ESTACIÓN VEINTINUEVE - EL PESIMISMO DE LA RAZÓN

ESTACIÓN VEINTINUEVE

EL PESIMISMO DE LA RAZÓN


Tengo muchas preguntas que plantearles, pues estoy lleno de dudas e impaciente por conocer lo que piensan – afirmé, a lo que la sombra de Nietzsche, que por primera vez tomaba la palabra, respondió enseguida:

No te hagas ilusiones, pues sólo podemos decir lo que ya dejamos escrito en nuestros libros, porque al morir, ya nuestro pensamiento se consumó y no podemos continuar argumentando. Solamente guardamos memoria de cada palabra que pronunciamos o escribimos cuando estuvimos vivos”.

Esta confesión me desanima, porque precisamente mi deseo es saber si una vez despojados del cuerpo y viviendo como espíritus, podemos alcanzar la felicidad que en vida constituye nuestro principal deseo. Siento, en consecuencia, que en parte me han engañado al traerme hasta aquí, pues ya una vez leí sus obras.

La llama de Schopenhauer se estiró hacia mí y la sentí amenazante porque, al acercarse a mi cara, sentí como si me afectara una fiebre muy alta. Me dijo, airado:

¿Acaso no advertí que mis libros debían ser leídos al menos dos veces para ser comprendidos? ¡Treinta años de intensa concentración intelectual ocupé en pensar y escribir los dos tomos de El Mundo como Voluntad y Representación, y tú crees haberlo comprendido leyéndolo de corrido en pocas horas!”.

Tienes razón – dije compungido –, comprendo bien tu indignación, pues también me he quejado de quienes creen haber entendido mis obras sin haberlas estudiado seriamente. Me disculpo por mi atrevimiento, y estaré feliz de que me clarifiques algunos aspectos de tu pensamiento que me resultan oscuros.

Para eso hemos venido. Pregunta, pues, lo que quieras” – respondió.

Una sola pregunta quiero hacerte, que me inquieta como ninguna otra lo hace, y sobre la cual deseo que me clarifiques tu pensamiento.

 

Goya 1

 

En tu extremo pesimismo sobre la realidad del ser humano, sostienes que vivimos necesariamente en el sufrimiento y la maldad, la contradicción y la injusticia, la enfermedad y la muerte, siendo incapaces de descifrar el enigma de la existencia.

Afirmas que la realidad originaria que llamas Voluntad, y que induce en nosotros el afán de mantenernos en la existencia, lleva consigo la permanente frustración, la escisión y la carencia, al hacernos desear íntimamente lo que es imposible, constituyendo en consecuencia la fuente última de todo el sufrimiento que nos atrapa. ¿He entendido bien lo que escribiste?

Me pareció que la llama de Schopenhauer asentía pues se inclinó ligeramente. Eso me animó a continuar:

Mi pregunta sobre la posibilidad de alcanzar la felicidad sigue en pie. Ya sé que ocupaste muchas páginas para exponer tu creencia en que, precisamente los humanos somos desgraciados porque nos domina la voluntad de lo imposible: vivir y no morir, y alcanzar la felicidad plena, cosas ambas que están en nuestra naturaleza pero que sabemos que son imposibles de realizar.

Sin embargo, en tus escritos sostienes que podemos liberarnos de todo aquello que es fuente de dolor e insatisfacción, mediante el arte, la ética y la ascética. ¿No es eso contradictorio?

Había yo notado en el transcurso de esta conversación con el espíritu de Schopenhauer, que Dante no lograba mantenerse quieto. Intuyendo que deseaba intervenir, y puesto que mi interlocutor no se apuraba en responderme, pregunté a Dante qué lo mantenía tan desasosegado. Entonces me preguntó:

¿Acaso no sabes que los deseos de vida eterna y de alcanzar la plena felicidad, que están inscritos en la naturaleza humana, no solamente son posibles de alcanzar sino que constituyen nuestro verdadero fin, porque todo lo que está en nuestra naturaleza ha sido establecido por el Creador, que es quien nos puede dar la vida eterna y la felicidad plena y perpetua?”.

Schopenhauer, que había escuchado atentamente, replicó de inmediato:

Eso fue lo que cantó el gran poeta Dante Alighieri en La Divina Comedia. Pero lo que narra esa obra no es más que un sueño del autor. Yo admiré ese canto magnífico, que inspiró mi convicción de que la vida es sólo un sueño. Y fue esa obra de la más elevada poesía la que me llevó a pensar que el arte y la poesía son una vía regia para superar la desgracia humana”.

Dante, expresando con un gesto su complacencia por el reconocimiento recibido, se presentó con sencillez:

Soy el poeta que nombras, y me complace que mi obra te haya alegrado la vida y servido para encontrar un camino de salvación. ¿Pero acaso no comprendes que todo se resuelve felizmente con sólo creer en Dios, que nos creó con el fin de que gocemos de la vida eterna en unión con él?”.

¿Cómo sabes que es así?” – preguntó el filósofo.

Porque a tal conclusión me conduce la razón. Y además, sé que mi amada Beatriz lo vive pues me lo ha confirmado y me anima a esperar que yo también alcance algún día similar condición de felicidad y plenitud, junto a ella, en Dios”.

 

Goya 3

 

La razón – replicó el espíritu de Schopenhauer – no puede alcanzar la verdad, porque ella opera sólo en base a las representaciones de la mente y no con realidades en sí.

Y en cuanto al testimonio de tu amada Beatriz ¿no has pensado que ella misma, y todo lo que cantaste en La Comedia, no sea más que el relato de un bello sueño que tuviste?

¿Y no se te ha pasado por la mente que esto mismo que crees estar viviendo aquí y ahora, no es sino el sueño de este hombre que vive todavía en el mundo, al que acompañas en un viaje que él realiza en sueño?”.

¡Si Dios no existe, todo se disuelve!”, exclamó Dante.

Estoy de acuerdo. Es lo que sostengo. El mundo que conocemos es sólo representación, y voluntad de ser. Dios, el ser en-sí, la verdad, el sentido, son ilusorios. Queda apenas el cuerpo, el deseo de ser y de durar, y con ellos, el dolor, la muerte, el mal”, replicó Schopenhauer.

Yo comprendí que a esos dos los separaba un abismo, y podrían discutir eternamente sin alcanzar conclusión alguna. Y como la llama de Schopenhauer no había atendido aun mi pregunta, insistí con ella, obteniendo la siguiente respuesta:

 

Goya 2

 

En mis estudios sobre la tragedia humana llegué a la conclusión de que la liberación de la representación y de la voluntad puede lograrse por dos vías: una puramente contemplativa, que es la del arte y la poesía; y la otra es la ética y la ascética, que es la vía de la mística.

Pero tanto en la estética como en la mística estamos fuera del dominio de la razón y del deseo, siendo conocimientos inmediatos que no pueden expresarse en palabras. En ellas no caben explicaciones, constituyen experiencias únicas, singulares.

En ellas el conocimiento intelectual deja paso a un tipo de conocimiento inmediato e intuitivo, que como no es racional no se puede comunicar”.

Entonces – acoté yo con entusiasmo – hay caminos verdaderos de salida. ¿Cuáles son las vías, los métodos para acceder a ellos?

El problema es – respondió la llama de fuego – que esas vías están abiertas solamente a muy pocos genios poéticos, como el Dante que te acompaña en tu sueño, y los santos místicos, de los que no he tenido ocasión de encontrar a ninguno. Y no fui yo ni lo uno ni lo otro, aunque me entregué entero a buscar la verdad”.

Y diciendo esto, la llama de fuego de Schopenhauer se fundió con la de Nietzsche, con lo que entendí que el primero se retiraba para dejar con la palabra al segundo.

 

Luis Razeto

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