texto
de Ángel Cruchaga
¿Más allá de qué monte, de qué dormida estepa
lejanísima y sola viene tu voz de llama?
Eres como una herida de miel en mi tristeza.
Llegas como la tarde perfumando mi casa.
Voz que suspira como volviéndose una esencia,
voz que duerme en mis ojos y que muere en mis canas.
Te seguiré hasta donde se concluye la tierra.
Allá donde los Polos hacen girar sus alas,
o más distante aún, donde la luz no llega,
en un turbión oscuro que no encuentra una playa,
en la red melodiosa de la perdida estrella
que en olvidados mundos deja caer el ancla.
Voz que viene en la tarde a través de la hierba
¡oh voz que yo sostengo llorando mis pestañas,
irás toda la vida velando mi tristeza
voz de la amiga que no pudo ser amada!...