de Alfonso Reyes
Ni forma de vida, ni pensamiento pasa,
ni luz, ni voz, ni tengo calor de compañía.
cuando súbitamente, rompiendo el alma mía,
penetran, como pájaros, los ruidos de la casa.
¡Claro rumor del agua bajo los platanares,
y canto de las aves en el amanecer!
y ¡oh visión de las nobles figuras familiares
que ya no he de miraros donde estábais ayer!
Dispersos los hermanos, ¿qué harás antigua casa,
adonde cada objeto me saludaba ya?
¡Si hasta la misma tierra, después que el agua pasa,
ansiosa se pregunta si ya no pasará!
Camina con tu cruz, llévate, peregrino,
lo poco que guardábamos de paz y de virtud.
Yo voy también abriendo con los pies el camino,
soltando a cada trecho mi gota de salud.
Los remos temblorosos esperan la partida:
Itaca y mis recuerdos -¡ay, amigos!-, adiós;
somos dos en la barca: el agua está dormida.
¡Ya diremos los cantos del mar entre los dos!