ESTACIÓN CUARENTA Y SEIS
WILLIAM GODWIN, CHARLES FOURIER Y ROBERT OWEN
El primero en exponer fue Godwin. Comenzó afirmando su plena confianza en que el ser humano, por su racionalidad y vocación natural a la perfección, puede construir una economía justa, igualitaria y solidaria.
“El obstáculo principal – afirmó – lo constituye el Estado. Por eso propuse el anarquismo, una sociedad basada en pequeñas comunidades locales en que cada uno maneje sus propios asuntos de modo independiente.
“No debe olvidarse jamás que todo gobierno es un mal, porque implica que los individuos abdican de su propia razón y se dejan guiar por una entidad externa que los subordina, que no es ética, y que es capaz de llevar las naciones a la guerra.
“El gran obstáculo para este proyecto, es que la gente cree que los gobiernos les solucionarán sus problemas y atenderán sus necesidades, por lo que dejan de emprender iniciativas autónomas.
“En cuanto a las causas del éxito de las organizaciones autogestionadas, la decisiva es que las personas desarrollen el conocimiento necesario y que se guíen por la razón.
“El problema de los pobres es que sólo tienen tiempo para luchar por la subsistencia y no tienen oportunidades de desarrollar el conocimiento.
“Tanto el capitalismo como el estatismo necesitan que los trabajadores y los ciudadanos sean ignorantes, pues así los pueden explotar y subordinar”.
Gonzalo agradeció la intervención de Godwin y dio la palabra a Fourier.
“Mi convicción más profunda es que el éxito y el fracaso de una forma económica cooperativa depende de cuán adaptada se encuentre a los instintos, las pasiones y los deseos naturales de las personas.
“Es necesario que la organización, el trabajo y la actividad produzcan placer y persigan la felicidad.
“El fracaso es inevitable cuando la organización fuerza a los individuos a sacrificarse por una organización que no les produce beneficios, y a vivir y actuar en conformidad con normas artificiales, impuestas por moralistas y por el Estado.
“Es necesario avanzar hacia una vida más simple y natural, como la que propuse en el modelo de los falansterios. Éstos, formados por hombres y mujeres libres, son exitosos si aplican sus principios, y fracasan cuando se los descuida.
“Ellos son: Primero. Todos los habitantes de la comunidad, ricos y pobres, hombres, mujeres y niños, forman parte de la asociación en igualdad de condiciones.
“Segundo. El capital social lo constituyen los inmuebles comunes, y los capitales aportados por cada uno a la sociedad.
“Tercero. Cada asociado a cambio de lo que aporta, recibe acciones que representan el valor exacto de lo que haya entregado.
“Cuarto. Toda acción tiene hipoteca sobre la parte de la propiedad general de la sociedad.
“Quinto. Todo asociado debe concurrir a la explotación del bien común, con su trabajo y con su talento.
“Sexto. El beneficio anual, después de satisfechos los gastos comunes, será repartido proporcionalmente según las tres facultades productivas: capital, trabajo y talento”.
Gonzalo debió advertir a Fourier que su tiempo había concluido, y pasó la palabra a Owen, quien se expresó en estos términos:
“Mi propuesta principal, por la que realicé importantes iniciativas prácticas, es la creación de Aldeas Cooperativas, donde funcionen cooperativas de producción y cooperativas de distribución y de consumo, para que los trabajadores se emancipen de la subordinación a las empresas capitalistas.
“Una razón importante del éxito reside en que el objetivo no sea puramente económico, sino que se proyecte en un ideal de vida superior, y en lo que llamé ‘un nuevo mundo moral’.
“Si el proyecto es solamente económico, no tiene fuerza de motivación suficiente y termina fracasando, porque en lo puramente económico se presentan otras oportunidades y alternativas que pueden seducir a quien no tenga ideales superiores.
“Por eso, se requiere poner énfasis en la educación, para formar hombres y mujeres laboriosos, productores de riqueza, del saber y de todo lo que realmente es valioso para las personas y la sociedad.
“Hay que unir las conciencias y voluntades de todos los que compartan el ideal, sin distinción, para crear una forma nueva y justa de existencia humana.
“Y ante los fracasos, hay que volver a empezar y persistir, hasta disponer de todos los elementos necesarios para realizar el cambio”.
Cuando Robert Owen terminó su exposición, Gonzalo Pérez propuso hacer un break de cinco minutos en que se serviría a todos un excelente café colombiano, para retomar enseguida con los expositores faltantes.
La propuesta fue entusiastamente acogida por los seis ponentes. También por mí, y menos por Dante, tal vez porque desconocía el café colombiano, o quizá por su permanente premura.
Aprovechando la pausa me dirigí rápidamente hacia Gonzalo y nos encontramos a mitad de camino, pues él vino también a mi encuentro.
“Propuse el break – me explicó después de que comprobó al abrazarme que yo estaba todavía en mi cuerpo – porque al final del evento debo llevar inmediatamente a estos próceres a cumplir otras misiones y no podría saludarte.
“¿Ves? Sigo haciendo lo que hacía en Colombia, difundir, llevar de un lado a otro a los mejores exponentes de la economía solidaria.”
Cuando le informé que yo estaba de paso y que pronto regresaría a la Tierra, me preguntó por Ligia María, por Leonel Betancur y Dora Cristina, por Viviana, Oswaldo, Luz Dolly, Mario Arango y los amigos del Salón Versalles, por las cooperativas en Colombia, por el país y por el mundo.
Nuestra conversación se extendió más de quince minutos y sólo concluyó porque los seis próceres comenzaron a silbar y golpear las palmas, exigiendo que el evento continuara como estaba programado.
Gonzalo me encargó que a mi regreso transmitiera todo su amor y cariño a sus seres más queridos. Enseguida se apresuró para retomar su puesto.
Luis Razeto
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