ESTACIÓN VEINTIUNO - DESTRUCTORES DE LA NATURALEZA

ESTACIÓN VEINTIUNO

DESTRUCTORES DE LA NATURALEZA

 

Así fue que continuamos descendiendo hasta que llegamos a una especie de bosque, cuyos árboles no tenían hojas verdes sino que eran de un fuerte color oscuro, como de petróleo sucio.

Los árboles no tenían ramas armoniosas, sino retorcidas y nudosas. Tampoco se veían frutos sino solamente abrojos y espinas.

La flora y la fauna que allí existía no mostraban la diversidad de especies que se puede encontrar en alguno de los pocos bosques incontaminados que aun subsisten en la Tierra, porque todo era allí árido, deforme y espantoso.

Hacía un calor húmedo insoportable, que se pegaba a la piel. Por todas partes se oían murmullos lastimeros, pero no se veía a nadie que emitiese esos sonidos, por lo que me detuve espantado, creyendo que se trataba de gente que se ocultaba con fines perversos.

 

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Mi Maestro puso fin a mis cavilaciones y miedos cuando me dijo: “Si rompes una de esas ramas, te darás cuenta de que tus pensamientos están equivocados.”

Alcé entonces el brazo y cogí una rama pequeña de un árbol que parecía un gran ciruelo, y la corté. Entonces sentí que el tronco me hablaba: “¿Por qué me desgarras?”.

Enseguida mi mano se tiñó como de sangre, que no era roja sino negruzca y espesa. El tronco continuaba gritándome: “¿Por qué me rompes? ¿Acaso no tienes piedad ninguna? Nosotros que ahora somos troncos secos, fuimos humanos en el mundo, por lo que deberías ser más compasivo”.

Como una caña que arde por un extremo y por el otro rechina por el aire caliente que sale por ahí, así aquél tronco expelía palabras y sangre. Entonces, asustado, dejé caer la rama al suelo. Mi guía sintió necesidad de dar explicaciones al tronco, porque ni su intención ni la mía eran acrecentar los dolores de esas extrañas criaturas.

 

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(Piet Mondrian)

 

¡Oh alma malherida!” – exclamó el poeta. “Este hombre no sabía el dolor que te infligía al desgarrar una pequeña rama de tu tronco. Es preciso que le ilustres quiénes son ustedes, para que él comprenda lo que sucede en este bosque de muerte y de dolores”.

Los que formamos este bosque inerte – comenzó a explicar el árbol que yo había herido – somos hombres y mujeres de una generación despiadada que destruyó gran parte de la bio-diversidad del planeta Tierra.

Nos resistimos a aceptar la verdad que los científicos pregonaban sobre el daño que nuestras industrias y nuestro consumismo hacían a la ecología y al medio ambiente.

Tampoco respetamos el bien que corresponde a cada cosa y a cada ser viviente, que utilizamos con avidez y egoísmo; y no nos importó si nuestras empresas afearan los paisajes y deformaran la hermosura del orden natural.

No nos inquietó polucionar el aire utilizando el carbón y el petróleo que producían gases tóxicos, ni emplear químicos que contaminaban las aguas y los campos, de modo que en el transcurso de pocos años provocamos una verdadera catástrofe en la biósfera.

El planeta entero se calentó varios grados por encima de la temperatura normal. El desastre ecológico y ambiental fue resultado de haber atentado durante décadas, simultáneamente, contra la verdad, contra el bien y contra la belleza de la creación”.

 

Peregrinación 21 Erupción

 

El tronco dio por terminada su explicación; pero mi Maestro quiso saber algo más, y lo interrogó:

Explícale a mi amigo cómo es que el alma de los que se encuentran aquí contigo se encierra y queda atrapada en estos árboles secos”.

Lo que sé – respondió la voz quejumbrosa proveniente del tronco – es que cuando una de las almas feroces de nuestra generación impía y destructiva se separaba del cuerpo al morir, era de inmediato enviada a este círculo infernal, cayendo al suelo, sin que se le hubiese asignado un lugar particular, sino que quedaba al arbitrio del azar.

Caía y como el suelo es pantanoso, se hundía en la humedad y brotaba como la semilla de un árbol cualquiera.

Pero las arpías se alimentaban de sus hojas, secando así el árbol, sin que por ello dejara de crecer, seco por fuera, mientras que por el interior del tronco y en sus ramas comenzaba a circular, no savia vegetal ni sangre humana, sino una materia negra y viscosa de carburantes que emergen desde las profundidades.

Esa circulación dolorosa es la que nos hace quejarnos sin parar, por lo cual no podemos ni por un segundo olvidar que agotamos recursos valiosos sin preocuparnos de las generaciones venideras, ni del daño a la ecología, ni de la contaminación de la atmósfera, los mares y las tierras fértiles.”

El tronco seco, que ahora sabía yo que era la sombra de un humano, pareció dudar; pero Dante le exigió que dijera todo lo que tenía en mente. Entonces, exhalando el quejido más lastimero de todos los que escuché en mi recorrido por el Infierno, exclamó:

Lo que yo hice, igual que todos los que nos encontramos aquí, fue levantar para mí mismo una horca, en mi propia casa”.

Al escuchar esta terrible confesión se me ocurrió que al regresar al mundo debiera tener una prueba de haber estado en ese lugar de miseria y muerte, que sirviera para alertar sobre lo que nos espera si no cambiamos de rumbo.

 

Charles Arthur Wheeler

(Charles Arthur Wheeler)

 

Recogí la ramita del árbol que había cortado y tirado al suelo, la cual se había convertido en un negro carbón. Pensé: “Los científicos sabrán descubrir su composición y su origen”, y lo puse en mi bolsillo.

Entonces el tronco, con voz lastimera agregó: “¡Oh, almas que han contemplado el lamentable estrago que me ha separado de mis ramas; les suplico que las recojan y las dejen al pie de lo que queda de este triste árbol”.

Al escuchar estas palabras que expresaban tanta desolación, Dante y yo reunimos las ramas dispersas y las dejamos junto al tronco, que ya no podía hablar pues lo ahogaba el sollozo.

Permanecimos todavía atentos por si quisiera decirnos algo más, cuando de pronto nos sorprendió un rumor extraño.

Era una ventisca caliente que levantaba una nube de arena que golpeaba las ramas secas de los árboles, que ahora se lamentaban manifestando aun mayor sufrimiento que antes.

Es a causa del calentamiento global del planeta”, explicó apresuradamente el tronco que hablaba con nosotros, y no dijo ni una palabra más pues quedó emitiendo aullidos de dolor.

 

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(Edvard Munch)

 

Dante me tomó del brazo, me sacó del sombrío bosque y me condujo apresuradamente hacia una explanada que estaba al otro lado del círculo.

Yo estaba muy triste pensando que todo aquello estaba sucediendo en mi planeta al que no tardaría demasiado en regresar.

 

Luis Razeto

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