ESTACIÓN SESENTA Y CINCO - APARICIÓN DE SABIDURÍA

ESTACIÓN SESENTA Y CINCO

APARICIÓN DE SABIDURÍA


Mi tranquilo y despreocupado caminar me había llevado tan dentro de la floresta, que ya no podía ver por dónde había entrado ni dónde me encontraba.

Y he aquí que caminando topé con un río, cuyas suaves ondas agitaban las hierbas que crecían a su orilla.

Sus aguas eran tan puras y cristalinas que parecían no estar mezcladas con nada que pudiera enturbiarlas, por lo que, transparentes, dejaban ver las piedrecillas de colores que iba arrastrando al fondo.

Me empiné para mirar a la otra orilla, donde se apreciaba una gran variedad de flora y fauna. Y como ocurre cuando súbitamente se nos presenta algo tan maravilloso que nos deja sin habla y sin aliento, apareció una mujer que iba cantando sola, recogiendo flores y dejando que las más bellas mariposas se posaran en su mano.

¡Oh mujer hermosa! – le dije –, a quien los rayos amorosos del Sol entibian la piel, según aprecio por el tono de tu semblante, que deja también entrever la dulzura de tu corazón. Acércate por favor a la orilla para que pueda escuchar mejor tu canto.

 

Leonardo da vinci - La despeinada

(Leonardo Da Vinci) 

Como una bailarina que empinando los pies gira graciosamente, la mujer se acercó a pasos lentos caminando sobre un manto de flores rojas y amarillas, manteniendo la vista inclinada, como una humilde doncella. Así se cumplió mi deseo y pude entender lo que cantaba con su dulce voz.

Bañando sus pies en las ondas del hermoso río, alzó la vista y me regaló una mirada que por poco me hace desfallecer. Sus ojos resplandecían tan bellos que no creo que hayan existido nunca otros iguales en todo el mundo. Me sonrió desde la otra orilla del río mientras estrechaba entre sus brazos los ramilletes de flores.

El río nos separaba no más de cinco pasos, pero como era hondo constituía un obstáculo insalvable para mí. Esto generaba ansiedad, audacia y rebelión en mi interior, pero no podía manifestarla temiendo que la bella aparición se esfumase.

Ella entonces me dijo, con tan encantadora voz que, prendado yo de ésta, me era difícil prestar atención al contenido de sus palabras:

Como eres nuevo en este lugar, y porque sonrío mientras camino sola por estos parajes deliciosos, puede ser que tu humana naturaleza te induzca a imaginar algo muy equivocado. Pero si lo deseas, puedo sacarte de las nubes y poner algo de claridad en tu intelecto. Pregunta lo que quieras saber, que estoy dispuesta a responderte”.

Todo lo que veo y escucho y siento en este lugar, es similar a lo que puedo encontrar en mi mundo; pero aquí todo es perfecto, mientras allá nada es sin algún defecto.

 

Pierre Auguste Renoir

(Pierre Auguste Renoir)

Te explicaré – continuó la doncella – lo que tanto te sorprende y admira. El Sumo Bien creó el universo en seis largos días cósmicos. Galaxias, estrellas, planetas y lunas fueron su obra.

Cuando hizo la Tierra, distribuyó montañas y ríos, cordilleras y mares, glaciares y desiertos, y sobre ellos dispuso que se desarrollaran todo tipo de árboles y hierbas; peces, aves, insectos y animales, en una diversidad de especies prácticamente infinita.

Viendo la Suma Belleza que su obra era magnífica, pensó que no era justo que no hubiera quien la conociera, admirara y amara. Entonces creó a la humanidad, hombre y mujer los creó.

Los creó curiosos, inteligentes y capaces de razonar, para que pudieran conocer su creación y descubrir en ella la Verdad.

Los creó capaces de sentir y de amar, para que descubrieran el Bien y el Amor que Él había puesto en cada cosa.

Los creó sensibles, imaginativos y creativos, para que admiraran la Belleza de su obra.

Los creó libres, para que pudieran moverse por donde quisieran y que actuaran sobre su obra, que en cierto sentido dejó inconclusa a fin de que los humanos la completaran.

En síntesis, los creó semejantes a Él, encomendándoles la misión de conocer, amar, admirar y cuidar su obra; cultivarla, embellecerla y perfeccionarla.

 

Pierre Auguste Renoir

(Pierre Auguste Renoir - Autorretrato)

Y a partir de allí, conocer y amar al Creador de todo aquello, que es el fin último que les propuso alcanzar”.

Lo sé – dije a la mujer cuando parecía haber terminado. – El problema fue que los humanos desobedecieron a Dios y fueron expulsados del Paraíso.

Eso no ha sido bien comprendido.” Comentó la dama, agregando: “Presta atención. El Ser Perfecto no hizo perfecto al mundo, y tampoco hizo seres humanos perfectos. Y eso es lo más grandioso de su Creación. Los hizo perfectibles, o sea capaces de llegar a la perfección.

Si los hubiera hecho perfectos, nada tendrían ellos que hacer y sus vidas serían estáticas, inmóviles, limitadas y por tanto imperfectas. La perfección de los seres humanos consiste precisamente en que pueden perfeccionar el mundo, y perfeccionarse a sí mismos, evolucionando y empleando sus propias capacidades y potencias.

Para motivarlos a caminar en ese sentido y dirección, y para que comprendieran hasta dónde puede llegar el ser humano, les mostró este Paraíso en sueños; lo grabó en su inconsciente colectivo como un mito o arquetipo.

Lo reveló con palabras para que constara en un libro que todos pudieran leer y entender. ¿No has pensado que todas las personas y los grupos que has encontrado subiendo esta montaña, es este Paraíso lo que buscan, sueñan, imaginan, conciben y construyen lentamente, para habitar en él? ¿Lo entiendes, ahora?”

 

Peregrinación 58.jpg

 

Creo que sí, que lo entiendo – respondí. – Y tu voz es tan dulce que tus palabras me conmueven y seducen mi intelecto. Pero hay algo que me falta comprender.

Di lo que quieras – me dijo –, pues para atender tus preguntas he venido a este lugar”.

Lo dijo regalándome una mirada y una sonrisa tan puras que eran una invitación a hablar con la más completa confianza. Pero para mí fue al revés, pues tanta bondad y belleza me inhibían de pronunciar la palabra que surgía de lo más profundo de mi corazón.

Temí que sólo el decirla pudiera romper el hechizo. Pero ella esperaba, en silencio, por lo que finalmente me atreví a decirla, no una sino dos veces:

El mal, el mal, ¿cómo se explica? Yo perdí…, todos hemos perdido seres tan queridos…

La mujer me miró con ternura y me dijo:

El mal es un bien encubierto. Sólo que nos cuesta reconocerlo por el dolor que nos causa. El sufrimiento, la enfermedad, la muerte, nos parecen males, pero no lo son. Si no existieran, poco haríamos por superarnos y alcanzar lo que estamos llamados a ser.

La verdad, la belleza, el bien, la unidad, son los bienes trascendentes que buscamos. Los buscamos porque no los hemos alcanzado plenamente. Si todo fuera bueno, bello, armonioso y verdadero, ya estaría todo hecho.

Buscamos el bien alejándonos del mal que no queremos; buscamos lo bello alejándonos de la fealdad que no queremos; buscamos la verdad alejándonos del error que no queremos. Buscamos la unidad alejándonos de la división y el conflicto que no queremos.

Si el universo creado por el Sumo Bien fuese perfecto y sin mal alguno en él, todo quedaba concluido en esa obra consumada, que permanecería quieta, inmóvil, sin desarrollo posible.

No habría historia humana, ni crecimiento espiritual, porque todo estaría cumplido. No tendríamos nada que hacer. Ni buscar el conocimiento, que sería innecesario; ni crear obras de arte, porque todo sería plenamente bello, ni tendría sentido hacer el bien, porque ya estaría hecho.

 

Tiziano

 (Tiziano)

Y entonces, tampoco seríamos libres, porque no habría nada que escoger, ni motivo alguno que nos llevara a preferir una cosa sobre otra. Si no existiera error no habría verdad que buscar; si no existiera fealdad no habría belleza que crear. Si no existiera el mal no habría nada que nos impulse hacia el bien. ¿No te parece?”.

Como yo no respondí pues me quedé pensando, agregó:

Por eso este Paraíso terrenal no está al comienzo de la historia sino al final, como una meta. Por eso, para llegar hasta aquí, has tenido que subir trabajosamente la montaña y recorrer una tras otra las explanadas por las que los humanos se encaminan y suben, sin haber llegado”.

¿Llegaremos? – le pregunté ansioso.

No lo sé” me respondió. “No está establecido. El Sumo Bien los atrae hacia el bien, hacia la verdad, hacia la belleza, hacia la unidad; pero no los determina. Los humanos son libres, por lo que depende de ellos buscar o despreciar esos tesoros, encontrarlos o perderlos. Es todo lo que puedo decirte”.

Después de esto me sonrió, giró en puntillas y se alejó danzando y cantando.

Alcancé a preguntarle, gritando: – ¿Cómo te llamas?

Sabiduría” – respondió dando un giro en su danza que la volvió un instante hacia mí.

Yo la seguí mirando, extasiado por la belleza de su figura, de sus movimientos, de su canto y de su aroma, que poco a poco se fueron disolviendo.

 

Luis Razeto

SI QUIERES LA PEREGRINACIÓN COMPLETA IMPRESA EN PAPEL O EN DIGITAL LA ENCUENTRAS EN EL SIGUIENTE ENLACE:

https://www.amazon.com/-/es/gp/product/B08FL8Q64W/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p1_i8