ESTACIÓN CINCUENTA Y DOS - ENCUENTRO CON TEÓLOGOS DE LA LIBERACIÓN

ESTACIÓN CINCUENTA Y DOS

ENCUENTRO CON TEÓLOGOS DE LA LIBERACIÓN

 

Ahora que estaban todas las velas encendidas me percaté de un fenómeno sorprendente, que no había visto ni imaginado que pudiera suceder.

Al comienzo noté que muchos de los allí reunidos en asamblea eran sombras desencarnadas, lo que me resultaba evidente pues su presencia no impedía que mi vista pasara a través de ellas y pudiera mirar los cirios encendidos de otros participantes.

Sin embargo había unas cuantas personas que estaban con su cuerpo presente, pues mi vista no podía cruzar al través de ellas, y dejaban sombras oscilantes en el suelo causadas por el movimiento de la luz de las velas.

Y había tres o cuatro que eran espíritus luminosos, que destacaban sobre el resto de las sombras porque su luz era tan potente que opacaba el brillo de los cirios, al ser ellos mucho más radiantes que éstos.

Decidido a comprender tan extraño fenómeno, me acerqué a uno de los presentes que estaba en cuerpo viviente, y le interrogué pidiéndole que me explicara tan extraña situación.

Los que aquí estamos – me dijo sin titubear – somos teólogos cristianos, que creemos en la Comunión de los Santos”.

Dante se había también acercado y puesto a mi lado, demostrando gran interés en lo que el teólogo había dicho.

¿Puedes explicarme esa creencia, e ilustrar también a mi guía, sobre lo que significa?

La Comunión de los Santos significa que formamos parte de una comunidad cristiana, los que todavía militan en el mundo, los que ya murieron y se encuentran purgando y perfeccionándose en esta explanada, y los que ya viven en la gloria de Dios y que vienen a las asambleas cuando son llamados con fervor espiritual por los vivientes en el mundo”.

Esta respuesta motivó a mi Maestro a recoger dos velas que se encontraban en una mesa. Me pasó una y le pidió a la sombra con la que platicábamos que las encendiera con el fuego de la suya.

Así lo hizo aquella, con la consecuencia de que tanto Dante como yo quedamos integrados a la asamblea que se estaba desarrollando.

A una indicación del oficiante todos nos sentamos. Esteban Gumucio tomó una guitarra y comenzó a entonar una canción que yo he escuchado cantar muchas veces a mi esposa, por lo que pude sumarme al canto de todos.

 

Esteban Gumucio

 

Camino del viento helado
contigo quiero andar picapedrero.
Al boquerón minero, la negra pala,
la dura roca, el negro cielo.
Perdóname primero
mis manos limpias, mi pan seguro.

Camino de soledad
contigo quiero andar madre sin nombre.
Al hospital de noche, la pobre cama,
las largas horas, sin esperanza.
Perdona mujer enferma
mi cuerpo sano, mi hogar tranquilo.

Camino del paso oscuro
contigo quiero andar mi niño ciego.
Acariciando el suelo, las manos yertas,
noche en la noche, los ojos muertos.
Perdóname primero
la luz que llevo, mirando estrellas.

Camino del Viernes Santo
contigo quiero andar, Cristo doliente.

Terminada la canción pasó adelante Pedro Casaldáliga, quién expuso lo que a continuación resumiré:

 

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La teología de la liberación es una reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la Palabra de Dios. Es una teología de la transformación social liberadora, que no solamente piensa en la sociedad sino que se abre al Reino de Dios.

Conecta la espiritualidad trascendente del mensaje de Jesús, con las ciencias sociales de nuestro tiempo, de donde surge el compromiso con la liberación de los oprimidos como lugar obligado y privilegiado de la vida cristiana.

Ser cristiano es ser, en Jesucristo, hombre nuevo, cuyos rasgos principales son: La lucidez crítica frente a los medios de comunicación, las estructuras, las ideologías y los falsos valores; lucidez que resulta de la pasión por la verdad.

La gratuidad de la fe y la vivencia de la gracia, que conllevan la humildad, la ternura, el perdón y la capacidad de descubrir.

La libertad desinteresada que asume la austeridad y la pobreza para ser libres frente a los poderes del mundo. La libertad total de quienes están dispuestos a dar la vida por el Reino.

La creatividad alegre, sin esquematismos. La denuncia profética como misión y servicio al lado de los más pobres. La fraternidad sin privilegios.

El testimonio coherente, vivir lo que se proclama. La esperanza creíble de los testigos y constructores de la resurrección y del Reino”.

La asamblea continuó con reflexiones en pequeños grupos sobre los conceptos expuestos por Casaldáliga, y concluyó con otro cántico.

Terminado el encuentro se acercaron a nosotros varios amigos que me reconocieron, y me dio gusto encontrarme con Raúl Rosales, que estaba en cuerpo viviente, con quien a menudo me encuentro en Santiago.

Él contó al grupo que aunque no soy teólogo, anticipé muchas ideas de la teología de la liberación, antes de que se escribiera el primer libro de esa corriente teológica, en una especie de manifiesto que titulé Por una Iglesia Junto al Pueblo y su Lucha.

 

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Les contó también que organicé con varios compañeros un movimiento de jóvenes universitarios que adoptó ese nombre.

Movimiento que – expliqué – duró poco, pero tengo confianza en que las ideas trascendieron.

Conversamos un rato sobre la situación actual de los países latinoamericanos, hasta que el Maestro me obligó a despedirme aduciendo la premura que nos ponía esa misma realidad que estábamos comentando.

¡Espera un momento! – dije a Dante mientras corrí hacia Raúl que se alejaba.

Raúl – expliqué. – Quisiera llevar al mundo una prueba de que en verdad estuvimos aquí, en este maravilloso encuentro.

Recuerdo que tienes en tu casa una colección de campanitas. ¿Te parece buena ésta?” – me preguntó pasándome una antiquísima campanilla artesanal de cobre fundido macizo.

 

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De diez centímetros de alto, gruesa y pesada, el asa era nada menos que la icónica cabeza de Dante; en el cuerpo medio estaban talladas imágenes que representaban escenas de la Divina Comedia, y en el borde inferior unas palabras en latín que no supe distinguir. Su sonido grave resultaba muy agradable al oído.

Partimos nuevamente montaña arriba en busca de la séptima explanada. Iba yo contento de haberme encontrado con esas gentes, que vivieron o aún vivían en el presente muy cerca de poblaciones carentes de bienes materiales y sufridas, y que no obstante ello se notaban alegres y esperanzados, gozando de la vida y agradecidos.

Recordé que Catalina de Siena dejó escrito: “El camino que conduce al cielo, es el cielo”.

 

Luis Razeto

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