ESTACIÓN CINCO - ENCUENTRO CON LOS FILÓSOFOS DEL SER

ESTACIÓN CINCO

ENCUENTRO CON LOS FILÓSOFOS DEL SER


Continuamos caminando hacia la luz, conversando de lo que habíamos visto y oído, y llegamos al pie de un noble castillo circundado por siete elevados muros, y defendido por un bello riachuelo que atravesamos por un puente. Cruzamos luego siete puertas, hasta que finalmente llegamos a un prado de hierba fresca.

Allí se encontraban personas de mirada seria y tranquila, de cuyos semblantes emanaba una gran autoridad. Hablaban poco, con voces suaves. Los observamos mientras se encaminaban hacia un lugar iluminado. Pude distinguir a los más ilustres espíritus que hayan existido, y con sólo mirarlos me sentí exaltado.

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Allí estaban Sócrates, Platón, Aristóteles, Parménides, Heráclito, Anaxágoras, Empédocles y Tales de Mileto. Aristóteles les hablaba con estudiada parsimonia y los demás lo escuchaban atentos.

Unos pasos más adelante distinguí a Tomás de Aquino, Agustín de Hipona y Plotino, que estaban en silencio mirando hacia lo alto siguiendo la dirección que indicaba el brazo extendido de este último. En otro sector conversaban animadamente Kant, Spinoza, Hegel, Husserl y Heidegger.

Pensé que allí pudieran encontrarse también Descartes, Berkeley, Comte y Hume; pero por más que miré en todas las direcciones y que agucé la vista no aparecieron en ningún momento.

No obstante encontrarse todos ellos concentrados en sus muy elevados pensamientos y razones, apenas advirtieron nuestra presencia abandonaron lo que estaban haciendo y corrieron, ansiosos, hacia donde estábamos nosotros.

A medida que llegaban, uno tras otro fueron reconociendo a Dante y lo saludaron con una respetuosa venia; pero lo que me sorprendió sobremanera fue que no se detenían ante el Maestro sino que se acercaron a mí con rostro y mirada expectantes, como si hubieran visto aparecer quizás qué personaje inesperado, y formaron un círculo a mi alrededor.

Este recibimiento que me brindaban personajes tan ilustres y superiores, a los que yo admiraba como las más altas cumbres de la sabiduría humana, me hizo sentir inhibido, por lo que busqué la mirada de mi acompañante esperando que me diera alguna explicación.

Pero Dante estaba tan sorprendido como yo, sólo que habiendo convivido en espíritu con ellos, no tuvo temor de preguntarles qué les despertaba un interés tan singular por mi persona.

Quién tomó la palabra fue nada menos que Aristóteles, que sin dejar de mirarme respondió la pregunta de Dante, mientras con un movimiento circular del brazo daba a entender que hablaba en representación de todo el grupo:

 

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"Estamos todos muy honrados de recibirlo en nuestro castillo – dijo Aristóteles dirigiéndome la palabra. – Y estamos expectantes de las verdades con las que nos pueda usted iluminar, pues hace varios siglos que estamos en espera de un metafísico.

Esperamos la llegada de un verdadero Filósofo del Ser que nos traiga alguna nueva comprensión de la esencia de los entes y la razón última de la existencia de la realidad.

Pues sucede que hasta que entraron ustedes a este lugar, ningún otro espíritu humano ha ingresado, desde que lo hizo Heidegger, el último de los que estamos aquí reunidos”.

"¿Cómo te llamas?" – me preguntó Spinoza mirándome con afecto.

"¿Cuál es el título de tu obra?” – inquirió Husserl sin esperar que yo dijera mi nombre.

Intervino entonces Platón interrogándome con mirada adusta: "¿A cuál corriente se adscribe tu sistema filosófico? ¿Realista o idealista?"

"¿Materialista, vitalista o espiritualista?" – preguntó Heráclito antes de que pudiera yo decir nada.

Sólo entonces se produjo un silencio que me dio la ocasión de responder:

¡Calma, señores! No soy quién ustedes esperan. Estamos aquí, con mi ilustre guía, solamente de paso. Pero puedo comprender la razón de vuestra ansiedad y expectativa, porque si bien no soy más que un estudioso de la filosofía y no tengo un nuevo sistema metafísico que proponer, escribí un libro titulado En búsqueda del ser y de la verdad perdidos, en el cual describo y analizo la lamentable situación en que se encuentra la filosofía moderna y contemporánea.

La metafísica dejó de existir. La pregunta por el ser, la única interrogante que realmente importa, de la cual depende todo otro conocimiento, y sin respuesta a la cual ha desaparecido del horizonte del entendimiento humano la posibilidad de discernir la verdad, fue abandonada por los doctores de filosofía y por los enseñantes de nuestra disciplina.

En ese libro y en otro sucesivo en que estudio la experiencia espiritual, doy algunos pasos sobre la cuestión, que pienso constituyen un aporte; pero nada más que eso.

"Veo que no llevas contigo el manuscrito, pero ¿puedes al menos decirnos si ha despertado interés entre los filósofos de tu tiempo? ¿Acaso tu obra es un bien del que ahora gustan, tanto por sí misma como por sus resultados? – inquirió Sócrates.

La filosofía, lamento mucho decirlo, se encuentra enteramente adormecida, y lo peor de todo es que nadie se formula siquiera la pregunta por el ser y la verdad.

"Es realmente muy triste – comentó Platón, – pues eso significa que los humanos de tu tiempo han perdido el sentido de la vida".

Así es – confirmé, – y ése es precisamente el motivo de este viaje en que sigo al Maestro Dante sin saber por dónde continuaremos.

"Viaje que ahora debemos seguir – concluyó mi guía –, por lo que tenemos que dejarlos. Tal vez este hombre, que todavía vive en su cuerpo terrenal, pueda continuar su búsqueda del ser y de la verdad y llegue, después de su muerte, a compartir sus saberes con ustedes en este lugar."

Entonces nos despedimos de los sabios con los que mantuvimos esa conversación melancólica, y continuamos nuestro camino.

 

Luis Razeto

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