de Victor Domingo Silva
¿Nunca ya tu mano breve,
mitad ámbar, mitad nieve,
me enviará
otra dulce carta escrita
con su letra menudita?,
¿nunca ya?
¿En la tarde visionaria,
la casita solitaria
siempre está?
¿Siempre está la blanca puerta?
¿Siempre el aire por la huerta
viene y va?
¿A lo largo del camino
suelta un pájaro un divino
trino en LA?
¿En un chorro de armonía
el torreón despide el día
que se va?
El jardín con sus violetas...
¡Ah las puras, las discretas
flores! ¡Ah
los ramitos que tú hacías!
Y esas fucsias que eran mías.
¡todo está!
El rosal que hoy tú despojas
ya no da su gracias rojas,
ya no da.
¡Y la obscura madreselva
ya no espera que yo vuelva
por allá!
El nogal junto a la reja...
El sendero que se aleja...
-¿Vamos ya?-
Luego arriba, entre gorjeos,
inauditos cuchicheos:
-¡Bésala!-
Esa risa, es el alborozo,
esa charla junto al pozo:
-¿Quiéres? - ¡Bah!
¡Es charla tan sin charla
no podremos reanudarla
nunca ya!
-¡Cuenta un cuento! Dime
un verso.
-¡Qué capricho más perverso!
¡Allá va!-
¡Aun recuerdo la leyenda
bella, mágica, estupenda
de la Flor del Lilolá!
Y tu flor, la favorita,
la fragante, la exquisita
resedá,
sola acaso, acaso mustia
y abatida por la angustia,
¿qué dirá?
Yo era bueno. Tú eras niña.
¿Quién al alto de la vida subirá
como entonces nos subimos
a jugar con los racimos?
Las palomas siempre en fiesta...
Y aquel gallo de alta cresta,
¿dónde está?
¿No conversa ya contigo,
no pregunta por su amigo
monseiur K...?
Ojalá me hables de todo:
de aquel sol, de aquel recodo
que iba allá;
de tus aves, de tus flores...
¡y ojalá escribiendo llores,
ojalá!
Y tu carta, cuando llegue,
y a mis ojos se despliegue,
me dirá
que la novia de otros días
eres tú, que me decías:
-¡Ven acá!-
"Ven acá, mi amor te espera.
En mi amor la primavera
siempre está..."
¿Dónde está que no me invita?
¿Qué será de mi aldeanita,
qué será?
Nunca ya mi amor se olvide
del perfume que despide
tu recuerdo: resedá...
¡Y en los éxtasis supremos
nunca ya nos separemos,
nunca ya!