texto
de Rafael Sánchez Mazas
Alguna vez hemos hallado una
casita verde y blanca, en el paseo,
a principios del mes de junio, alguna
tarde, cuando empezaba el veraneo.
Nos miramos los dos; quizá recuerdes
la tapia sombreada por los tilos
y el sueño nuestro de vivir tranquilos
en la casita de persianas verdes.
Nadie vivía. Hubiéramos podido
alquilarla quizá, nadie vivía.
¡Oh, qué dorada tarde enamorada!
Y ahora, bajo estos árboles de olvido,
tu alma ¿no tiene la melancolía
de la pobre casita abandonada?