texto
de Jorge Guillén
Llegamos al final,
a la etapa final de una existencia.
¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?
Sólo concluirán
bajo el tajante golpe decisivo.
¿Habrá un fin al saber?
Nunca, nunca. Se está siempre al principio
de una curiosidad inextinguible
frente a infinita vida.
¿Habrá un fin a la obra?
Por supuesto.
Y si aspira a unidad,
por la propia exigencia del conjunto.
¿Destino?
No, mejor: la vocación
más íntima.