y en la intimidad de cada uno. Pero es en el intelecto y en el corazón humano que adquiere formas que pueden expresarlo.

No hay ser humano que no haya sentido la presencia del espíritu en algún momento de la vida. Y todos se han sentido impulsados a manifestarlo, sea cantando y creando melodías, o dibujando y modelando con sus manos, o bailando y representando, o escribiendo cuentos y poesías.

Aunque, por cierto, son muy pocos los espíritus que llegan a crear obras que merezcan ser llamadas Arte. Porque yo soy celosa y exijo pasión. Me entrego gustosa y feliz solamente a quien me ame intensamente y sea capaz de sacrificar toda otra afición y apego que le distraiga y aleje de mí”.

Así me habló Arte. Yo la escuché con fruición al tiempo que me deleité con su belleza sobrehumana. Cuando terminó, fue a sumarse al corro que no paraba de expresar, cantando y bailando, la felicidad que las arrobaba.

Sabiduría, que se había mantenido en silencio, me tomó del brazo y me invitó a pasear. Llegando a la entrada de un lugar que por un letrero en el frontis supe que era un Parnaso, me susurró al oído:

Quiero que conozcas a un espíritu singular que habita en esta esfera, y que tiene cosas importantes que enseñarte”.

Así encontré a quien en vida se llamó Octavio Paz, el gran escritor y poeta mexicano, exponente insigne y gloria de la más alta literatura hispanoamericana, autor de El Arco y la Lira, entre tantas grandes obras de poesía y prosa.

 

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Me habló largo rato, pero mi memoria es frágil y sólo recuerdo lo que más hondo caló en mi mente.

La poesía – dijo – es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo. La actividad poética es revolucionaria por naturaleza. Es ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo y crea otro. El poeta pone en libertad la materia”.

Sabiduría, que escuchaba en silencio, me susurró al oído:

Es cierto, Poesía y Arte son capaces de cambiar el mundo. Sólo que antes de cambiar el mundo transforman al individuo humano en un nuevo ser espiritual. No solamente lo cambian, sino que lo salvan de la desesperación y de la muerte”.

Octavio Paz continuó el soliloquio:

Pocos son, es verdad, los capaces de alcanzar la condición de artista, de poeta. Pero todos los hombres y mujeres, alguna vez, así haya sido por una fracción de segundo, hemos vislumbrado algo semejante.

No es necesario ser un místico para rozar esta certidumbre. Todos hemos sido niños. Todos hemos amado. El poema es una posibilidad abierta a todos los hombres y mujeres, cualquiera que sea su temperamento, su ánimo o su disposición”.

El amor y la experiencia espiritual brotan de la misma fuente. Otro tanto ocurre con amor y poesía. Las tres experiencias son manifestaciones de algo que es la raíz misma del ser humano. En las tres late la nostalgia de un estado anterior.

Y ese estado de unidad primordial, del cual fuimos separados, del cual estamos siendo separados a cada momento, constituye nuestra condición original, a la que una y otra vez volvemos.

La poesía vive en las capas más profundas del ser. El poema nos revela lo que somos y nos invita a ser eso que somos. El ser del hombre contiene ya a ese otro ser que quiere ser.

La inspiración poética es una manifestación de la ‘otredad’ constitutiva del humano. No está adentro, en nuestro interior, ni atrás, como algo que de pronto surgiera del limo del pasado, sino que está, por decirlo así, adelante: es algo (o mejor, alguien) que nos llama a ser nosotros mismos”.

Cuando Octavio Paz nos dejó me quedé pensando. Creí entender que Arte revela el Espíritu que viene desde los orígenes del ser humano, por lo que queremos regresar a él como se retorna en sueños al Paraíso primigenio.

Comprendí también que Arte vive en la intimidad de cada persona, que contiene en semilla al hombre nuevo que pretendemos llegar a ser.

Y que está adelante, en el futuro, como el fin trascendente que nos llama, nos seduce y nos atrae.

Entonces me contagió la felicidad que mostraban los que habitaban esta segunda esfera del Paraíso, y tomando yo esta vez la mano de Sabiduría, la conduje hasta el corro celestial que parecía no tener fin, y nos pusimos también a bailar.

 

Luis Razeto

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